El Peruano
Segunda etapa • Año 12 Martes 29 de mayo de 2018

VIEJO Y PERSISTENTE PROBLEMA DE LA HUMANIDAD

La aporofobia

JOSÉ ÁVILA HERRERA
Magíster en Derecho Penal y Doctor en Filosofía. Profesor de las universidades de Lima y de San Martín de Porres.
Reflexión. La obra y las investigaciones de la filósofa Adela Cortina influyen en una sociedad más justa.
“Cuenta la historia de la filosofía que Tales de Mileto cayó en un pozo al estar observando el cielo, para gran regocijo de su empleada doméstica y de otros, que afirmaron que la filosofía era tan poco práctica que hacía caer a los filósofos en los pozos. […]. Tales comenzó a estudiar entonces las condiciones climáticas y dedujo que la cosecha de aceitunas sería espléndida ese año, así que alquiló todas las prensas de aceitunas disponibles para elaborar aceite de oliva. Cuando terminó la cosecha y los agricultores requirieron el uso de las prensas, se dieron cuenta de que tenían que alquilarlas a Tales de Mileto al precio que él quisiera fijar. De esa forma, el filósofo mostró la utilidad de su disciplina para cuestiones prácticas (Aristóteles, Política, Libro 1)”.

He querido elaborar un artículo de reflexión para abrir los ojos y aumentar un poco la conciencia sobre la necesidad de continuar decididamente con los avances para erradicar la extrema pobreza en un planeta en el que producimos comida para muchos más habitantes que los existentes.

Rechazo y desafío para la democracia

Adela Cortina Orts publicó un interesante libro, Aporofobia, el rechazo al pobre. Un desafío para la democracia, en el que se propone “educar para respetar la dignidad de las personas concretas, que puede ser la persona que este mendigando en la esquina de alguna calle de la ciudad o el compañero de la oficina; la dignidad es igual en todos; o aprendemos a respetarla o nuestra civilización está bajo mínimos de moralidad y de sentido común”.

Acierta la profesora Cortina al señalar que poner nombres a las cosas y categorizarlas es ir abriendo la senda del conocimiento. Es lo que ella hace al acuñar el término que da título a este volumen, aporofobia, “la fobia hacia el pobre”. Comenta la profesora que es su intención brindar a la Real Academia Española un término, después de rebuscar afanosamente en su viejo diccionario de griego, tan usado el pobre en los años del bachillerato: el nombre aporofobia. Señala: “Dícese del odio, repugnancia u hostilidad ante el pobre, el sin recursos, el desamparado”. Y en ese ilustrativo paréntesis que sigue al término diría algo así como: “(Del gr. á-poros, pobre, y fobéo, espantarse) f.”.

Justicia y compasión
La humanidad acoge alrededor de 7,350 millones de personas [1], de ellas, una sexta parte, es decir 1,250 millones, pasa hambre hoy en día, según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO). Agrega que más de 1,250 millones de personas viven con menos de un dólar al día, esto es, unos 30 dólares al mes. De hecho, el mundo no está bien repartido. La pobreza no es un tema de la política o de la economía o del Derecho Internacional de los Derechos Humanos [2]. La pobreza ha despertado el interés de los filósofos, como Paulette Dieterlen [3], conocedora profunda de la teoría de la justicia de John Rawls –quien puso en el centro de la discusión el problema de la distribución justa y la necesidad de hacerla compatible con principios tales como la libertad y la igualdad–, y de economistas del desarrollo como Amartya Sen, quienes han aportado ideas al debate filosófico mediante el concepto de “justicia distributiva”. De ahí que la profesora Adela Cortina no se queda en un plano teórico, también desciende a la arena y busca posibles soluciones para el problema de la aporofobia, llamando a la conciencia de las personas y las instituciones sociales y reivindicando el papel de la justicia y la compasión en la educación. Como un resumen de la propuesta, quizás merezca recordar que “los hombres nacieron en relación, no como individuos aislados, nacieron en vínculo, no como átomos cerrados en sí mismos”.

Es ciertamente una expresión que no existe en otras lenguas, e ignora si es la mejor forma de construirla, pero lo indudable es que la repugnancia ante el pobre, ante el desamparado, tiene una fuerza en la vida social que todavía es mayor precisamente porque actúa desde un deleznable anonimato.

Para caracterizar la pobreza se apoya en Amartya Sen y la considera desde una perspectiva no solo económica, sino también social. Ser “pobre” implica con frecuencia mala salud, violencia y muchos otros problemas. Enfermedades mentales, adicción al alcohol, a las drogas o una esperanza de vida más corta que el resto de la población son algunas de las contrariedades implícitas en la falta extrema de recursos.

Cortina sostiene que somos hospitalarios con el turista y recelosos con el refugiado porque no nos molesta el extranjero, nos repele la pobreza. De eso habla Aporofobia, el rechazo al pobre: un desafío para la democracia, ensayo en el que la filósofa reflexiona sobre las causas políticas, biológicas, éticas, filosóficas y legales de la pobreza y del rechazo al miserable.

La propuesta y la lectura del libro son inéditas “por su enfoque”, necesarias y claves en el debate público, ya que plantean un asunto que tiene por objeto dar nombre a lo que existe y no se ve. Y lo que ocurre es que detrás de la ola de xenofobia que invade a Europa y Estados Unidos, lo que hay es un sentimiento de aversión, de rechazo al pobre: aporofobia.

Odio al diferente

Todas las fobias –homofobia, islamofobia, xenofobia– son patologías sociales que se expresan en forma de odio al diferente, pero esta llega encubierta y lo que la profesora Cortina hace es diseccionar los orígenes y expresiones de un sentimiento muy arraigado que, convenientemente manipulado con fines electoralistas, se ha convertido “en un problema político y un desafío para la democracia”.

LA POBREZA NO ES UN TEMA DE LA POLÍTICA O DE LA ECONOMÍA O DEL DERECHO INTERNACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS; TAMBIÉN HA DESPERTADO EL INTERÉS DE LOS FILÓSOFOS.

El libro no puede ser más oportuno en el presente siglo porque quiere contribuir al debate. “Observé que la xenofobia, el rechazo a los extranjeros, ocupaba el centro del discurso político, pero era evidente que no todos los extranjeros molestaban por igual. A los que llegaban cargados de petrodólares, por muy diferentes que fueran, se les ponía alfombra roja, igual que a los turistas”. Los extranjeros comenzaron a molestar cuando llegaron los inmigrantes económicos, a los que más tarde se sumaron los refugiados. “Luego vino Trump prometiendo levantar un muro y, qué casualidad, era para impedir la llegada de los mexicanos, no de los canadienses”, explica. Tras esta primera aproximación, Cortina se planteó si los que molestan son los extranjeros pobres o los pobres en general. Y la respuesta, que desarrolla con todo tipo de referencias filosóficas en el libro, no ofrece dudas: molesta la pobreza en general; lo que ocurre es que si los pobres son, además, extranjeros, es más fácil presentarlos como una amenaza para la identidad. “La aversión es hacia todos los pobres, incluidos los de la propia familia”, sostiene. “El rechazo al pobre implica siempre una actitud de superioridad y suele incluir la culpabilización de la víctima”.

En otra parte de sus ideas sostiene que por un momento debemos dejar de lado los números o la data; ya hay muchas medidas. Por ejemplo, el Banco Mundial (BM) habla de pobreza extrema cuando una persona cuenta con 1.25 dólares al día, pero le gusta la definición de Amartya Sen cuando dice que todos tenemos “proyectos de felicidad”; el pobre es el que no puede ni aspirar a ellos. Luego señala que ningún plan de desarrollo debería ser asistencial o solo serlo cuando la persona está en una situación límite. Lo ideal sería darles herramientas para que lleven sus planes de vida viendo qué capacidades tiene esa persona y fortalecerla: empoderarla.

Pero este discurso no es algo que haya surgido de repente. Ha crecido al calor de la última crisis, cierto, pero tiene hondas raíces culturales y hasta biológicas. La autora bucea en la biología evolutiva para demostrar que la “aporofobia” está incrustada en nuestro cerebro como una marca de la lucha por la supervivencia como especie. “Todos los seres humanos somos aporófobos”, insiste. Identificarse con el grupo y desconfiar del extraño fue durante mucho tiempo una forma de defenderse de la amenaza de otros grupos tribales, pero también en el propio grupo surge el rechazo al pobre porque rompe las reglas de cohesión interna basadas en dar y recibir.

La ética filosófica
Adela Cortina Orts (Valencia, 1948) es una reconocida filósofa moral española. Sus investigaciones siempre estuvieron orientadas a la economía, la discriminación, la ecología, la genética, etcétera. Entre los reconocimientos más recientes está el nombramiento como miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas; es la primera mujer que entra a formar parte de esta entidad y la investidura como doctora honoris causa por la Universitat Jaume I de Castellón y por la Universidad Politécnica de Cartagena (2012). Respecto a la ética filosófica, ha intentado aplicarla en distintos ámbitos de la vida social, como de la política, la democracia, la justicia global, el desarrollo humano, la economía y la empresa, la bioética, los medios de comunicación o la educación. Lleva a cabo estas tareas en el seno del grupo de investigación, del que es directora, Éticas Aplicadas y Democracia, y que se inserta en redes académicas tanto iberoamericanas, como europeas y norteamericanas. La profesora Cortina es como un Don Quijote, como una luchadora incansable que anuncia a todo el mundo, contra viento y marea, que merece la pena que todos luchemos también para llevar una vida más ética, en definitiva, más buena. Immanuel Kant es su referente, y cuando surge algún dilema ético en esta sociedad o algo que le preocupe, no tarda en recitar desde lo más profundo de su corazón su imperativo categórico clave: “El hombre, y en general todo ser racional, existe como fin en sí mismo, no solo como medio” y “Obra de tal modo que la máxima de tu voluntad siempre pueda valer al mismo tiempo como principio de una legislación universal”. No cesa en invitar a la reflexión e intentar que las personas y la sociedad sean más igualitarias.

Por esta razón, según la profesora Cortina, los discursos políticos que apelan a este tipo de emociones tienen tanta receptividad, pero sorprende que el discurso xenófobo haya crecido tanto y tan rápidamente, cuando hace apenas unos años Europa vivía sus mejores años gracias a unas políticas públicas basadas en el principio de solidaridad. “El cerebro es muy plástico y podemos modificarlo –lo cual es muy buena noticia–, pero tanto en un sentido como en otro. Se puede ahondar en la tendencia a la aporofobia si hay un discurso público que la favorece, una ideología predominante, la neoliberal, que es una reacción frente al Estado de bienestar y sostiene que el pobre es el único culpable de su pobreza”.

Estado social de derecho

La profesora Cortina considera que uno de los antídotos frente a este tipo de fobias es justamente reforzar y rehabilitar el Estado social. “Me parece fundamental reforzar el discurso de la igualdad y del respeto a los derechos económicos y sociales, que es el fundamento de la socialdemocracia. Garantizar estos derechos no consiste solo en aplicar políticas para erradicar la pobreza, sino en disminuir las desigualdades”.

El otro gran antídoto, según Cortina, es la “educación”: seguir educando en los valores de la solidaridad [4] y el respeto al diferente, aunque admite que es una paradoja comprobar que después de haber sido educados en esos valores, después de que la Unión Europea los asumiera incluso como principios fundacionales, tanta gente esté ahora abrazando el discurso xenófobo, incluidos muchos jóvenes.

“El problema es que también la sociedad educa y, a veces, hay una contradicción flagrante entre lo que dicen los libros y lo que la sociedad transmite con el ejemplo”. “No quiero ponerme apocalíptica”, prosigue, “porque soy de los que creen que en la sociedad hay de todo y que hemos mejorado mucho, pero si los jóvenes estudian unos valores y luego ven que viven en una sociedad sin compasión por los que vienen de fuera, sin compasión con los pobres, sin solidaridad con los necesitados, no debe sorprendernos que aumente la xenofobia y la aporofobia”.

“Ha habido un tiempo en que el sistema democrático era aceptado por todos, pero ha empezado a surgir un cierto cansancio respecto de la democracia y de lo conseguido. Y han aparecido grupos que no proponen nada alternativo, pero han sabido explotar el malestar subyacente. Se ha descuidado la situación de amplias capas de la población y en esto hemos de ir con mucho cuidado. La gente se había hecho ilusiones, y ahora ve que no prospera y se siente maltratada. En ese estado de ánimo, muchos buscan un chivo expiatorio, que suele ser un pobre. En Estados Unidos, los mexicanos, en Europa, inmigrantes y refugiados”.

Señala la profesora Cortina que “la educación ha sido utilizada, a lo largo de la historia, como el vector destinado a mitigar patologías sociales del tipo de la xenofobia o la aporofobia. Este esfuerzo docente se ha visto desasistido, en los últimos tiempos, por una sociedad que, desencantada con la política, está girando hacia un consumismo hedonista e individualista”. Luego agrega: “Se hace necesario construir instituciones capaces de empoderar a las personas discriminadas, reducir la desigualdad y acabar erradicando la aporofobia. Al mismo tiempo, los valores de una ética cívica deben extenderse al mundo empresarial. Asumir la responsabilidad social empresarial no es cuestión publicitaria, sino un medio capaz de impulsar una economía social y solidaria”.

Es un imperativo ético su lectura por todos. Se cierra el magnífico libro con un himno a la “hospitalidad”. Un futuro mejor requiere la capacidad individual y colectiva de recibir al que no es como nosotros. Por un lado, hay que fomentar la hospitalidad en las relaciones interpersonales y, por otro, la que corresponde al Estado.





[1] Según los datos más recientes de la ONU (2015), la CIA (2016) y el reloj de población a tiempo real Census.gov (2017), se puede estimar que en el mundo hay actualmente unas 7,350 millones de personas (2017). [2] En septiembre del 2017, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos aprobó un interesante informe sobre La pobreza y los derechos humanos en las Américas. [3] La pobreza: un estudio filosófico, Paulette Dieterlen, presenta los resultados de una profunda investigación filosófica, de carácter teórico y aplicado, sobre la pobreza, con el auspicio del proyecto PAPIIT sobre Filosofía política y racionalidad. [4] En el ciclo 2017-2, un grupo de alumnos del curso de Filosofia del Derecho en la Facultad de Derecho de la Universidad de Lima hizo una excelente presentación acerca del valor de la “solidaridad” desde el punto de vista filosófico y constitucional. Fueron muy enriquecedoras sus reflexiones para efectos del presente articulo.