Esos sitios y otros más: las fuentes de Tipón, los muros wari de Piquillakta, la iglesia colonial de Andahuaylillas, la sal de Maras y las terrazas agrícolas de Moray. Mis yapas viajeras. Después de eso, compadrito, me sentí como un gurú turístico del Cusco, que desayuna en el mercado de San Pedro, que come pan chuta de Oropesa en la puerta del horno, que recupera fuerzas con un adobo cerquita del Koricancha o con los chicharrones de Saylla.
Claves cusqueñas
- Viaje al Cusco por vía terrestre desde Lima (20 horas) por la carretera Nasca-Chalhuanca-Abancay-Cusco. Una aventura de curvas y pasos de altura. Si no quiere emoción, el vuelo tarda una hora.
- A cinco cuadras de la plaza de Armas, cerca de la estación de trenes San Pedro, está este centro de abastos. En sus puestos se sirven contundentes desayunos y almuerzos.
- El Baratillo: Los sábados, en las cercanías de la plaza del barrio de Santiago, se arma un mercado al aire libre en el que se encuentra de todo y el regateo es casi una obligación.
- En el Cañón de Chonta, según los comuneros es posible contar hasta 20 ejemplares sobrevolando uno de los miradores.
Fue entonces o acaso cuando buscaba un chiriuchu en una picantería, que le hice conversación a uno o dos parroquianos, que, entre bocado y bocado, me despojaron de mi autoproclamada condición de gurú y de conocedor profundo de las tierras cusqueñas. De no creer, chocherita, ellos me sermonearon con una serie de nombres que jamás había escuchado ni leído.
Me hablaron de Waqrapukara, la fortaleza de los canchis erigida en una montaña de Acomay; del puente inca de Qeswachaca, que todos los años es vuelto a tejer por los comuneros; del circuito de las Cuatro Lagunas, que se inicia en Pomacanchi y termina cerca de Tungasuca, con su perpetua evocación de Túpac Amaru; y, finalmente, del verdor de Quillabamba y del escalofriante paso fluvial en el pongo de Mainique.
Cátedra de bar
Ante semejante cátedra que incluyó otros nombres que prefiero obviar por cuestiones de espacio –ellos hablaron de los recintos de Watoqto y de las chullpas de Ninamarca en Paucartambo–, traté de salvar la situación con pocos creíbles: están en mis planes, justo investigaba al respecto.
Lo mejor era saborear el pan y el chicharrón o experimentar aquello de barriga llena corazón contento con ese chiriuchu fuera de temporada, porque el ‘ají frío’ –ese es su nombre en español– se prepara en el Corpus Christi, aunque es posible degustarlo todo el año. Hacerlo no es un pecado mortal, pero fácilmente califica como gula por la variedad de ingredientes que desbordan cualquier plato.
Tome nota
- El nombre Quillarumiyoc proviene de los vocablos quechuas: quilla (luna) y rumiyoc (que tiene piedra).
- Se puede traducir como el ‘lugar de la luna de piedra’ o ‘una piedra que tiene una luna’. En el complejo arqueológico hay un bloque de piedra en el que se labró una especie de media luna.
- La tara es una leguminosa arbustiva originaria del Perú, Chile y Colombia. Alcanza los cinco metros de altura y su corteza es gris. Su nombre científico es Caesalpinia spinosa.
- En las cumbres del Salkantay, veo muchos cóndores. Parecen mensajeros de los dioses andinos.
- Lo mejor era saborear el pan y el chicharrón o probar ese chiriuchu, el ‘ají frío’ que preparan en el Corpus Christi.
Gallina, cuy, charqui, torrejas, cancha, queso, rocoto, hueveras, cochayuyo y morcilla. La lista es larga, la lista continúa, así que no era una mala idea concentrarme en la titánica tarea de cascar hasta el último huesito, para olvidar la paliza viajera que acababa de recibir por crecido y pretencioso.
Lección aprendida, mi waykicha y compadrito. Te lo cuento para que no cometas mi error y te jactes de conocer el Cusco al revés y al derecho, solo porque has ido dos o tres veces a Chinchero o compraste una mochila de segunda en el Baratillo, el mercadito tipo Las Malvinas en las que se encuentra de la A hasta la Z.
Así que antes de desdeñar la posibilidad de retornar a la legendaria capital inca, amparado en un ‘ya lo he visitado todo’, quería picarte, mencionándote tres lugares que terminan transformándose en un tres en uno, ya que un trotaperú agilito y bien aceitado fácil los recorre en un full day, echando mano a la jerga de los agentes y guías, siempre bien dispuestos a hablar en inglés.
Ese es otro tema. Aquí lo que importa es partir hacia Limatambo (provincia de Anta), en colectivo, en bus o en un taxi privado por el camino de asfalto que después de mil curvas llega triunfante a Abancay (Apurímac). Pero no hay que ir tan lejos. Cerquita nomás: 72 kilómetros al centro del distrito y, desde ese punto, 45 minutos por vía afirmada hasta Chonta.
Una comunidad y un cañón –el río Apurímac serpentea en la profundidad–, tres miradores, un par de nevados –despuntan las cumbres del Humantay y el Salkantay–, muchos cóndores –libres, imponentes, amenazados por el hombre–. Los veo. Me impresionan. Pienso que son los mensajeros de los dioses andinos.
Retorno. Desandar lo andado: el sendero, la vía afirmada. La segunda parada: Tarawasi (2,675 de altitud). La ‘casa de las taras’ habría sido un centro ceremonial y un lugar de descanso para los chasquis. En la época colonial se convertiría en una hacienda: Perú andino, Perú hispano. Choque y confluencia cultural a un lado de la carretera.
A la tercera es la vencida, así que en el distrito de Ancahuasi (Anta) tomo un desvío hacia Quillarumiyoc (comunidad de San Martín de Porres). En este complejo arqueológico los sacerdotes incaicos adoraban a la Luna, a la Mama Quilla, a la pareja del Sol. Energía y misticismo entre muros de piedra y andenes labrados en las colinas.
La ruta podría continuar. Me hablan de las terrazas cultivables de Zurite y de la pampa de Anta. Será para la próxima. Ahora debo volver para seguir averiguando atractivos en el mercado de San Pedro o en una picantería. No importa si vuelven a despojarme de mi autoproclamada condición de gurú y de conocedor profundo de las tierras cusqueñas.