Año 4. Edición Nº 245. Miércoles 7 de marzo de 2018

AVENTURA
un arte natural

Fotografía y destinos turísticos

Dotado de modernos equipos fotográficos, Michell León recorre lugares inhóspitos para capturar el instante preciso de la fascinante vida animal. Recorra con él estos parajes y conozca los secretos de su oficio. Le servirán cuando viaje.

Oficio. El fotógrafo naturalista es casi siempre un viajero que descubre su verdadera vocación. Eso le ocurrió a Michell León.

Escribe Hugo Grández.

¿Quién no ha tomado una fotografía en su vida? Sencillo, ¿cierto? Bastará una cámara, una situación, buen ojo y un dedo para presionar el disparador. Pero, si aquello que desea fotografiar solo se aparece un par de segundos al día, es velozmente movedizo, o se le encuentra en lugares tan fríos que hasta sus huesos se congelan, ¿seguirá siendo sencillo el asunto?
Michell León sabe de eso. Fotógrafo naturalista que desde hace más de diez años convirtió este oficio en una pasión, ha ido sumando conocimiento y perfeccionando sus habilidades y reflejos. Como aquella vez que, navegando en peque peque por la Reserva Nacional Pacaya Samiria, observó un inusual encuentro bélico por la posesión de la rama de un árbol. El duelo era entre una garza cuca y un pato aguja americano. En pleno duelo, y antes de que volaran, cogió su cámara, la calibró en instantes y disparó. A esa foto la llamó ‘Kung Fu Pacaya’.

Tome nota

  • El equipo mínimo de un fotógrafo naturalista consiste en una cámara fotográfica de la más alta resolución.
  • En el Perú, la selva de Tambopata, las reservas naturales protegidas y las zonas marino costeras del extenso litoral son ideales para hacer fotos de naturaleza y de fauna.
  • Si está en una zona de estas, hay que tener en cuenta que no se debe afectar el hábitat de los animales y,más bien, ser muy respetuoso con la naturaleza.
  • Es importante que los colores de las prendas que llevamos puestas en ese momento tengan los tonos del entorno.


En peque peque
Recuerda aquella otra oportunidad en que le tomó dos días capturar la imagen de un colibrí cola de espátula, preciosa especie de unos 15 centímetros de tamaño y de cresta violeta. Fue en Leimebamba, distrito de Chachapoyas, a donde llegó para encontrar esta ave endémica no solo del Perú, sino de esta parte del Amazonas. Puede ser fácil verla, pero difícil fotografiarla, por lo que le tomó un día conocer su rutina al detalle y otro día hacer la fotografía.
Hacer fotografía naturalista, dice Michell, no solo requiere de conocimiento del manejo del equipo. Supone también tomar conocimiento del ecosistema que se visitará, la población animal que la habita, sus hábitos y sus rutinas.
“Tan fino debe ser el conocimiento que hay que llegar a conocer hasta dónde comen y cómo cantan los pájaros, por ejemplo. A veces, llegamos a tener buenas fotografías porque simulamos esos sonidos y llamamos su atención. Lo siguiente es tomar la foto”.



Camuflaje
Requiere también de un buen estado físico y mental, el arte de mimetizarse con la naturaleza o camuflarse; y sobre todo la desconexión, el desenchufarse de todo, porque deberá alejarse de las personas y de las modernas tecnologías por varios días, sumergiéndose en lugares inhóspitos.
Como cuando tuvo que llegar al corazón del Santuario Nacional Cordillera de Colán, en el departamento de Amazonas. Fueron tres días de caminata ascendente, con una lluvia interminable y con condiciones mínimas de hacer fotografía.
O cuando se encontró con el pato de los torrentes, en pleno río Utcubamba, en Chachapoyas. Un ave que, ante el peligro, suele lanzarse al río. Michell lo sabía, por lo que le sorprendió que el ave que tenía al frente no lo hiciera y más bien echara vuelo. Al vuelo él también cogió su cámara y disparó. “Hay miles de fotos del pato de los torrentes en el río o sobre las piedras, pero difícil encontrar uno en pleno vuelo”, precisa.
De las fotografías, le encanta hablar de aquella que le tomó a un joven caimán blanco que descansaba en los ríos de Pacaya Samiria, o de aquel inalcanzable cuy silvestre del valle de Huaylla Belén en Amazonas; orgulloso también por cómo retrató al ermitaño de Koepcke en el cerro Escalera en Tarapoto, al zorro silvestre en el Bosque Seco de Amotape en Tumbes, o al mono aullador en el bosque de Alto Purús de Ucayali.
Pero lo que lo hace sentir más orgulloso, dice, es que sus fotografías hayan sido parte de evaluaciones biológicas para determinar áreas de conservación, utilizadas como evidencia para proteger la vida de las especies de un territorio determinado. Nadie pondrá el pecho por algo que no conoce. Que la gente lo vea es mi trabajo”.