El Peruano

Año 4. Edición Nº 249. Miércoles 4 de abril de 2018
SOMOS VIAJEROS
EL NORTE PRIMERO

De paseo en Morropón

Piura es grande. No obstante que aún se dejan sentir los efectos de El Niño Costero, esta cálida región del norte peruano deja fluir ese aire de renovación que describe su gente en sus jornadas diarias, en sus fiestas y celebraciones. Aquí la crónica.
Texto y fotos: Luis Yupanqui
El fuerte sol “achina nuestros ojos”. No hay viento ni sombra, pero el golpe de calor se siente al bajar del bus. Caminamos despacito hasta la plaza de Armas y preguntamos por el local municipal. Marinelsy Córdova, encargada del área de Turismo y de Relaciones Públicas de la provincia de Morropón que será una de nuestras guías, nos recibe con el calor que identifica a la gente de esta localidad piurana.

Tenemos algunos minutos para darnos un respiro antes de que Marinelsy nos pida que subamos a la camioneta para dar inicio a esta travesía.Iremos a Piedra del Toro, ubicada a tan solo 15 minutos de la ciudad. Es un hermoso paraje del valle del río La Gallega. Al llegar, vemos un tractor que descolmata el río y un puente modular instalado hace poco que beneficiará a los distritos de Yamango, Santa Catalina de Mossa, Chalaco y Buenos Aires. Los trabajos son lentos y luego de un año los efectos de El Niño Costero aún se sienten.

El cerro Pilan es el guardián del lugar. Es famoso por su forma y sus leyendas relacionadas con ovnis.
Atractivos turísticos
  • La provincia de Morropón tiene muchos atractivos turísticos, entre ellos el Complejo Ceremonial Ñañañique, en el que resaltan restos arquitectónicos de un centro ceremonial que dataría del siglo X al V a. C.
  • El monolito Ñañañique es una estela que se cree forma parte de las obras encontradas en el complejo ceremonial.Visite el conjunto de cuatro murallas el tongo, además de otros recintos aledaños que harían suponer que el lugar albergó una ciudadela.
  • Otro lugar al que puede ir es la zona del cerro sagrado de Vicús, un importante centro ceremonial y también funerario ubicado a menos de 200 metros sobre el nivel del mar.
Formas pétreas

La siguiente parada es la Quebrada de Chililique. Está formada por grandes bloques de piedra lisa que han erosionado, formando riachuelos de piedra y grandes peroles, que se llenan de lugareños que vienen a refrescarse los fines de semana. La quebrada se encuentra a los pies de la comunidad campesina Juan Velasco Alvarado, encargada de cuidar los bosques que son fuente de alimento de sus rebaños de cabras. Aquí las piedras adoptan formas caprichosas, tanto que se han convertido en atractivos turísticos. El niño travieso se llevó la piedra del sapo, pero aún encontramos la piedra del perro, el palo malcriado y los peroles. Y aun así, muchos turistas recorren el lugar, animados por su reconocida artesanía en cerámica, que es patrimonio regional.

El chofer nos dice que no podremos ir a las cataratas de Caracucho porque el camino está bloqueado, pero acordamos en que nos llevará hasta cierto lugar para ver el cerro Pilan, el cerro guardián del lugar. Es famoso y “misterioso” por sus leyendas, por su forma y porque los pobladores aseguran haber contemplado extrañas luces en su cima, que –aseguran– son ovnis.

Hasta él se puede llegar bordeando la carretera que va a Solumbre, o yendo hasta el Caserío Franco. De allí hay que caminar por espacio de una hora aproximadamente, mientras nos nutrimos de ese marcado regionalismo que identifica a los morropanos.

Muchos ganaderos de Morropón han asumido, como desafío, reforestar 1,000 hectáreas de bosque.
Los sabores
  • La gastronomía piurana es una de las más reconocidas del Perú, como lo son sus platos más tradicionales: el seco de cabrito, que es macerado en chicha de jora y preparado a fuego lento.
  • También el sudado de pescado; el cebiche, que se sirve con yuca y lechuga; el copús, un plato local, que se elabora con la cabeza del chivo y se cocina bajo tierra.
  • Infaltable en la preparación de los potajes, como aperitivo y como refresco, está la chicha de jora. Es imposible no ver, como parte del paisaje, las tinajas en las que se fermenta la chicha.
Tiempo de cosecha

Es momento de internarnos en el bosque seco. “¿Hueles? –le digo a Elizabeth– huele a ciruela”. Nuestros amigos nos dicen que efectivamente es tiempo de cosecha y que el viento trae ese olor, que es por demás estimulante. Tanto así que provoca quedarse, cosecharlo, para acompañar el camino.

Nuevamente en el vehículo llegamos a la comunidad El Cerezo, pero encontramos que el acceso al bosque seco está cercado y hay una puerta con candado. Nos dicen que debemos regresar, que en El Zapotal tienen la llave. El calor era tremendo, solo habíamos observado, de lejitos, la reserva del bosque seco. Diviso una pequeña casa en medio de un bosquecito, no sé si serán algarrobos los que lo rodean, pero un caminito que parte de un cerco con troncos del mismo árbol compone la escena. ¿Puedes detenerte un rato? le suplico al chofer. Hice una sola toma: una real pintura.

De regreso al vehículo, Salustiano Castillo, quien salía de su casa, se ofrece a llevarnos hasta donde el presidente de la Asociación El Algarrobo.

Don Óscar, también de apellido Córdova como muchos morropanos, nos cuenta que es presidente de una asociación de ganaderos y que ellos se dedican a reforestar un área de 1,000 hectáreas cercadas.

Es un hombre de algo más de 50 años. Viste sencillo y tiene una alforja sobre los hombros. Nos ofrece una jarra de chicha y sentarnos a la sombra de un sembrío de plátanos. “Al bosque se le echa llave para protegerlo de la tala ilegal”, me cuenta. “Acá protegemos al algarrobo, faique, overal, charon, zapote y el palo santo, que son especies amenazadas”.

Proyectos

Nos cuenta que sus ancestros vivían en el bosque seco, pero que se tuvieron que venir al Zapotal porque sus jaguayes (fuentes de agua) se secaron. Está contento de que los visitemos, nos habla de los convenios que piensan hacer con la Universidad de Piura, para recuperar dichas fuentes, pues ellos no tienen los recursos.

Sus ojos brillan. Se iluminan sus sueños. “Haremos una ruta para el turismo vivencial por el bosque seco. Ustedes están invitados”, nos dice y nosotros le tomamos la palabra. La próxima vez no habrá ni cerco ni candado ni vías interrumpidas. El Niño Costero será un mal recuerdo y seremos felices, como ellos. Seguro que sí.

Titulares