Tiempo de cosecha
Es momento de internarnos en el bosque seco. “¿Hueles? –le digo a Elizabeth– huele a ciruela”. Nuestros amigos nos dicen que efectivamente es tiempo de cosecha y que el viento trae ese olor, que es por demás estimulante. Tanto así que provoca quedarse, cosecharlo, para acompañar el camino.
Nuevamente en el vehículo llegamos a la comunidad El Cerezo, pero encontramos que el acceso al bosque seco está cercado y hay una puerta con candado. Nos dicen que debemos regresar, que en El Zapotal tienen la llave. El calor era tremendo, solo habíamos observado, de lejitos, la reserva del bosque seco. Diviso una pequeña casa en medio de un bosquecito, no sé si serán algarrobos los que lo rodean, pero un caminito que parte de un cerco con troncos del mismo árbol compone la escena. ¿Puedes detenerte un rato? le suplico al chofer. Hice una sola toma: una real pintura.
De regreso al vehículo, Salustiano Castillo, quien salía de su casa, se ofrece a llevarnos hasta donde el presidente de la Asociación El Algarrobo.
Don Óscar, también de apellido Córdova como muchos morropanos, nos cuenta que es presidente de una asociación de ganaderos y que ellos se dedican a reforestar un área de 1,000 hectáreas cercadas.
Es un hombre de algo más de 50 años. Viste sencillo y tiene una alforja sobre los hombros. Nos ofrece una jarra de chicha y sentarnos a la sombra de un sembrío de plátanos. “Al bosque se le echa llave para protegerlo de la tala ilegal”, me cuenta. “Acá protegemos al algarrobo, faique, overal, charon, zapote y el palo santo, que son especies amenazadas”.