El Peruano

Año 4. Edición Nº 251. Miércoles 18 de abril de 2018
PROVINCIAS

LEGADO IQUEÑO
Vivir entre líneas
Si en torno a las líneas de Nasca se tejen aún innumerables hipótesis acerca de su origen y el mensaje que encierran, en Palpa, cientos de petroglifos y geoglifos plantean la misma interrogante. Hasta este lugar, que es valle y desierto, llegamos para sorprendernos.
Texto y fotos: Luis Yupanqui
Elizabeth pide ayuda, me jala, se ríe, se escapa, me percato de que un gallo blanco va detrás de ella. Don Omer lo confirma: “A ese gallo le encanta seguir a las señoritas”. Don Juan interviene: “Le habrá enseñado su dueño”. Todos reímos, incluso Eli, que insiste en huir del gallo. Don Omer Gutiérrez López es iqueño, pero vive en Palpa hace 38 años. Es dueño del fundo San Genaro. Siembra mangos y ciruelos porque estas frutas no necesitan tanta agua. Los ríos que bañan estas tierras palpeñas son tres y casi siempre están secos. Sin embargo, la cantidad de hectáreas sembradas por don Omer y la cantidad de mangos (100 kilos por árbol) parece desmentir la falta de agua.

El ómnibus nos llevó de Lima a Ica en cuatro horas y de allí, la conexión a Palpa fue en una hora y 15 minutos. Ya instalados, nos encontramos con Juan Arce Garibay, gran promotor de su ciudad y mejor guía turístico. Me sugiere entrevistar a Abel Yáñez Gallegos, presidente del comité de gestión de turismo de la provincia de Palpa, a quien recogemos camino al mirador de Llipata.

Petroglifos
  • La primera figura que se encontró en la zona fue descubierta en junio de 1941 por Paul Kosok y coincidió con el solsticio de invierno. Muchos arqueólogos pensaron que podía tener una función astronómica.
  • Hans Horkheimer, otro investigador que recorrió las Pampas de San Ignacio y Llipata, encontró en 1946 la misma combinación de líneas, figuras y trapecios.
Huarango milenario
Luego de cosechar mangos en el fundo San Genaro nos detenemos en el kilómetro 384 de la Panamericana Sur, para conocer el ‘Huarango milenario’. Es un tipo de acacia silvestre, similar al algarrobo, que tiene la capacidad de sobrevivir en los desiertos. En 1998 se determinó que este coloso vegetal de formas caprichosas habría vivido 1,250 años. En los últimos años se pensaba que estaba seco, pero aparecieron nuevos brotes en sus tallos para demostrar que sigue en pie como símbolo de vida en el desierto.
A golpe de vista

A diferencia de las figuras de Nasca, estudiadas por María Reiche, las de Palpa pueden verse desde el suelo, las laderas cercanas o el mirador. Aquí en Llipata, John Soto, que es guardián y artesano, nos muestra todo lo que hay en el lugar y las piedras que talla con las líneas de Palpa. Nos dirigimos luego a los petroglifos de Chichictara, que en quechua es “lluvia de arena”. Pasamos por Palpa de nuevo para tomar otra ruta. En 20 minutos estamos en el km 7.5, donde se encuentra uno de los tres ingresos a Chichictara. El primer petroglifo es el llamado ‘Las etapas de la vida’, en el que se aprecian tallados en la piedra, un niño, un adulto y un anciano, este último con tres piernas.

Se han contabilizado 1,200 dibujos, labrados sobre rocas volcánicas y aluviales, donde hay imágenes de guerreros, felinos, aves, camarones, serpientes bicéfalas, monos. Son 3 km donde reposan petroglifos de 2,000 años. Seguimos por una trocha carrozable de 4 km para llegar a la ciudad perdida de Huayuri, localizada en el valle de Santa Cruz, Huayuri fue construida por los nascas que huían de la invasión del inca Pachacútec.

Cae la tarde. Hoy descubrimos una ciudad perdida, un petroglifo que representa las etapas de la vida y nos reímos con los calores de un gallo enamorador. La promesa es un chancho al cilindro para cenar y frutas en almíbar preparadas por María Paz. Todo en un día, pero Palpa ofrece más. ●