El Peruano

Año 4. Edición Nº 252. Miércoles 25 de abril de 2018
ESCAPES
AREQUIPA RURAL

Aventura en el río Chili

Si lo tuyo es vivir la naturaleza al máximo y no solo contemplar lugares históricos, entonces debes empuñar tus remos y sumergirte en las aguas del río Chili. A solo treinta minutos del centro de Arequipa, aventura, diversión y adrenalina pura te esperan.
Texto: Hugo Grández, fotos: Jhon Rodríguez
Una inmensa roca en forma de corazón invita a lanzarse a las heladas aguas del río.
Del otro lado del teléfono, Lucelia comunica las indicaciones preliminares. Ser puntual, llevar toalla y una muda de ropa completa. Igualmente, evitar objetos de valor o que puedan dañarse al contacto con el agua.

A las dos de la tarde, la movilidad de Hanna Travel recoge a los turistas. Hace una parada para entregarles los implementos necesarios para la travesía.

Cada uno se viste con ropa acuática, chaleco y casco de seguridad, así como zapatos impermeables. Vuelven a la combi y se inicia el traslado hacia Charcani, específicamente a la gruta de la Virgen de Chapi, a unos 25 minutos de la ciudad. Ante la atenta mirada de los volcanes Misti, Chachani y Pichu Pichu, y ya al pie del río, los turistas reciben instrucciones antes de iniciar la práctica del canotaje: el lugar que les corresponde ocupar dentro del bote, ya sea por el tamaño o el peso, así como los códigos a respetar a la voz del guía, sea que se deba remar hacia adelante o hacia atrás, o simplemente “levantar remos” cuando hay rocas a los lados y el peligro de lastimarse se haga evidente.

Claves para la aventura
  • Para el canotaje se recomienda llevar una muda de ropa, bloqueador y repelente. Las salidas son a las 8:00 y 11:00 de la mañana, y a las 2:00 de la tarde.
  • Un tour por la ciudad, que incluye la campiña arequipeña, tarda cuatro horas y su precio es 30 soles. Si quiere el cañón del Colca para fotografiar cóndores, cuesta S/ 60 por día.
  • Frente al Monasterio de Santa Catalina, encontrará un nuevo hotel que reúne las tres B.
Deporte extremo

Melissa, Liliana, Víctor y Anderson se acomodan en el bote. Los hombres adelante, las mujeres al centro, y Elmer, el guía, atrás para darle dirección a la travesía. La nave abandona la orilla y noventa minutos de aventura se inician.

La corriente del río Chili se encarga del primer impulso y los remos empiezan a fijar el rumbo de la jornada. Al principio, se nota la falta de práctica de algunos, pero la necesidad de mantener el curso obliga a un rápido aprendizaje.

A lo largo de toda la travesía, Elmer va indicando si se debe remar hacia adelante o hacia atrás.

A veces avanzan lento y a veces rápido; eso sí, esquivando religiosamente todos los obstáculos que se presentan aquí y allá.

Todos hacen caso a las órdenes de Elmer. Debe ser así para que el bote mantenga una ruta segura. “Dejen de remar”, indica ahora, y en instantes el bote se zambulle en una de las docenas de caídas menores que hay en la ruta.

Un chapuzón obligado y permanente a lo largo de la ruta, pero también una pequeña cuota de la aventura, un susto menor que poco a poco se va superando, y la adrenalina que no falta entre los novatos. Una roca a la derecha y otra a la izquierda, el tramo se torna peligroso. “Remos arriba”, indica Elmer y todos obedecen sin pestañear.

Es solo uno entre los muchos riesgos de la ruta; por eso, seguir las órdenes del guía es muy importante.

Para valientes

Poco antes de llegar al final de la ruta, es casi una obligación vivir otra pequeña aventura. Una inmensa roca en forma de corazón invita a los turistas a lanzarse desde la superficie hacia el fondo del río, que se encuentra a muy baja temperatura. Es un rito solo para valientes. No todos lo hacen, pero no faltan voluntarios.

Siempre bajo las indicaciones de Elmer que son claves, sube uno, sube otro y al agua. Hay aplausos y vivas por el friolento acto. Luego regresan al bote, toman sus remos e inician el último tramo del paseo. Minutos después, se orillan al lado izquierdo del río.

Es la señal de que la aventura ha terminado, aunque las ganas de continuar se generalicen. Nadie quiere bajar del bote. Y mientras cada uno se cambia de ropa y se desprende de los implementos que los protegieron durante el recorrido, nadie deja la experiencia de haberse divertido en este pedacito de naturaleza que les regaló Arequipa, región que ofrece variadas opciones de turismo de aventura.