De pronto, nuestro timonel aguza el oído, implora un poco de silencio a las aguas y, sin mayor explicación, enciende el motor y se dirige hacia la nada. “Es por allá”, nos dice, guiado por su experiencia y por el reclamo lejano de lobos marinos que nosotros nunca escuchamos. Don José Vela, sargento de playa de Puerto Morín, nos conduce a través de la niebla hacia un lugar que parecía existir solo en los libros de historia: las islas Guañape, una de las principales reservas guaneras del país, donde gracias a la gestión de Proabonos (hoy AgroRural) y al celo de sus solitarios protectores, los guardaislas, se ha logrado mantener una fabulosa población de aves guaneras –guanayes y piqueros comunes–, que bordea los 800,000 individuos.
Es fácil decir esa cifra. Lo que no es fácil es imaginarlos en pleno vuelo, bañados por el sol de un atardecer incendiario. Parecido a estar en el fondo de una licuadora: cientos de miles de aves volando sobre nuestras cabezas, oscureciendo el cielo y gritando su libertad. Y de paso regalando guano sobre la roca pelada y... sobre uno.
Don Uriel La Torre, especialista en conservación de Proabonos observa con ternura a un pichón recién nacido, nos explica cómo la protección de las aves guaneras garantiza no solo la producción del fertilizante, sino el funcionamiento del ecosistema marino de las islas: “El 50% de las deyecciones de las aves es vertida al océano, fertilizando el agua y permitiendo el crecimiento de plancton. De esta forma, los cardúmenes de anchoveta obtienen sustento. El ciclo se renueva en un típico caso de simbiosis. Sin las aves, el mar sería pobre y la población de anchovetas decrecería más”.
Caminar por las islas es una aventura indescriptible. Miles de piqueros comunes descansan sobre una capa de guano, imperturbables ante nuestra presencia. Nidos repletos de huevos y pichones por todos lados. Legiones de guanayes moviéndose en masa como una capa negra que el viento ondea a su antojo… y los cantos ensordecedores de las aves. Pocas veces se puede ser testigo de tanta vida.