El Peruano
Año 5. Edición Nº 268. Jueves 16 de agosto de 2018

ESPECIAL
ÁRBOL TRADICIONAL

Salvando a la queuña

La necesidad de proteger la flora andina que crece en las alturas cusqueñas originó “La ruta de la queuña”, un recorrido para turistas amantes de la naturaleza. Texto y fotos: Juan Puelles
Está nevando. Hace más que frío. Hiela. Tirito. La carretera está cubierta por un grueso manto de nieve. En las laderas montañosas que desaparecen entre la gélida niebla, los resistentes Polylepis (llamados queuñas, queñuales, queñoas o quinuales, enfrentan con estoicismo la arremetida climática. Se trata de estos míticos árboles andinos de rojos y retorcidos troncos que deslumbran la vista.
En las mesetas montañosas del Cusco, unos árboles se juntan en bosquecillos en pos de abrigo.

Estamos al noroeste de la ciudad imperial del Cusco, como parte de esta ruta que une naturaleza, tradición y conservación en la majestuosa cordillera Urubamba (llamada también Vilcanota por algunos investigadores, unificándola con la cordillera Vilcanota, ubicada al sur).

Debo confesar que me da pereza levantarme tan temprano, como ahora que el vuelo sale al rayar el alba, pero que es superable, especialmente al saber que pisaré –una vez más– suelo cusqueño. La invitación está cursada a mi nombre. La envía la Asociación Ecosistemas Andinos (Ecoan), para un especial recorrido en esta parte de los Andes.

Constantino Aucca es el presidente de Ecoan, esta institución que lleva 17 años abocada a la conservación de los ecosistemas andinos, que cuenta con la participación comunal y que considera al turismo una gran herramienta.

“Lo avanzado me llena de energía y ánimo para seguir haciendo más conservación. Las comunidades no solo viven de mensajes y reuniones. Necesitan también beneficios y alternativas que deriven de la conservación. Además, el turismo les brinda posibilidades de desarrollo. Damos fe de los logros”, afirma Constantino.

Estamos en agosto, pero parece que el clima no se ha dado cuenta, pues en esta época el sol debería estar brillando imperturbable y no escondido entre un grueso manto nuboso. Desde Ollantaytambo tomamos rumbo a la microcuenca Patacancha, a recorrer uno de esos logros que hacen que Constantino no deje de sonreír.

Ecosistemas

La gran altitud de los Andes y su clima extremo, con duros contrastes en temperatura y esa dificultad para captar el oxígeno generan ecosistemas en que los procesos vitales deben adaptarse al hábitat.

Así, en varias laderas y mesetas montañosas de Cusco, unos árboles muy especiales se juntan en bosquecillos, como en busca de abrigo: son los Polylepis, una maravilla de la flora andina, más conocida como queuñas.

Sabía de la existencia de las queuñas, de cómo las rojas y peculiares láminas que cubren sus troncos, a modo de frazadas, las protegen del frío. Pensé que era una planta más de las montañas, pero en este viaje aprendí de su importancia. Aparte de ser el género arbóreo que se desarrolla a mayor altitud en el mundo; que existe una veintena de especies y, cuando el clima se pone especialmente implacable, entra en una suerte de hibernación para no sucumbir, el Polylepis es, en lo que a captación de agua se refiere, fundamental.

Las claves
  • Todos los caminos conducen al Cusco: por vía aérea , el recorrido tarda una hora y 15 minutos de vuelo.
  • Cada vez existen mayores frecuencias de vuelo y ofertas. Consulte varias webs para obtener mejores precios en línea.
  • Para esta ruta en especial les sugerimos consultar en www.vilcanotatrek.com

Pero, para variar, la queuña está en situación vulnerable debido al sobreuso. Precisamente, para paliar esta situación, es que se impulsa la Ruta de la Queuña, donde el Polylepis es el protagonista y algunas comunidades como Ollanta, Huilloc, Patacancha y Rumira Sondormayo, son las coprotagonistas comprometidas en preservar y reforestar este mítico árbol. Saben que protegiendo la queuña, aseguran la disposición de agua, y eso es de primer orden, pues sin agua, la vida, simplemente, no existiría.

La lluvia toca la puerta, pero eso no amilana la festiva bienvenida que los pobladores, cuyas vestimentas son de un rojo apabullante, brindan en cada pueblo. El poderoso sonido del pututo (caracol empleado como instrumento musical) imbuye de solemnidad nuestra visita. Los comuneros danzan, ríen e invitan a conocer su vivero. Allí, con el cuidado debido, cientos de queuñas bebé esperan formar parte del proceso de reforestación.

La dedicación y el compromiso de los pobladores por la conservación son admirables. Avanza la hora y el almuerzo espera. Una deliciosa pachamanca, en medio de estos parajes, sella un día de contacto y aprendizaje. A la mañana siguiente, veremos los dominios del encantador Polylepis.

El ascenso

Madrugamos. Casi a las cinco de la mañana tomamos la vía que va de Ollantaytambo a Quillabamba y subimos al abra Málaga, a los confines de los hielos eternos; aunque, por obra y gracia del calentamiento global, ya no son tan eternos.

Pensamos que el sol nos recibiría, pero la que nos recibe, plena, es una fuerte nevada. Además, la neblina envuelve todo en un frío congelante. Clima loco. Y allí, sumidas en un espeso manto de nieve, las queuñas asoman en las laderas, acurrucándose, formando extensos bosquecillos, soportando las inclemencias de este tiempo indeciso.

Iniciativa andina
  • Todos los caminos conducen al Cusco: por vía aérea , el recorrido tarda una hora y 15 minutos de vuelo.
  • Cada vez existen mayores frecuencias de vuelo y ofertas. Consulte varias webs para obtener mejores precios en línea.
  • Para esta ruta en especial les sugerimos consultar en www.vilcanotatrek.com
  • Para esta ruta en especial les sugerimos consultar en www.vilcanotatrek.com

Por ahí, una remolinera real (Cinclodes aricomae), ave emblemática de estas zonas y especialmente de la queuña, vuela hacia el bosquecillo en pos de refugio.

El frío y la nevada ahuyentan. Es momento de regresar. A medio camino y en pleno temporal, una despreocupada recua de llamas y alpacas, arropada en la nieve, mira a este grupo de visitantes que tirita, pero que no deja de fotografiarlas.

Un representante comunal afirma con total autoridad: “Proteger a las queuñas, el agua y la naturaleza, es proteger a las futuras generaciones”.

En esta zona de los Andes, aquello no solo es un discurso, es una realidad entendida por todos. Sí, las generaciones venideras, desde ya, lo están agradeciendo.