El Peruano
Año 5. Edición Nº 279. Jueves 22 de noviembre de 2018

ROMPA LA RUTINA

AYACUCHO
ES LIBERTAD
ESPECIAL
AYACUCHO, SIEMPRE
33

razones para visitarla

Solo la ruta de las 33 iglesias que definen el sentido religioso de Ayacucho o visitar el santuario histórico de la Pampa, donde se logró la independencia de América, revelan las posibilidades que la ciudad ofrece al viajero. Pero hay más: tradición, cultura viva, gastronomía. No se lo puede perder. Texto y fotos: Rolly Valdivia
Decidido. Sin alegatos ni acalorados argumentos, sin intervenciones de terceros ni entregas de salvoconductos, buscarás asilo en las calles de una ciudad que ya conoces, en un destino al que partirás tan solo para escapar de tus implacables perseguidores: la rutina, la tensión, el caos urbano que te estresa, te consume, te acorrala en un proceso nefasto que podría condenarte a ser prisionero de tu propia cotidianidad.

Días, semanas, meses de horas iguales, sin sorpresas ni aventuras, sin inspiración ni aires de libertad. Eso es lo que estás viviendo ahora, pero no eres el único, muchos esperan la misma sentencia. Quizá ellos, al igual que tú, deberían de escapar y buscar refugio lejos de casa, para volver a sentirse plenos en espacios cargados de historia y tradición, de creatividad y buen sabor, de plegarias y dulces tentaciones.

Quedas preso de la impresión ante tanta variedad de objetos hechos por manos ayacuchanas.

Tienes que ponerle fin a esos días sin matices. No importan los dichos de aquellos que no se atreven y aconsejan desde la conformidad de su condena citadina: que lo mejor es quedarse, que en diciembre hay muchos gastos, que lo prioritario es ahorrar y guardar pan para mayo; pero, lo lamento, eso es prácticamente imposible cuando el pan está calientito y recién salido de un horno artesanal, antiguo, centenario.

Y es que las chaplas huelen bien rico, esas chaplas humeantes que comerás hoy o mañana en Ayacucho (2,761 m.s.n.m.), la región y la ciudad que será tu asilo y tu refugio. Allí, en sus calles y plazas, en sus templos coloniales y barrios de artesanos, en sus zonas arqueológicas y en su pampa libertaria, te sacudirás al fin de esa rutina que te limita y que llega a ser tan perversa que se roba tus palabras.

Así empezarás tus días, comiendo ese pan doradito y con poca miga que lleva anís, sal y su poquito de azúcar. Se vende en el mercado y en panaderías modestas y sin artilugios tecnológicos, en las que se prepara con leña y desde siempre, ese auténtico clásico ayacuchano. No lo dices tú, lo afirma Pippo Maryober Yupari, guía, amigo, conocedor de ese y otros lugares que debes recorrer durante tu escape.

Recorrido de fe

Tu ruta de liberación incluye un recorrido por alguna de las 33 iglesias erigidas en tiempos virreinales en Huamanga, el nombre oficial de la ciudad hasta el 15 de febrero de 1825, cuando por un decreto de Simón Bolívar sería llamada Ayacucho, en honor a la pampa en la que los patriotas derrotaron a los realistas. Fue entonces que José de Canterac, jefe del estado mayor de los vencidos, firmaría la capitulación.

Vientos de libertad en el Santuario Histórico de la Pampa de Ayacucho (3,275 m.s.n.m.) y en el Museo de Sitio de Quinua. Lo sientes y lo respiras en el Obelisco de 44 metros de altura, erigido en el campo de batalla al conmemorarse los 150 años de la gloriosa jornada del 9 de diciembre de 1824; también en la llamada Casa de la Capitulación, donde se sellaría la independencia de la América española.

Ahora, ya no sientes las ataduras de la rutina. Vas ganando en tu particular batalla contra el estrés. Pero la victoria aún no es definitiva. Falta despertar tu creatividad dormida. No será difícil. Ayacucho es tierra de artistas que moldean iglesias de campanarios torcidos, que encajonan sus fiestas y costumbres en coloridos retablos, que esculpen pesebres en piedra de Huamanga. Aquí también se canta, se pinta, se teje.

Una vuelta por Quinua

Visitar los talleres de Quinua para aprender un poquito del arte de sus alfareros. Ver el proceso creativo de sus obras, enterarse que muchos de ellos continuaron moldeando y pintando en los años sombríos del terror. Volver a la centenaria Huamanga, a su plaza enorme en la que Antonio José de Sucre cabalga eternamente, a los atrios de sus iglesias y a las calles que conducen al barrio de artesanos de Santa Ana.

Historia, sabores y artesanía
  • Ayacucho es accesible por vía terrestre en un recorrido aproximado de 10 horas y por vía aérea, tras un vuelo de una hora.
  • La Pampa de Ayacucho recibió la denominación de santuario el 14 de agosto de 1980, por ser el escenario de una de las batallas por la independencia de Sudamérica.
  • La antigua cárcel de Huamanga, hoy galería de artesanos, se ubica en la plazoleta María Parado de Bellido.
  • Chapla: la panadería Bolívar, al costado del templo de la Buena Muerte, es una de las más tradicionales.
  • Visite el monasterio de Santa Teresa, donde las monjas preparan postres de sabor celestial.

Encuentro con pintores, tejedores y escultores. Regocijo para los sentidos. Visiones que te relajan y te revitalizan tanto que te dan ganas de prolongar tu estadía y de seguir explorando. Todavía te falta mucho. Aún no has ido a la cárcel convertida en galería. Y es que hoy, donde antes se purgaban penas, los miembros de la asociación de artesanos Shosaku Nagase exhiben y comercializan sus mejores creaciones.

Quedas preso de la impresión ante tanta variedad. Al contemplar tantas piezas y objetos creados por manos ayacuchanas, te acuerdas de los que te aconsejaban la conformidad citadina. Les sacarás pica, les llevarás un regalo que los invite a romper con sus rutinas, que los anime a alejarse de la opresión urbana para que el 2019 sea un año viajero.

Así podrían conocer la cueva de Pikimachay, donde el arqueólogo Richard MacNeish encontraría restos de instrumentos líticos de 20000 años de antigüedad –los cuales habrían sido elaborados por humanos–; o la pétrea capital de los wari, la ciudad que albergó los sueños de expansión de un pueblo que entre los años 600 y 1100 a. C. consolidó el primer imperio de esta parte del mundo.

Un viaje a las raíces de la civilización y el desarrollo andino. Una travesía que continúa en las zonas arqueológicas de Pumacocha o Intiwatana –un palacio, un torreón, un reloj solar, unos baños para el hijo del sol, una piedra ritual– y la famosa Vilcashuamán, con su usnu –espacio ceremonial– que revela la importancia de esta llacta (ciudad) prehispánica. Quizá por eso, los ibéricos levantaron una iglesia sobre las piedras incas.

Una estampa clásica de Ayacucho. Lo andino y lo español en fusión o en contraposición. Depende de la percepción del viajero. ¿Tú qué piensas?... es sencillo, seguirás peleando contra la tensión cotidiana en el bosque de puyas de Titancayoc, en las cataratas de Cangallo, en la Ruta de la Papa sembrada en Condorcocha.