Ser digital


Sueños y pesadillas de una artista del siglo XXI.



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MAESTROS DEL PAPEL


En Nuevo Chimbote, un grupo de jóvenes utiliza su tiempo libre para fabricar papeles finos de algodón. Con ello, no solo apoyan obras sociales que benefician a niños en cuatro países, sino que también su producción compite con la de importantes centros papeleros de Europa.


escribe: HUGO GRÁNDEZ / FOTO: LILIANA ABANTO

  • LABOR VOLUNTARIA

    El sacerdote salesiano Ugo de Censi es el principal impulsor de esta taller-fábrica de papeles finos. Hace 45 años fundó en Italia la operación Mato Grosso, en que jóvenes voluntarios realizan algunas actividades manuales o artesanales para recaudar fondos y ayudar a obras sociales. En el Perú, están en Áncash, Cusco y Huánuco. Su obra más conocida es la Escuela de Tallado de Don Bosco de Chacas (Áncash), donde se fabrican hermosos muebles de madera, muy cotizados y con calidad de exportación.

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    Hasta hace un par de décadas, los enamorados solían enviarse cartas de amor. Escribían sobre la hoja de un cuaderno o sobre otro tipo de papel que estuviera a la altura de sus sentimientos. Los había de colores, formas y tamaños. A veces, incluso, al final del escrito, rociaban gotas de algún aroma del gusto de la persona amada o se las ingeniaban para pegar pétalos de flores. La idea era plasmar en aquella hoja de papel sus sentimientos y que ello perdurara en el tiempo.


    La intención de impresionar viene de tiempos remotos. Desde su aparición, el ser humano ha sentido la necesidad de utilizar una superficie lisa para expresarse. Sucedió con los petroglifos del Neolítico, los papiros egipcios, las tablas de bambú del Asia Oriental, los pergaminos hechos con piel de becerro, oveja, cabra o carnero y curtidos con cal en Europa, y con el papel como lo conocemos hoy, inventado en China. Con el tiempo, el papel se convirtió en una de las expresiones emblemáticas de nuestra cultura, tanto que es parte de nuestra vida diaria. En la actualidad, hay cientos de tipos y tamaños. Pero, en el Perú hay un solo lugar donde se fabrica de forma artesanal uno de los papeles más finos del mundo: el de algodón.


    HECHO A MANO

    Todo empezó con un encuentro casual entre el sacerdote salesiano Samuele Fattini, el misionero Arturo Ballabio y el empresario papelero italiano Ángelo Moncini. El padre Fattini comentó que en la comunidad había necesidad de impulsar una actividad económica para combatir la desocupación que afligía a los jóvenes de su parroquia.


    Con la experiencia de Ballabio en las misiones de la obra salesiana denominada Mato Grosso, en Sudamérica, y los 40 años de trayectoria en la industria del papel de Moncini, decidieron poner en marcha un taller-fábrica de papel en Nuevo Chimbote, que utilizara el algodón como insumo principal.


    La idea nació con una característica muy innovadora, pues se pondría en marcha la primera planta productora de papel fino hecho a mano de altísima calidad en el Perú, capaz de competir con los más renombrados centros papeleros europeos y gestionado como una moderna empresa que fuese inserta en un contexto social caritativo, como el parroquial.


    FINEZA DE PAPEL

    Giacomo Pezarezi, voluntario italiano, está a cargo de la producción de hoy. Deben preparar un pedido de tarjetas para uno de los cinco restaurantes más famosos del mundo, ubicado en Lima. El detalle está en que estas tarjetas estarán incrustadas con ingredientes andinos usados en la preparación de sus platillos.


    Los operarios son todos jóvenes voluntarios de la parroquia María Auxiliadora del barrio de Bella Mar. Anthony Dávila cierne la pulpa de algodón procesada para darle forma en un bastidor que le da tamaño y gramaje al futuro papel. Juan Zúñiga y Carlos Salas van incrustando hojas de oca, huampo, algarrobo y coca. Y, finalmente, Keny Sánchez termina de pasar una última capa líquida del preparado de algodón para que queden sellados los ingredientes andinos. Luego, pasará al secado, prensado y acabados finales. Y ya está.


    Aquí también se prepara papel de acuarela, un tipo de papel de alta calidad que es empleado como lienzo por pintores nacionales y extranjeros. De hecho, varios pintores europeos hacen pedidos anuales para asegurarse de contar con este insumo clave en sus obras.


    Dice Giacomo Pezarezi que hacer papel es un arte. “Pero hacerlo sabiendo que con eso ayudas a niños y jóvenes en necesidad es una satisfacción. Y lo más importante es hacerlo utilizando exclusivamente fibra de algodón, porque se minimiza completamente el impacto ambiental y la desforestación. Esa es nuestra contribución como jóvenes desde esta parte del país”.

TRES PESADILLAS


¿Cuáles son los miedos constantes de un dibujante del siglo XXI? Nuria Muro, ilustradora que explora las ventajas de la era digital, comparte los sentimientos que invaden a empellones el espíritu del artista, sin importar la generación a la que pertenezca.


escribe: LUIS M. SANTA CRUZ

  • “Ella es consciente de que en el medio digital, donde se crea un sinfín de contenidos por segundo, es vital destacar sea como sea”.
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    Con algo de suerte, si pasas caminando por cierto café de Pueblo Libre encontrarás a Nuria Muro dibujando. La ilustradora vuelca todos sus fantasmas –los buenos, los malos y los peores– sobre la hoja de su bitácora, al lado de una fuerte carga de cafeína y uno que otro dulce. Los dibujos de trazo alegre invaden el papel y luego serán digitalizados para una red social que ahora es la principal plataforma para artistas como ella que esperan llegar a más público mediante el ‘like’ y el ‘compartir’.

    Pero no todo es fácil. Hay pesadillas que aparecen en la mente de Nuria incluso despierta, todas ligadas a la pasión de ilustrar. Todas con alguna posibilidad de hacerse realidad si es que las cosas no salen como ella espera.


    La propiedad

    La primera pesadilla, la más recurrente, es que le roben el crédito de su trabajo. Más de una vez ha visto pulular por internet ilustraciones suyas a las que le han borrado la firma o han trastocado el mensaje original. Dibujos animalistas o de corte romántico se convirtieron, por maldad, en torpe propaganda política. La magia del Paint y el Photoshop puede borrar en segundos la propiedad de un trabajo que tomó días u horas.

    Ella es consciente de que en el medio digital, donde se crea un sinfín de contenidos por segundo, es vital destacar sea como sea. Que el usuario simplemente vea y disfrute el contenido que haces es un logro, pero siempre está el riesgo de que llegue a los ojos del público mediante el plagio y la modificación. Ahí se dibujan los limites, ahí comienza el miedo.

    Esto es un ataque al esfuerzo de quien genera el contenido, quitándole crédito y valor a lo que hace. Una agresión que pocas veces se soluciona, ya que al reclamar siempre obtiene una respuesta cargada de desprecio, aunque demasiado habitual: “Oye, al menos te están conociendo, no sé por qué te quejas”.


    La valoración

    La segunda pesadilla no es nueva. Es más, la acompaña desde sus años de estudio y durante la época en que decidió que quería dedicarse profesionalmente a la ilustración: ¿Qué pasa si la gente no toma en serio su trabajo?


    El arte y el diseño son profesiones muy usadas y necesarias, pero a la vez poco valoradas. Con el auge de los medios digitales, elementos como la estética y el tema visual se han vuelto prioridades al momento de generar contenidos.


    Sin embargo, aún se tilda a estas disciplinas como algo “arriesgado”, “poco importante” o “fácil”. Más de una vez, al decir a qué se dedica, ha tenido que explicar lo complicado que es el proceso ante los individuos que lo resumen como “algo que mi sobrino de 15 años también podría hacer con una computadora”.


    Vivir del arte y del diseño es difícil, por el mismo hecho de que el público peruano, que guarda un pensamiento tradicional, todavía piensa que la labor artística está por debajo de otras profesiones, como la Ingeniería y la Medicina.


    La relevancia

    La tercera pesadilla es la peor y no le pertenece solo a Nuria como ilustradora. Su principal miedo es no dejar un legado por medio del dibujo, no alcanzar de alguna forma la memoria colectiva.


    El pánico de no lograrlo puede volverse desde una simple molestia a un peso enorme con el que uno ya no puede lidiar por más que darle vida a la hoja en blanco sea inevitablemente una catarsis. Entonces, tiene que buscar una alternativa para silenciar las emociones negativas.


    Sucede a veces que el miedo de no lograr nada bueno empuja a probar nuevas alternativas, no necesariamente fieles a lo que uno cree o quiere hacer. Lo que muchos llaman “venderse” y lo que otros reconocen como una forma de sobrevivir. Esto, al final, termina convertido en un problema: al no mantenerse fiel a uno mismo, el contenido pierde su valor original, casi siempre sentimental.


    Y al perder valor, el resultado no es tan memorable ni sustancioso. Nuria sostiene que la mejor manera de evitar esta frustración es hacer las paces con la idea de que el éxito y el reconocimiento pueden estar ahí… pero tal vez no. Es una fuerza de la naturaleza que no siempre está en control de nuestros esfuerzos. En los momentos de mayor crisis emocional, Muro se repite en voz baja que habrá mejores épocas creativas que otras y que mientras uno logre gustar de su propia creación, lo demás viene solo. La satisfacción llegará, de alguna forma.


    Al cerrar su bitácora y guardar los lapiceros, el día de creación termina. En la maleta, las herramientas y los temores esperan por volver a salir y lo harán, sin duda alguna.







Hasta siempre, compañero

Colaborador de Variedades en el sentido preciso del término –el que está siempre dispuesto a apoyar a los demás–, Marcelino Aparicio ganó el Premio de Periodismo Juan Landázuri Ricketts 2015 por el artículo ‘Canto y Sotana’, que publicó en nuestra revista. Hoy nos toca despedirlo como se merece un periodista y un amigo: entre letras y con una sonrisa.


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  • Marcelino Aparicio, compañero querido, aquí estamos los que compartimos una porción de tu azarosa vida. Aquí estamos, todavía, los que disfrutamos de tus inteligentes conversaciones y admiramos tus mohines frente a la injusticia. Aquí estamos, compañero, los que admiramos tu empeño, los que ahora extrañamos tu intenso trajín.

    Tu imagen me lleva a recordar, compañero querido, a doña Toña Rojas, la campesina piurana que transita incansablemente por las páginas de tu obra, Tiro de gracia. Recuerdo el frasco en el que doña Toña guardaba el mejunje de jengibre, algarrobina y hojas de romero. Quisiera pedírselo para darte de beber esa pócima y, así, facilitar tu elevación a la azotea del edificio donde moran los ángeles, allá en el mundo de la fantasía.

    Has partido, compañero, apoyado, fuerte, muy fuerte, en el cayado de algarrobo de tu caliente tierra. El viento del desierto, aquel ardiente desierto de Piura donde aprendiste a caminar descalzo, debe estar soplando sobre tu rostro, fuerte, muy fuerte, para esculpir tu inmortalidad.

    Era julio, poco más de las 12 de la noche. Te llamé, Marcelino Aparicio, y caminaste, rápido, hasta alcanzar el puente de mando, como vanidosamente llamamos al lugar de las jefaturas del diario El Peruano y la Agencia Andina. Era hora de cierre, momento de atropellos y palabras inamistosas.

    Nos topamos, compañero querido, en uno de los pasillos. Una bufanda cubría tu cuello y parte de tu rostro. Te pregunté, preocupado, si te sentías bien. “Una gripe pasajera”, respondiste, y te alejaste. Ni una queja, compañero querido. Trabajaste hasta más de la una de la mañana, y te marchaste.

    Compañero, te marchaste y te llevaste contigo la bufanda y el mal que te estaba matando. Marcelino, esa es la imagen que guardaré: profesional, trabajador, dedicado, comprometido. Hoy te has ido, pero te prometemos que tus colegas –los viejos y los jóvenes periodistas– sabremos guardar tu memoria.

    Compañero querido, aquí estamos los que aprendimos de tu paciencia, aquí estamos los que nos comprometemos a no borrar de nuestras memorias tu imagen, tus palabras, tus letras. Al final de cuentas, como dijo Gabo: “Al escritor no lo mata nadie. Ni siquiera la muerte”.

    Dios te bendiga, compañero querido.

    Ricardo Montero


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    ‘MARCELINDO’, EL LUCHADOR

    “No me dejaré vencer; lucharé hasta ganar”, me repetías con un impresionante buen ánimo cada que hablábamos. Y yo te decía: –Eres un luchador, Marcelindo, ¡no te rindas! Te aferraste a la vida como pocos y, contento, me decías que estabas sanando “con mucha fe”.

    En tus últimos días, estuve contigo y por más que tú dormías profundamente yo te hablaba. Y te contaba que innumerables amigos en común preguntaban por ti y nos habíamos unido en oración. Partiste de este mundo; me queda el consuelo de que ya estás descansando y la agonía para Silvia, tu querida esposa, acabó. De mi mente jamás se borrará la imagen de cuando te sentabas a mi lado en la redacción y me preguntabas: ¿Qué novedades hay, Olaechea, cómo estás? No olvidaré, tampoco, cuando te conocí en Expreso, hace 22 años. Ni cuando me decías que sabías poco de tecnología, porque eras “un primitivo”; o cuando salías disparado y te ponías pálido por un temblor.

    Descansa en paz, Marce.

    Jessica Olaechea


    EL ‘GUA’ DE BAUSATE

    A fines de los 80, en las aulas de la entonces Escuela de Periodismo Jaime Bausate y Mesa, un piurano, morocho y risueño, con sus enormes lentes y su chuspa llena de chifles, llamó mi atención. Conocí a Marcelino en una jornada de lucha estudiantil, cuando, con su inolvidable acento norteño, irrumpió en la asamblea para sumarse a la huelga bausatina. Fue allí cuando pude conocer a un ser noble, original, sin afanes de ‘alimeñarse’, de amenas conversas y alucinantes historias de su querida Paita. Él era un popular ‘Gua’ de Bausate, quien no dudaba en interrumpir a los profesores con sus curiosas preguntas o críticas a determinados temas del quehacer periodístico. Recuerdo su frase: “Gua, profesor, eso no puede ser”, con su agradable forma de hablar.

    Desde entonces mil anécdotas nos unieron. Nuestros caminos en esta carrera se juntaron en varias redacciones y pude conocer al hombre de prensa. Marcelino era un periodista nato, cuestionador de las ‘verdades fabricadas’, cazador de historias ocultas y con una privilegiada pluma. Los que lo conocimos bien sabemos que fue un gran periodista, noble, de perfil bajo, sin afanes de popularidad, solo con el deseo de escribir historias. Pese a su enfermedad, Marcelino siguió planeando la que hubiera sido su primera novela. No dejaba la computadora, sus apuntes y sus libros. En una de las últimas conversas que tuvimos, le sugerí que descanse, que deje eso para después. Y él me respondió: “No puedo, cholita, esto es lo que me hace sentir mejor”. Así era él, el periodismo y la literatura no eran parte de su vida, eran su vida.

    Katia Aguirre


    EN EL RECUERDO

    El ejercicio periodístico nos somete, casi siempre, a situaciones de mucha presión. Hay que aprender a manejarla, sobrellevarla, como supongo Marcelino Aparicio Jiménez intentó, utilizando esa experiencia forjada en cada sala de redacción por la que pasó. Quizá siguiendo los consejos de los viejos maestros del periodismo, que exigían ese talante y esa fuerza para lograr el prototipo de profesional, Marcelino asumió el reto y le dio rápida forma a su sueño de escribir. No era poca cosa para él hacerlo, era un tema de absoluta relevancia. Por su naturaleza, extracción social y por ese espíritu contestatario, sabía que era el arma más poderosa que tenía para comunicar lo que, desde su perspectiva personal, constituía un modelo de sociedad más equitativa, con oportunidades para todos.

    Era un lector voraz: gustaba de la historia y de la literatura francesa. También de nuestros retratistas de la realidad andina y de los poetas puros. Aprendió que la vida funciona con ritmo poético, pero casi siempre sin métrica, y le tocó constatar, desde su labor periodística, cada vaivén doloroso de nuestra historia.

    Morir a los 51 años es injusto. Casi siempre es la edad estelar. En el caso de Marcelino lo era, había procreado una criatura y su primer libro, Tiro de gracia, en el que describe la violencia política de los últimos años en el país, ya merecía generosos comentarios por su ritmo intenso y descarnado. No tuvo tiempo para celebrar. El cáncer artero y despiadado, aquel que aflora cuando la intensidad de la presión devasta todo, lo emboscó y lo privó de eso que hubiese sido lo más justo para un luchador como él: disfrutar de la vida, el amor y el halago merecido.

    Gabriel Valdivia


    MARCE, EL DIVERTIDO

    Cuando empezó a trabajar con nosotros en el cierre de edición de El Peruano, en agosto del 2011, Marcelino Aparicio puso de moda una frase para anunciar que la jornada había terminado en nuestra sala de redacción. “¡Murió la flor!”, exclamaba, satisfecho y sonriente, arrastrando la “r” hasta producir un sonido hilarante. Sin mayor cosa que hacer pasada la medianoche, en esos días nos encargamos de buscar los videos de Los Ángeles Negros en internet y nos propusimos convencerlo de que tenía cierto parecido con Germain de la Fuente, el emblemático vocalista del grupo chileno. Marcelino se reía de costado, sin enfadarse: “¡No jodan, oye!”, decía. Y se iba a su casa.

    César Chaman

EL TORERO ICONOCLASTA


Uno de los periodistas españoles más importantes de la primera mitad del siglo pasado, Manuel Chaves Nogales, escribió una de las mejores biografías del siglo XX, la del matador que revolucionó el toreo moderno: Juan Belmonte.


Escribe: RUBÉN YARANGA

  • Manuel Chaves Nogales dio una lección de literatura y una lección de periodismo. El periodismo que logra ascender al ámbito de la gran literatura.
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    La fiesta brava tiene un arraigo popular en España y la afición se desvive por uno u otro matador, lo defiende a capa y espada. Se convierte esto en guerra popular, aparecen los bandos. Lo que se escribió fue hecho por el periodista español Manuel Chaves Nogales, que no era un entendido de la tauromaquia, pero que bordó una faena de padre y señor mío, con maestría en el capote y con destreza y precisión en el momento de la suerte final con la espada. Esta es la historia del periodista y del torero: el primero responde al nombre de Manuel Chaves Nogales; el segundo se llama Juan Belmonte, a quienes los liga la biografía Juan Belmonte, matador de toros.


    El que haya leído la biografía de Juan Belmonte tiene que coincidir con lo que escribe Felipe Benítez Reyes al prologar el libro: “Manuel Chaves Nogales dio una lección de literatura y una lección de periodismo. El periodismo que logra ascender al ámbito de la gran literatura”. Es verdad, la obra tiene anécdotas en que las manos del periodista toman las riendas para llevarlas hacia otro ámbito, el de la literatura, y contarlas con gracejo y maestría.


    Nada quería saber de la fiesta brava Chaves Nogales, nacido en Sevilla en 1897. Ese prejuicio no fue un obstáculo; no lo atrajo el arte, sino el artista: Belmonte, personaje carismático, popular. Para comenzar a escribir, Chaves Nogales se reunió en varias oportunidades con Belmonte, quien en ese entonces era un sol en toda su plenitud.


    Este le contó anécdotas de su vida, como la de querer ser cazador de leones por la influencia de lecturas de aventura, la de su viaje a Lima y de cómo conoció a la que sería su esposa, etcétera.


    Lo que recogió, lo aprovechó para escribir la biografía. Belmonte no se mordía la lengua para decir que desconocía las reglas del toreo, que no las tenía y que no creía en ellas. Seguía su camino, igual que muchos artistas que manifiestan que lo mejor que ellos pueden dar procedía de lo que sentían; en su caso, la teoría y la praxis del toreo se evidenciaban cuando él se enfrentaba al astado. Era el encuentro con la verdad suprema, por eso decía: “Yo siento el toreo y lo ejecuto a mi modo”. Toreaba a su manera y no seguía a nadie, excepto a él. El artista debe ser inigualable y no tiene un par en lo que hace porque su sentir es único, personal. Así era El Pasmo de Triana, el torero iconoclasta.


    En Juan Belmonte, matador de toros, Chaves Nogales relata con pulso singular la vida del niño que en el campo toreaba teniendo como único testigo a la luna, jugándose la vida entre los cuernos del ganado y las balas de los guardias. Todo por un sueño, el de vestir de luces y ver la cara de la muerte en los cuernos de la bestia. Por los aplausos y salir en hombros por la puerta grande de los cosos españoles y de América. En Lima conocerán de su talento con el capote y con la suerte en la espada. Un triunfador. O ser embestido por el toro y llevado a la enfermería para ser curado o recibir la extremaunción.


    Torero glorioso

    Tiempo y perseverancia sirven para cuajar al matador. Teseo enfrentando al Minotauro. Vivencias y pendencias del pequeño Juan y sus amigos que respiraban el mismo aire que él: ser torero. La ley del más fuerte en este pequeño mundo competitivo y del que uno solo beberá de la copa de la fama. Orejas y rabo serán para esta faena que realiza Juan Belmonte contra la vida.


    Esta biografía, que primero fue folletín, aparece en 1935 y cuenta la historia de aquel niño pobre que se convirtió en un matador de toros glorioso y millonario. “Aquel torero glorioso y rico que acabo metiéndose un tiro, porque quién sabe lo que pasa por dentro de nadie cuando decide ser nadie”, así da la estocada Benítez Reyes para acabar la faena del prólogo.


    ruedo y muerte

    Diferente fue lo que el destino les deparó a Chaves Nogales y a Juan Belmonte. El periodista abandona España para irse Francia. La razón de su exilio: denunció las tropelías y maldades cometidas por los republicanos y monárquicos, algo que le granjeó la enemistad de ambos bandos. Siempre objetivo y ciñéndose a la verdad, escribió, además de la biografía, La vuelta a Europa en avión. Un pequeño burgués en la Rusia roja (1929), Lo que ha quedado del imperio de los zares (1931), la novela El maestro Juan Martínez que estaba allí (1934). Huyendo de los alemanes que toman Francia, se va a Londres, donde a los 47 años fallece; pero antes publica La agonía de Francia.


    La muerte siempre ronda al torero y este coquetea con ella, salen juntos al ruedo. Miedo, hasta los valientes, y Belmonte sufrió varias cornadas. Lo único que le faltaba para conseguir la gloria, era morir en un coso. Sangre y arena hubo, pero del último aliento, nada. Joselito, su amigo, –no había rivalidad entre ellos. Eso era cosa de la prensa– halló la muerte el 5 de mayo de 1920 en los cuernos de Bailador, en Talavera de la Reina; Manolete muere desangrado por una cornada de Islero en la plaza de Linares, el 29 de agosto de 1947. Eso es la gloria, lo dice Valle-Inclán. El destino le preparaba a Belmonte otro guion. Tenía 72 años y de un disparo en la cabeza pone el punto final a su vida. Entierro en olor a multitud.

LA TINTA DEL DESIERTO


Tras ser por muchos años un creador multifacético, Dante Guevara ha descubierto la raíz de su progreso en la tinta del guarango, un árbol emblemático de su hogareña región Ica. Hoy, el artista anhela que sus finos trazos de tonos sepias eduquen a los más jóvenes.


Escribe: ARNOLD PIEDRA S.

  • ÁRBOL MILENARIO

    Guevara descubrió que en la zona altoandina de Ica se bebe caña con raíz de guarango, un elixir que alarga la vida de los pobladores. El origen etimológico de ‘huarango’ está en la voz quechua ‘waranqa’, que significa ‘mil’ y hace referencia al tiempo que vive este árbol, como el ejemplar de 1,115 años que está en el distrito de Santa Cruz, provincia de Palpa.

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    La tinta de guarango concentra las lágrimas del único noble que llora en el desierto iqueño, explica a sus alumnos Dante Guevara, de forma poética, al empezar su taller de pintura en el centro cultural Peruano Japonés. Gente de todas las edades escucha con curiosidad su cátedra antes de plasmar trazos en cartulina.


    Guevara ha hecho pintura, cerámica, escultura, dibujo, fotografía y hasta caricatura. Sin embargo, desde hace nueve años es más conocido por su pintura con tinta de guarango, una antigua técnica que aprendió del filósofo Alberto Benavides Ganoza, quien se dedicaba a la agricultura en Ica mientras rescataba del olvido a la tinta.


    Dante trabaja, principalmente, temas ancestrales. Esta mañana expone dos lienzos suyos: una deidad chavín y un grupo de amautas. Otros temas son las estampas iqueñas: el desierto, la campiña o la pisa de uvas, todos plasmados mediante tonos y matices que brindan contraste, profundidad y vida a los dibujos. Es hora de iniciar la clase.


    ARTE ECOLÓGICO

    ¿Qué diferencia a la tinta de guarango del óleo o la acuarela? Su origen ecológico. En el taller, Guevara puntualiza que dicha tinta tiene también otras propiedades artísticas: presenta una gran soltura plástica que permite que, desde un único marrón oscuro, se produzca una gama amplia de tonos sepias, los cuales se oscurecen más con el sol y con el tiempo.


    Ahora, enseña a dibujar un árbol de guarango usando un pincel y una técnica peculiar. “Echen tinta sobre la cartulina y soplen levemente sobre ella para formar las hojas. ¡Sin salpicar a la cara del compañero!”, indica el maestro, entre risas. Como remate, se utiliza una cuchilla para crear incisiones en la cartulina que generan los efectos de luz. Gracias a su talento, Dante Guevara ha expuesto en galerías de Japón, Estados Unidos y Europa. Sus obras se hallan, de manera permanente, en lugares tan distantes como la Universidad de Wittenberg, Ohio, y la Embajada del Perú en Polonia. Sin embargo, su gran desafío es concientizar al público sobre el medioambiente.


    Sostiene que el arte ecológico es no solo utilizar materiales ecológicos o tratar temas ambientales, sino también llevar un estilo de vida ambientalista. “Por ejemplo, yo vivo de forma sostenible en una casa de adobe”, relata el pintor iqueño.


    Dante tiene la misión de buscar nuevas técnicas ecológicas, para lo cual estudia las lágrimas de otros árboles, como el mango, la pecana, el eucalipto y el nogal, sin descubrir todavía una tinta equiparable a la del guarango. “La tinta del algarrobo es muy aceitosa y la de uvas pisadas con el tiempo se transforma de morada a ploma”, refiere, asombrado.


    VALOR NATURAL

    Guevara se dedica también a investigar al guarango, por lo cual ha revisado los escritos del padre Bernabé Cobo, el primer naturalista en estudiar dicha especie en la colonia, y los del arqueólogo Julio C. Tello, quien descubrió que el éxito de la momificación en los fardos funerarios Paracas se debe a la melaza de guarango usada sobre los cuerpos.


    La guaranga, la fruta del árbol, y las mismas lágrimas poseen propiedades medicinales. Dante cuenta que una dosis diaria de lágrimas lo salvó de una intoxicación mortal en 2013: “El guarango me salvó y no solo clínicamente. Como me prohibieron pintar con óleo, por ser tóxico, tuve una razón más para desarrollar mi arte de guarango y logré muchas satisfacciones”.


    Ya por la tarde, los participantes del taller quedan satisfechos con lo aprendido. Antes de que se forme una fila para estrechar la mano del artista, una señora, la mayor del grupo, pide un aplauso para el maestro Dante Guevara. Pero él, sonriente, replica: “Mejor, un aplauso para el guarango”.

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Romeo y julieta


En versión claun

closeEn el auditorio Icpna de Miraflores (Av. Angamos Oeste 160).

Se pone en escena un clásico de Shakespeare en clave de claun, para cuestionar con humor nuestros valores y el rol de la mujer. Dirige Laura Silva. Actúan Valeria Escandón, Daniel Cano, Luciana Arispe, Dusan Fung, Giuliana León y Renato Pantigozo. Del 22 de febrero al 18 de marzo (20:00 horas). General: 53 soles. Estudiantes: 32 soles. Lunes populares.

Teatrokeyboard_arrow_up

Psicosis de las 4:48

Monólogo

closeAlianza Francesa (Av. Arequipa 4595).

En el contexto del tercer Festival Temporada Alta (8 al 25 de febrero) el 13 y 14 se presenta la obra Psicosis de las 4:48. Dirige Moisés Maicas. Actúa Anna Alarcón. Ella saca adelante la historia de la dramaturga británica Sarah Kane, quien sufrió una gran depresión cuando escribía la obra. 20:00 horas. Entradas: 45 y 25 soles.

Conciertokeyboard_arrow_up

Música, talleres y más.

Club Lawn Tennis de la Exposición.

closeClub Lawn Tennis de la Exposición.

Las bandas peruanas Bareto, Laguna Pai, Kanaku y el tigre, La Mente, Olaya Sound System, Cuchillazo y Plug Plug, alternarán mañana desde las 11:00 horas con las consagradas Aterciopelados, Auténticos decadentes, Gondwana , Miranda, durante la tercera edición del Solaris Festival. Entradas a la venta en Joinnus.

Tablaskeyboard_arrow_up

Plaza teatro municipal

Ingreso libre

closeTambién habrá jueves de cine y viernes de música.

Cada miércoles de febrero, Lima tendrá un encuentro con el teatro. Este 7 de febrero, desde las 6:00 p. m., apreciaremos el unipersonal La materia de los sueños, del dramaturgo chileno Julio Pincheira, que interpretará y dirigirá Bruno Odar. El 14, con la dirección de Patricia Romero, se presentará Recuerdos con el Sr. Cárdenas, que describe los recuerdos íntimos de una mujer en su niñez con otros que vivió el país en la época del terror. El 21 se pondrá en escena El dolor, escrita por Marguerite Duras y dirigida por Alberto Ísola. La obra describe el dolor y la esperanza de una mujer que espera el retorno de su esposo de la guerra. El 28 se montará la comedia costumbrista Tu madre, la Concho, que muestra los avatares de ciertas madres para impedir que sus hijos dejen el hogar. Actúa Haydeé Cárdenas.