Año 107 / Viernes 16 de febrero de 2018
En vitrina. “Los libros cambian de manos... pero las historias quedan”. Ese es el lema de Roy Vega en su página Librería del Oso.
ENCUENTROS

CULTURA DELIVERY

Vender libros y antigüedades con ayuda de las redes sociales es una tendencia que crece en el país de la mano del entusiasmo de gente que encuentra en esta actividad una oportunidad para cerrar negocios, promover la cultura y hacer buenos amigos.


ESCRIBE: RENZO CHÁVEZ

Manuel Ayala llega a la plaza San Martín, en el Centro de Lima, con una mochila de cuero marrón al hombro. Adentro están esos libros ‘raros y antiguos’ que son el deleite de coleccionistas y bibliófilos. Hoy, si todo sale bien, abastecerá a uno de ellos.
El reloj marca la hora pactada en el inbox; una llamada es más que suficiente para concretar el encuentro y, luego de un rápido intercambio de palabras, Manuel entrega el libro a cambio del monto pactado. Después de eso, siguen sus caminos, viviendo y apoyando cultura lectora.
Al llegar a su casa, el proveedor ingresa nuevamente a su perfil en Facebook para ver los mensajes internos de otros clientes que anhelan tener en sus manos los libros que él oferta mediante esta red social.
La idea detrás de esta suerte de ‘librería delivery’ surge de carambola. Manuel quería depurar su colección particular, además de que los libros –nos pasa a todos– estaban a punto de tomar la casa completa. A mitad de esa tarea, se le ocurrió que podía hacer negocio: “Me di cuenta de que [ofrecerlos en red] era un medio rentable y que podía hallar a personas con un perfil similar al mío”.

SIN BARRERAS
Así como Manuel, otros osados vendedores de libros y productos culturales han trascendido el espacio físico para la promoción y venta de sus productos, gracias a los muros de Facebook, pasando por páginas web, blogs y otros espacios similares.
Ese es también el caso de Roy Vega, poeta, escritor y ahora vendedor de libros por medio de su página en Facebook Librería del Oso, que administra junto a su novia, Tatiana. Ellos incursionaron en esta aventura virtual como consecuencia de la crisis laboral en que cayeron ambos al mismo tiempo. Vender en red –y al paso– fue una alternativa para generarse un soporte económico y una excusa para seguir sumergidos en los jirones Quilca y Amazonas.
A la vez, ofrecer productos con ayuda de las redes sociales es una forma de incrementar la clientela. Ese es el caso de Ronald, un entusiasta comerciante que tiene una tienda de antigüedades en el jirón Camaná. Él comenzó a promocionar su mercancía en redes cuando notó que crecía la comunidad de coleccionistas en Lima y el resto del Perú. Catálogo en línea, negociación en privado, precio final y punto de entrega: suficiente.
Las experiencias de Manuel, Roy y Ronald son solo algunas de muchas que involucran a personas con espíritu innovador y ganas de trabajar. En tiempo de redes, ganar visibilidad y alcanzar más exposición que la que ofrece una galería no implica salir de casa. Incluso, algunos emprendedores transan en red en los ratos libres dentro de la oficina o la universidad.
El procedimiento de promoción, venta y entrega es simple para todos los navegantes de las redes sociales, y debe serlo para el mundo modernizado por internet. El vendedor publica una o más fotos del producto, más una descripción específica, algunos comentarios y el precio de venta. En ese momento comienza la ‘cacería’.
El primer internauta que comenta o envía un inbox separando el producto es el ganador. Luego, solo se debe pactar con el vendedor el lugar y hora de encuentro. En algunos casos, si desea separarlo por un tiempo prolongado, pueden acordar el abono de un porcentaje considerable del costo.

NEGOCIO Y AMISTAD
“Los precios varían dependiendo de si se trata de una primera edición, una rareza, una novedad, una edición limitada, una colección, etcétera”, explica Roy Vega.
Una vez realizada la venta, el comprador puede volver a ver a su proveedor o no. Pero algo es seguro: seguirá revisando su perfil en Facebook para descubrir las recientes novedades que pueda traer. Además de un beneficio económico, los vendedores pueden enlazar buenas amistades con sus clientes y, en muchos casos, llegan a fidelizarse por la afinidad en gustos culturales.
“Mi mayor beneficio es la satisfacción de mis clientes y las buenas referencias a mi persona, además de incrementar mi pasión”, comenta Ronald. Por su parte, Manuel afirma: “No me siento agente cultural, aunque en la práctica eso es lo que hago; parece paradójico, pero así lo llevo”.
Sin importar la motivación o los intereses, los vendedores web de productos culturales hacen más accesible la difusión de mercancías raras y muy valoradas, desde libros recientes hasta colecciones raras de hace un siglo.



“Incursionaron en esta aventura virtual como consecuencia de la crisis laboral en que cayeron ambos al mismo tiempo”.