El Peruano

Año 107 // 3ra etapa // 541 // Viernes 6 de abril de 2018
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“El futuro no existe”

Llegó al Perú desde Cracovia cuando tenía 7 años. Ocho décadas más tarde, cigarrillo en mano, Tomás Unger pertenece a ese grupo selecto de gente que entiende de ciencia pura y la utiliza para explicar las diversas realidades del universo.

ESCRIBE: arturo valverde

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Tomás Unger, uno de los divulgadores científicos más reconocidos en nuestro país, nos recibe en su biblioteca. Allí, además de centenares de libros sobre ciencia, revistas de la National Geographic y ejemplares de Automás, hay un espacio reservado para su colección de pipas. Unger ha dejado de usarlas debido a una parálisis parcial de su rostro, pero esa afección no fue impedimento para que, durante tres horas, tratáramos de vislumbrar el devenir de la humanidad a través del denso humo de sus cigarrillos.

El hombre que fuera piloto aéreo, marino mercante y conductor de autos, está próximo a cumplir 87 años, de los cuales más de 30 los ha dedicado a difundir los avances científicos. Nos preguntamos –con él– si acaso existen algunas pautas para aquellos que sueñan con seguir su camino: “La primera pregunta que uno se debe hacer es ‘para quién escribo, cuál es el público objetivo’. Yo escribo de fisiología y biología para ingenieros y abogados, geólogos, médicos…”, comenta don Tomás.

Aspira el cigarro, arroja una bocanada y acota que en los colegios debería enseñarse una ciencia básica: la astronomía. “Un alumno de quinto de media debería poder seguir mis páginas, pero creo que también hay que enseñar desde muy temprano, desde primaria, algunas cosas básicas de física, matemáticas, que hoy se reservan para la secundaria. Mi ideal es que los maestros de ciencia lean mis artículos y mis libros porque esa es la manera de difundir la ciencia y despertar el interés en ella”.

Tras acabar un paquete de cigarrillos, Unger nos recuerda un instinto básico: “Que no te coman; hay que comer y reproducirse”
Falta mucho

Tomás Unger trabaja en una laptop al lado de una pequeña ventana que da a la calle. Hace unas semanas falleció un hombre que, igual que él, amaba contemplar la inmensidad del espacio y preguntarse sobre el universo: Stephen Hawking, quien además pronosticó que la Tierra moriría en 200 años.

Unger tiene una visión un poco menos pesimista: “La vida en el planeta tiene más 3,000 millones de años y ha sobrevivido extinciones masivas. El planeta va a desaparecer, pero faltan 4,000 millones de años porque el Sol, como todas las estrellas de su tipo, se comprime y después se volverá una gigante estrella roja. Entonces, planetas como Mercurio, Venus, la Tierra y Marte se van a vaporizar porque soportarán una temperatura de varios miles de grados, un nivel de calor en que todos los elementos se vaporizan, desaparecen. Pero falta mucho para ello”.

Desde tiempos inmemoriales, la humanidad ha tratado de buscar las respuestas para el principio y el fin de todas las cosas. No hace mucho se otorgó el premio Nobel a unos científicos que identificaron las ondas gravitacionales que podrían ser el hilo de Ariadna que nos lleve hasta el punto de partida del big bang. Unger dice que el esfuerzo de la humanidad por hallar estas respuestas es una tarea importante: “Estudiando los principios físicos del universo, Einstein planteó la teoría especial y general de la gravedad. Si no hubiera descubierto eso, no tendríamos GPS en los relojes”.

La mayor amenaza
Es probable que la civilización esté condenada a desaparecer, porque la población ha crecido a un tamaño que la Tierra ya no soporta, avizora don Tomás. “Como la naturaleza se defiende sola, algo sucederá. Cambiará la fauna, la flora. Sin embargo, para mí, la amenaza mayor –fuera de que caiga un meteorito– es la sobrepoblación y el agotamiento de los recursos naturales”, dice, mirándonos con un ojo enorme, como si nos viera a través de una lupa.
Hombre tajante

Tras acabar un paquete de cigarrillos, Unger nos recuerda un instinto básico: “Que no te coman; hay que comer y reproducirse”. Ha escrito sobre tantos inventos y avances científicos que me arriesgo a preguntarle: ¿Le gustaría viajar al pasado, se quedaría en el presente o iría al futuro? Y él responde con determinación: “El futuro no existe”.

Tomás llegó de Cracovia, Polonia, cuando tenía 7 años. Siglos de historia europea se resumen en una frase: “Mi madre siempre decía que el error de Polonia fue ponerse entre Alemania y Rusia”.

El divulgador científico está lleno de anécdotas. Una vez se quedó encerrado en el ascensor con Salvador Dalí, una experiencia surrealista. Con nostalgia, cuenta de su amistad con Julio Ramón Ribeyro, ambos alumnos del colegio Champagnat.

Dice que el hombre de Solo para fumadores había comprado un telescopio para ver las estrellas desde Magdalena, pero nunca vio nada debido a la “panza de burro” que tenemos por cielo en Lima. Así que decidieron usarlo para mirar las casas vecinas.