El Peruano
Año 107 // 3ª etapa // 545 // Viernes 4 de mayo de 2018

LETRAS
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FICCIÓN Y LIBERTAD

Jorge Valenzuela explora la poética de la ficción de Mario Vargas Llosa y ensaya respuestas para una pregunta que atormenta a sus lectores: ¿por qué el escritor dejó de lado los grandes relatos de su primera producción y optó por historias menos totalitarias? ENTREVISTA: JOSÉ VADILLO V. / FOTO: LUIS IPARRAGUIRRE # #
“Es interesante la idea de que la gran novela vargasllosiana se escribe durante los 60 y se cierra con La guerra del fin del mundo (1981). Tiene que ver con esta creencia de los escritores del boom latinoamericano de que la novela podía convertirse en un instrumento capaz de revelar la ‘verdad’. Cuando Vargas Llosa empieza a reflexionar sobre la ficción, a mediados de los 80, ve que el texto es el encargado de construir esa verdad, a partir de manipulaciones, de artificios, y él abandona el proyecto de la novela total. Lo pone en cuestión en Historia de Mayta (1984), una ficción sobre escribir ficciones: ¿cuál es la dinámica que genera una historia frente a fuentes documentales, los testimonios y cómo es alterada por las palabras y las mediaciones del escritor? La novela es una edición de la verdad”.

El investigador Jorge Valenzuela Garcés ha publicado La ficción y la libertad. Cuatro ensayos sobre la poética de la ficción de Mario Vargas Llosa (2018), y ahí pergeña acercamientos a esta interrogante sin interesarse en “la novela como género”, “las posibilidades estructurales narrativas” ni las técnicas del género de la novela de MVLl.

“Vargas Llosa distingue entre lo que es la poética de la novela, la novela como género literario y, a partir de los años 80, una poética de la ficción. Para él, los grados de libertad que hemos alcanzado como civilización se los debemos a las ficciones. Sin la capacidad de imaginar mundos posibles, alternos a lo real, no hubiésemos avanzado. Por eso se aferra a la ficción. MVLl es un libertario”.

El hecho de ser liberal lo aleja de la dimensión política de la literatura y lo acerca más a la dimensión individual
–A partir de los 80, cuando elabora su “poética de la ficción”, ¿hay un viraje en la producción literaria de Vargas Llosa?

–Sí, el hecho de empezar a desarrollar una “poética de la ficción” respecto de lo que él cree que es la función que debe cumplir la literatura. Por ejemplo, MVLl entiende que la ficción, aun tratándose de un hecho absolutamente personal, en la medida en que está asociada a la capacidad de imaginar, es un acto puramente individual y, por lo tanto, la literatura debe dar cuenta de esa dimensión individual del sujeto.

–¿Cuál es la diferencia con lo que el propio MVLl creía antes?

–Antes pensaba que la literatura era un instrumento que debía adecuarse al mandato de la política. Y su primera novelística está muy vinculada con el proyecto revolucionario del socialismo de los 60 y 70.

– Este cambio, esta “poética de la ficción”, coincide con el abrazo que le da a las ideas del liberalismo…

–Justamente, MVLl dice “el reino de la ficción es el reino del individuo”. Sus reflexiones respecto a la ficción empiezan a generarse en torno a esta nueva vinculación con el liberalismo político. Es decir, el hecho de ser liberal lo aleja de la dimensión política de la literatura y lo acerca más a la dimensión individual. Eso no significa que en sus novelas [posteriores] no haya política. Hay que entenderlo bien.

–En el 2000 volvería a tocar el tema de la dictadura, en La fiesta del Chivo.

–El tratamiento de los personajes es más importante que el tratamiento de la propia dictadura. Las problemáticas individuales giran de manera muy concentrada. En La fiesta del Chivo están los proyectos y héroes individuales.

–El despertar sexual de Urania Cabral…

–Creo que Vargas Llosa siempre estuvo a favor de las libertades sexuales: nunca acompañó a Cuba en la represión a la comunidad LGTB. Estuvo en el socialismo porque era muy importante, debías estar con la revolución cubana, ser jurado del premio Casa de las Américas. Los procesos de legitimación del escritor pasaban por Cuba. Cuando fracasa Cuba, a inicios de los 70, ya MVLl abraza el liberalismo. Ya tiene el pretexto perfecto.

–MVLl ha escrito La llamada de la tribu, en la que desarrolla ensayos sobre siete pensadores liberales con los que se identifica.

–Es imposible no identificar a los pensadores que marcaron a MVLl desde los 70: Friedrich von Hayek, Karl Popper, Isaiah Berlin… grandes inspiradores de la economía liberal, del pensamiento político liberal. Son textos que lo inspiran para afirmar su idea de la libertad.

–¿Este cambio sobre la función de la ficción tiene que ver también con el giro que da hacia el teatro?

–Claro, las primeras reflexiones sobre el papel que las ficciones ejercen en la vida de los seres humanos no se dan en una novela, sino que MVLl escribe una obra de teatro: La señorita de Tacna (1983), en la que un personaje somete su memoria a los dictados de la imaginación. Memoria y ficción son dos cosas que se afectan de manera muy determinante. El personaje, Belisario, recuerda a su abuela y la imagina no cómo era, sino como ella misma imaginaba que pudiera haber sido. El teatro permite, sin mediaciones, vivir la experiencia de la ficción como si fuese la propia vida.

–Entonces, no es aleatorio ver a MVLl en las tablas.

–El hecho de que Vargas Llosa empiece a actuar tiene que ver con su deseo de vivir la ficción sin mediaciones. Y en el teatro, MVLl no es un actor, es un narrador que cuenta historias, que le importan los grandes relatos: Las mil noches y una noche, Los cuentos de la peste. Con todo lo que le podamos criticar a MVLl, es nuestro escritor que piensa, ensaya y reflexiona. Es un crítico que no se pretende teórico, pero que posee una poética de la ficción que no todos los escritores tienen estructurada.