Todo barrio, entonces, encumbra a su “tía veneno”, pero también tiene su chino de la bodega, el bailarín de la manzana, un deportista destacado y, tal vez, su cómico. ¿Qué hay de común en ellos? Pues, que suelen caer bien, tienen carisma, llaman la atención e inspiran cierto tipo de respeto entre los vecinos.
Pero si cada barrio tiene su cocinera estrella, solo Lima puede darse el lujo de contar con un superhéroe propio, uno nacido en medio de la necesidad, ese que asume la interpretación sencilla de un vengador salido del cómic, aquel hombre de capa roja y pectorales marcados que todos –alguna vez– quisimos ser cuando éramos chicos. La ciudad capital tiene en Avelino Chávez a su propio, excepcional y único Superman peruano.
No vuela, tampoco posee visión de rayos X ni tiene la fuerza de 1,000 hombres, pero este viernes es capaz de convocar a docenas de seguidores hasta la primera cuadra del popular jirón Quilca, en el centro de Lima, donde le rendirán un homenaje nocturno, una suerte de reconocimiento a su muy peculiar trayectoria.
Allí lo esperan varios de los que fueron salvados por él. Sí, leyó bien: salvados del aburrimiento cotidiano o rescatados de tantas malas noticias que llegan a hinchar el alma. Allí están sus hinchas, gente común y corriente que halló en este colorido personaje un motivo para sonreír o volver a mirar a una ciudad que, entre tanto caos, también puede tener de color y alegría.
Avelino Chávez ha sido torero, obrero, empleado de laboratorio, vigilante de cine, “jalador” de galería comercial y candidato a regidor y a congresista de la República. En ese orden. Y aun cuando nunca se ha subido a un avión, hoy es un entusiasta promotor de giras y viajes turísticos nacionales e internacionales en un negocio del jirón Huallaga, donde siempre se le ve vestido con su gabardina roja, cinturón amarillo y botas negras. Y, claro, el peinado clásico en forma de caracol del Clark Kent original.
Ha pasado más de un cuarto de siglo desde aquella vez que descubrió en Superman una forma de sobrevivir en “Lima-trópolis”. Ahora ha cumplido 65 años y si bien no lo ha debilitado un trozo de kriptonita, la salud le está pasando factura. La cuenta podría ser alta. Lo aqueja un glaucoma avanzado y aunque recibe tratamiento médico, su vista se está deteriorando. Y, usted sabe, si ya la pobreza es dura, una vista limitada lo baja a uno de escalón socioeconómico en primera.
Pero es viernes por la noche y el jirón Quilca no acepta tristezas. Hoy la fiesta la pone Milton Escobar, periodista de profesión, motero por pasión y músico de trova, la melodía de la vida. Junto a un nutrido grupo de amigos, le ha preparado un pequeño homenaje al Superman peruano, para saludarlo por su cumpleaños y agradecerle por tantas sonrisas robadas al paso.
Entre las notas de Playa Girón, Yolanda, La Maza, Ojalá y Unicornio Azul, canciones de los cubanos Silvio Rodríguez y Pablo Milanés, Avelino Chávez es “secuestrado” por los asistentes al homenaje y por quienes transitan por esa calle bohemia, tanto para el saludo de cumpleaños como para el selfi de rigor. “¡Pal’ face!”, dicen.
“Hay Superman para rato –asegura nuestro hombre de acero–; quisiera mantener mi visión láser para seguir mirando a la gente y contemplando lo bonito de la ciudad. Pero mientras, me las ingeniaré para no bajar la guardia”.
El Superman peruano llegó a la edad de la jubilación, pero dice que no está dispuesto a colgar el traje volador. Hoy, debe luchar por la justicia de su día a día, por respeto para sus años. Quiere ganarse la vida como hasta ahora, sentirse útil, sin estigma alguno. Y demostrar que aún puede ser un héroe particular, capaz de soñar a pesar de los súper problemas.