El Peruano
Año 107 // 3ª etapa // 548 // Viernes 25 de mayo de 2018

CUENTOS INSPIRADOS EN NUESTROS ÍCONOS DEPORTIVOS

GOL LITERARIO

Colección Mis Campeones humaniza el fútbol

AFICIONES
# # La aparición de una colección de cuentos infantiles basada en nuestras estrellas de fútbol peruano nos invita a reflexionar respecto a la influencia que ejerce el deporte y la valorización de la narrativa orientada hacia el público infantil. ESCRIBE: LUIS M. SANTA CRUZ # #
Los cuentos para niños son el primer encuentro con la literatura que todos tenemos y algunos afortunados no se alejan de ese camino nunca. Tabata Fernández- Concha, por ejemplo, llegó a este territorio con los cuentos que inventaban su mamá y su abuela, en la que los protagonistas eran animales humanizados, cargados de amor y solidaridad.
Más allá de endiosar la figura del pelotero, “Mis campeones” humaniza apellidos celebrados como el de Cueva o Farfán.

Hoy deja su legado en las letras narrando las hazañas de los héroes modernos: los futbolistas. En la colección llamada Mis campeones; más allá de endiosar la figura del pelotero, como hace cierto sector de la prensa, ella se dedica a humanizar apellidos tan celebrados como el de Guerrero o Farfán.

CANCHA CONOCIDA

No se olvida del respeto inherente al momento de narrar historias de personajes reales y famosos gracias a las portadas que adornan los quioscos. Contar con la aprobación de la Asociación de Futbolistas Profesionales le ha servido para acceder a un extenso material gráfico con el fin de recrear la infancia de los íconos populares.

De allí surgieron madrugadas enteras revisando videos con el fin de encontrar la palabra perfecta para describir el momento preciso. Amanecidas en busca de un gol literario, interrumpidas solamente por su esposo que la invitaba con urgencia a descansar.

“Contar con la aprobación de la Asociación de Futbolistas Profesionales le sirvió para ver videos y recrear la infancia de los iconos pulares”.

Ha sido fuerte, como artista y espectadora, despegarse de la banalidad que muchos conectan con la vida del deportista exitoso. La autora confiesa haber dejado fluir algunas lágrimas al descubrir que personajes como el ocurrente Edison ‘Oreja’ Flores pasaba horas en un bus, despierto desde las 3 de la mañana, para llegar a tiempo a los entrenamientos de fútbol que hoy lo convirtieron en un referente del pueblo.

Había un reto también al momento de entrar en lo netamente futbolístico y es que Tabata se reconoce como una turista en esos lares, aunque el tema no le es completamente ajeno. Es decir, ha vivido 10 años en Argentina, un país en el que el fútbol viene en el menú de todos los días junto con las mejores carnes. Y si la pregunta aparece, responde sin miedo que en tierras gauchas su corazón grita Boca y en su tierra natal le tiene cariño al equipo blanquiazul como el 50% de todos los peruanos.

EL VALOR INFANTIL

Tabata viene de producir y protagonizar teatro infantil, además de hacer sus pininos en la poesía, por lo que entiende que un texto sobre fútbol dedicado a niños no es cosa fácil. Porque entiende que ningún texto realmente lo es.

El lector objetivo, recuerda, es un pequeño individuo que puede tirar el cuento por los aires si no lo encuentra interesante en los primeros minutos de su lectura. Un crítico que responde con bostezos y gritos, que tiene como estándar una imaginación demasiado grande.

A pesar de todo eso, la actriz y hoy escritora se sorprende por el menosprecio que existe contra el arte infantil, contra su existencia como disciplina y contra los adultos que se dedican a crear fantasías hechas para los más pequeños de la casa.

Se tiene el prejuicio de que las cosas para niños son tontas, poco elaboradas. Tabata anticipa que habrá muchos padres que se nieguen a leer Mis campeones junto con sus hijos porque lo reducirán a un material sin valor para ellos, adultos demasiado serios como para dedicarle tiempo a palabras adornadas con dibujos. Y esa madurez tóxica es un problema que mata al niño interno que tenemos todos, que nos ayuda a ser más espontáneos o a decir “te quiero” con mayor facilidad. Es un problema que aleja a muchos padres de los momentos claves con sus hijos, instantes que pueden ser rescatados por un cuento.

HABÍA UNA VEZ...
Cada una de las historias en las que se aborda la vida de nuestros íconos del fútbol tiene ese tono confidencial que cautiva al lector. El de la Foquita, por ejemplo, arranca con el clásico “Había una vez un niño llamado Jefferson que creció rodeado de pelotas y chimpunes. En su casa, cuando toda la familia se reunía a almorzar, siempre se hablaba de fútbol. Su mayor deseo era poder jugar algún día como sus tíos, quienes eran grandes futbolistas. ¿Llegaré algún día a ser como ellos? —se preguntaba Jefferson—. ¿Qué tan lejos puedo llegar?”. La Foquita, como le decían de cariño, sabía que si realmente se esforzaba, podía lograr lo que quisiera. Él se despertaba temprano para ayudar a su mamá con las cosas de la casa. Después corría al colegio, pues sabía que para cumplir sus sueños no debía descuidar sus estudios. En los recreos jugaba al fútbol con sus amigos. Muchas veces no había pelota ni cancha, pero sus ganas de jugar eran tantas que usaba una tapa de gaseosa como balón y dos piedras como arco.

La autora también ve venir un sinfín de críticas hacia su persona, comentarios tontos que ya viene recibiendo al ser actriz que prefiere vestirse de hada antes que recitar los dramas shakespearianos. “¿No piensas hacer algo serio? ¿Algo más interesante?”.

La única respuesta que tiene actualmente es, bajo toda lógica, la correcta. “No hay nada más serio, interesante o importante que los niños”.

Hay personas que se desconectan de lo que creían y soñaban hace 20 o 50 años, pero Tabata prefiere pensar en los futuros campeones que no pararán hasta inspirar una próxima generación de cuentos.