El Peruano
Año 108 // 3ª etapa // 553 // Viernes 6 de julio de 2018

CARMENCITA LARA

LEYENDA EN VIDA

Homenaje a “La dama de las provincias”.

PERSONAJES
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ALMA DE LA PROVINCIA

A punto de cumplir 92 años, la cantante Carmencita Lara enfrenta el peor desafío de su vida: vencer un infarto cerebral con la única memoria escrita por el agradecimiento de su público. escribe: eloy jáuregui # #
Carmencita Lara está atenta contra el trasluz de su casa en la avenida Belaúnde, en Comas. No obstante, los rigores de un infarto cerebral desnudan sus señas. “No habla bien”, me advierte Rosario, la hija. Y Carmencita Lara está imaginando aquel tiempo ido. En medio del calor de la gente. De los escenarios y los cines en Ecuador. De sus actuaciones a teatro lleno en Piura y Tumbes. De su trayectoria en todo el Perú, donde fue figura idolatrada y genuina representante de la música popular. Una artista de multitudes. Una dama con sonidos, pero sin rostro, una singular peruana.

Carmencita Lara tiene el DNI donde figura su nombre real: Julia Rosa Capristán García. Y está escrito que nació en la ciudad de Trujillo un 8 de octubre de 1926. En el documento, sin embargo, no dice que la acompañan sus tres hijos, que son su adoración y que hoy velan por ella. Que se casó con el gran amor de su vida, Víctor Lara, y que es recordada por sus grabaciones y que hizo que el público la reconozca como “La Dama de las Provincias” o “La reina de las rockolas”.

“Ya viviendo en Lima, Carmencita Lara supo que la música no era solo melodía y ritmo, sino también sentimiento y sensibilidad”.

Ya viviendo en Lima, Carmencita Lara supo que la música no era solo melodía y ritmo, sino también sentimiento y sensibilidad. Fueran valses peruanos, huainos, yaravíes o pasillos. Esa sensación de ternura que transmitía en sus cantos nos hacía recordar lo que alguna vez dijo José María Arguedas: “Al inmenso pueblo de los señores hemos llegado y lo estamos removiendo. Con nuestros himnos antiguos y nuevos, lo estamos envolviendo. Por eso hemos de convertirlo en un pueblo de personas que entonen los himnos de todas sus regiones”.

EL PROFESOR LARA

Corría 1948 por las calles de Miraflores cuando la joven Julia buscaba una academia de canto. Ahí conoció al maestro Víctor Lara, profesor de piano y acordeón y, desde esa vez, no se volverían a separar. En una entrevista de junio de 1960 en La Tercera, ya la cantante reconocería que ese hombre fue su maestro y su guía. Don Víctor fue quien la bautizó con el nombre artístico de Carmencita Lara.

En los 50, en Lima se vivía la explosión de la música criolla costeña. Las emisoras de radio eran las impulsadoras de este fenómeno masivo. Cada estación contaba con pequeños teatros donde se emitían programas en directo y la competencia con otras cantantes del género era terrible. Carmencita Lara había de decidir por darle un sello a su repertorio. Cantar valses con emoción romántica y con sesgo provinciano. Ese fue el éxito. Miles de inmigrantes llegaban a la capital y todos extrañaban su terruño y sus viejos amores. Así que las canciones de Carmencita Lara fueron elixir contra las penas mayores.

No fue fácil al principio. Al lado de Víctor, su esposo, buscó imponer su estilo en un medio agreste. Su primer contrato fue con radio Excelsior, el 2 de junio de 1955. Carmencita era ya una suerte de leyenda popular por sus actuaciones en el Coliseo Nacional y uno que otro restaurante del Centro de Lima. Pero en el ambiente artístico era considerada una estrella de los sectores más bajos. Ella había sentido aquella discriminación, pero, igual, luchaba para que le den su sitio.

“El acordeón de Víctor es el acompañante inseparable de la voz aguda de Carmencita, capaz de tocar el dolor de los corazones rotos”.


OLVÍDALA, AMIGO

En aquel tiempo, su tema “Olvídala amigo”, letra del compositor iqueño Luis R. Cueto, era un himno para los que sufrían mal de amores: “Amigo por qué tomas tanto / por que acabas tu vida por esa mujer, / amigo deja de beber/ escucha mis palabras y así la olvidarás, / esa mujer nunca te amó / esa mujer siempre te engañó / y se burlaba de ti cuantas veces quería /y te besaba fingiéndote querer…” Así, sus seguidores no se cansaban de pedirle que la cante. La grabación se realizó en 1962 bajo las exigencias del maestro Óscar Avilés y se utilizaron acordeón, guitarras, cajón y contrabajo.

El acervo criollo costeño tenía de elitista y centralista también. Si era cierto que los artistas consagrados le otorgaron brillo incluso en el ámbito internacional, también existía un canto mestizo que era producto de las migraciones masivas de los habitantes de los andes a las urbes de la costa y que eran soslayados. A cantantes como Luis Abanto Morales se le indicaba cantar solo temas costeños. Con Carmencita Lara ocurría lo mismo. Lima era, en esos años, solo para los limeños. La identidad nacional criolla limeña en las industrias culturales tenía cortinas de humo que ocultaban los sonidos de una sociedad que se construía al margen de los eslabones oficiales.

Con su esposo, se reconoce hoy que la pareja hizo numerosos aportes a la música peruana. Carmencita Lara terminó con la mácula de que los criollos no cantaban huainos. “Fue una innovadora del vals peruano, no solo en su forma de interpretarlo, sino también en el acompañamiento instrumental con el que contaba”, decían los diarios de la época. Sus grabaciones, que hoy podemos escuchar en internet, dejan huella de la incorporación por primera vez al género criollo del sonido del acordeón y la batería en el vals y la fusión de la voz femenina con el arpa.

LÁGRIMAS Y GUAPEOS
El estilo imborrable de Carmencita Lara está en los valses que le cantan al desamor, la tristeza y la esperanza. Su voz desconsolada es como el pañuelo que alivia las penas y la nostalgia. Hoy se oyen sus guapeos: “¡Para ti, chino, para que sufras!” o “Llora, cholo, llora. ¡Y sufre!”. Y ese sello es imborrable en un estilo que ha viajado por todos los rincones del Perú y varias ciudades de Europa y América Latina, en las que convocó las catarsis colectivas en sus recitales. En Ecuador, por ejemplo, se cree que ella es ecuatoriana y hasta hoy las radios programan sus canciones.

A Carmencita Lara se la bautizó entonces como “La Dama de las Provincias”, pero las secciones de espectáculos de la prensa limeña le pusieron el mote de “La reina de la rockola”. El acordeón de Víctor es el acompañante inseparable de la voz aguda de Carmencita, que es capaz de tocar el dolor de los corazones rotos de los melancólicos. Juntos embelesaron los coliseos y las radioemisoras de la capital que hoy solo vemos en las fotos en blanco y negro. Era, pues, el canto de los pobres, los humildes y marginales. Y aquello figura en temas como “El árbol de mi casa”, “Llora, llora corazón” y “Devuélveme a mi madre”, “Los cuervos”, “Cementerio”.

DE COMAS AL MUNDO

Carmencita Lara y su familia representan la imagen de esos nuevos habitantes que conquistaban la capital. Por ello se fueron a vivir al distrito de Comas, un enclave que fue tomado masivamente por inmigrantes que llegaban del norte del Perú. Ahí las relaciones sociales y las condiciones económicas generaban un sentimiento diferente al de los vecinos de la Lima tradicional. No fue casual, por ejemplo, que creadores como Luis Abelardo Núñez, el gran compositor de Ferreñafe, Lambayeque, también se mudara a la ciudadela San Felipe, en Comas. Desde ahí su impronta se hizo nacional, pero con ese sentimiento de la provincia.

Y fue un duro trajinar para esta auténtica cantante de raíces provincianas. Ahora sus hijos lucen un distintivo que no tiene parangón. Que Indecopi haya reconocido la marca “Carmencita Lara”, a la que se le agrega el título “La Reina de las Provincias”. Entonces Rosario, su heredera, me cuenta que de ninguna manera su madre está olvidada: ni por sus admiradores ni por el Gobierno peruano, que la reconoció como una grande de nuestra música peruana, además de haber sido reconocida internacionalmente.

Precisamente, hace unos meses escuchamos sorprendidos cómo la cantante pop norteamericana Ariana Grande había grabado un “mashup” (mezcla de canciones en una misma pista) junto a Carmencita Lara. Hoy se dice que la difusión fue viral, en efecto, en las redes sociales YouTube y Facebook. Y gracias al productor musical Tito Silva, la voz de la cantante peruana se ensambla a la de la norteamericana en el valse de Armando Gonzales “Clavel marchito”. Esa producción se ha difundido mundialmente y, ahora, ‘la dama de los valses tristes’ ya forma parte del álbum Dangerous Woman de la diva del pop estadounidense.