El Peruano
Año 108 // 3ª etapa // 562 // Viernes 14 de setiembre de 2018

SALIM VERA

ÁNGEL SIN CARETA

Polémico (ícono) del rock (peruano).

PERSONAJES
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RADIOGRAFÍA DE UN ÁNGEL (CAÍDO)

¿El público conoce realmente a un ídolo o tan solo una mascareta decorada de su personaje? Un joven escritor ha seguido por meses a Salim Vera para construir la biografía del frontman de la banda Libido. escribe: josé vadillo vila /fotos: difusión # #
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Bajo los tatuajes, lleva las alas rasguñadas. Prefiere que sean parte de su sex appeal porque “como te ven, te tratan”, pregona. Se acomoda los alones; se transforma en un Nosferatu ante mil, veinte mil almas, que mira la nada y rompe –calculadamente– un micrófono.

Tiene los delirios de un Dorian Gray de 25 eternos años, pasa revista al vino, a los porros, a las películas de terror, y solo él sabe dónde está enterrado el cuadro que envejece en su nombre.

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Su historia se inició en la cuadra cinco del jirón Paruro, Barrios Altos, pero es un acorde disonante que trastea. Excluye en sus conversaciones el tema de la pobreza, de los duelos que guarda en los sótanos de su memoria. “Su historia es una rara historia de superación”, define Luis Francisco Palomino, quien tiene vela en esta historia.

Prefiere vagabundear por Miraflores; rodearse de amistades nuevas y jóvenes, llenar su dispensa de comidas orgánicas, detentar la libido. Gritar soy un Libido.

Es un maldito (ícono) del rock (peruano) que escucha a los Bee Gees, a los Beatles. Tiene libros que aguardan en su sala, dos guitarras –una Fender Telecaster y una Gretsch– que casi nunca rasguea. Y recolecta suvenires con obsesión de fetichista.

Alguna vez, muchas, el bullying fue una palabra que lo dejó magullado. Por ser bonito. Por ser distinto en un barrio popular y antiguo de Lima. Blanquito. Pintón. Lo odiaban porque se podía levantar fácilmente a las chicas del salón. Otros pensaban que era gay.

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Durante tres meses, un periodista sabueso –Luis Francisco Palomino– fue la sombra del ángel de alas tatuadas y rasguñadas. Fruto de ello es Salim Vera. Biografía autorizada (Lima, editorial La Nave, 2018).

Pinceló el perfil mientras el ídolo ensayaba interminables peroratas alrededor de cada pregunta. Palomino caminó por esos vericuetos para dar con los momentos de lucidez de un personaje sobre el que el común denominador de los peruanos tiene una falsa percepción, tal vez porque solo ven a un ángel tatuado y maldito. Palomino quería saber si todo era una coraza elaborada por el famoso cantante de Libido. O son piedras tiradas desde la otra orilla por mortales afónicos.

NARRADOR AUTORIZADO
Salim Vera. Biografía autorizada (La Nave, 2018) se presentó en la Feria Internacional del Libro de Lima. Y están en proyecto otras presentaciones en provincias. Se puede adquirir en librerías y los conciertos de Libido. En noviembre, Luis Francisco Palomino –colaborador de Variedades– publicará su primer libro de cuentos, Pueblo Joven, con la editorial Animal de Invierno.
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A Salim Vera muchas veces la vida se le pudo ir al tacho en cualquier momento. Odiaba el colegio Marín Arista, del Cercado de Lima, y terminó los estudios en un colegio acelerado.

Alguna vez quiso ser sacerdote y vivió casi tres años encerrado en un hogar de la comunidad Verbum Dei en Zapallal. (Su hermana melliza, Bárbara, continúa en la labor cristiana).

A la par, descubrió que su garganta resguardaba una voz que podría ser su cohete a otros universos. “La música le marcó el camino. Hizo de eso una manera de ganarse los frijoles”, dice el biógrafo autorizado.

En Salim ganó la libido, el deseo sexual. Fue cuando dejó de pensar en Dios y empezó a vivir la explosión del gozo sin que le impongan padrenuestros y avemarías cada vez que terminaba de masturbarse. Y dijo: “¡Fuera m…!”. “El sexo es increíble. ¿Cómo voy a sentirme mal por cosas que son naturales? Es algo celular. Dejé de verlo como un pecado y comencé a separarme de la religión” (Pág. 38).

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Sobre todo está el ícono. Los pasos que dio para salir del anonimato. Cómo nació Libido, gracias a una sociedad que forjó en Barrios Altos con el bajista Toño Jáuregui, entonces el amigo con quien vagabundeaba, tocaba y hablaba de rock. Luego, hace unos pocos años, Jáuregui se apartaría del grupo y ambos mantendrían unas peleas colosales a través de los medios de comunicación.

A lo largo de tres meses, Palomino se confundió entre las volutas de cigarro, vio su soledad, sus éxtasis, revolotear sus alas. En el ajedrez de Libido había otros jugadores importantes: Manolo Hidalgo (su socio musical hasta hoy) y el batero Jeffry Fischman. Palomino se reunió con casi todos los involucrados (mánager, exintegrantes, integrantes, sonidista, le adosó la bibliografía roquera respectiva).

Falta la versión de Toño Jaúregui. Pero esa fue una decisión editorial. Y Fischman está dispuesto a dar su mirada sobre el hecho musical y su propio bosquejo de Salim para una segunda edición, que será copiosa por el nutrido material inédito que el autor dejó fuera y que le servirá para contar mejor los años noventa de Libido, momentos de gloria del grupo. Él retornaba a casa y avanzaba con la biografía como un lunático con la deadline afilada sobre su cuello mientras construía “la novela de un roquero”.

Palomino dice que no hubo la labor de un censor de Salim Vera. Que se cagó de risa al ver la edición definitiva, donde ha quedado más del 90 por ciento de la propuesta. Es decir, el apellido “autorizada” queda por demás. “Yo hubiera sido más atrevido, pero esa palabra hace renegar a muchas personas que dicen que Salim no se merece una biografía”.

Yo hubiera sido más atrevido, pero esa palabra hace renegar a muchas personas que dicen que Salim no se merece una biografía.
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Salim Vera aprendió a explotarlo todo en escena. Se convirtió en el frontman perfecto para Libido. Se exigió jugar con las ambigüedades, posar, es (nuestro) David Bowie que rompe micrófonos.

“A veces también le cuesta diferenciar de la pose, de tener un personaje en el escenario y luego caminar por aquí y no saber quién es él. Como que se confunde”, dice Palomino, que además de escritor, también es músico.

“Es una evolución interesante; en el libro ves a Libido, que pasa de ser un grupo que no tiene instrumentos propios a prestarse dinero del baterista para realizar su primera producción. Y, diez años después, es una banda que se da la gran vida musical, alquila en Los Ángeles un estudio de grabación que cuesta 2,000 dólares al día, aunque invertir dinero era improductivo en un mercado como el peruano, que no generaba venta real de discos”.

Como a todas las bandas de rock, a Libido le ha afectado el cambio de siglo, el cambio de reglas del mercado, la cumbianización de la radio peruana, los cismas internos (ya es sabido que solo quedan Manolo y Salim en la nueva formación del grupo). Ahora son más mesurados en sus gastos, prefieren apostar por estudios peruanos y grabar solo EP de seis canciones. Es un formato por el que seguirán.

Y Salim continuará agitando las alas tatuadas mientras busca con su voz el próximo hit de la banda.