El Peruano
Año 108 // 3ª etapa // 578 // Viernes 15 de febrero de 2019
TENDENCIAS
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APÓSTOL MUSICAL

Ante el poco apoyo de las radioemisoras comerciales a la música actual hecha en el Perú, un joven ha decidido subirse a los micros para hacerles publicidad a sus artistas favoritos, sin que nadie se lo pida y sin un sol a cambio. ESCRIBE: luis francisco palomino # #
Jueves. Diez de la mañana. 30 grados de temperatura en Lima. Fabriccio Saravia, un joven de 19 años, sale de su casa, llega a la cuadra 7 de la avenida Brasil y, a paso ligero, se sube a un bus morado para cumplir una misión.
VOZ Y PLATAFORMAS
Ya lo dijo el polémico Christian Meier: “Era más rentable ser músico en el Perú en 1988 que ahora”. Contradictoriamente, cada vez hay más gente que sueña con triunfar en el rubro. Por el momento, plataformas en internet como Facebook, Spotify y YouTube son los espacios virtuales que la mayoría usa para hacerse escuchar y para existir.

Pide permiso al chofer, se planta en el pasadizo, saluda y un tic en los ojos delata sus nervios. “¿Se han preguntado por qué siend o un país con 33 millones de habitantes escuchamos tan poco la música que se hace aquí?”, interpela.

Algunas de las miradas decepcionarían hasta al más entusiasta, pero el muchacho continúa, anteponiéndose a los bocinazos, a los heladeros. “Confío en el talento de los artistas peruanos, por eso estoy orgulloso de pararme frente a ustedes”, dice y, como todos los usuarios de este inusual espacio de diálogo y comercio, pasa por los asientos repartiendo gratuitamente unos afiches que ha impreso: listas de canciones recomendadas por él.

Justo cuando está por terminar, un tipo irrumpe en el micro y grita: “¡Acabamos de salir del penal!”. Su compinche, que ha subido por la puerta trasera, empuja a Fabriccio y le pide que se vaya de una vez. Más que la garganta, Saravia pone su vida.

EL DEBER

“A veces hablo de bandas peruanas con mis amistades y nadie las conoce y lo peor es que piensan que no están en la radio porque son malas. Eso no es verdad”, se lamenta Fabriccio, aunque no juzga: él también fue un “ignorante musical” antes de tener acceso a internet.

Su primer contacto con el rock y el pop local fue con grupos consagrados, vía FM: Libido, Mar de Copas, Amén. Luego, gracias a YouTube, descubrió otro planeta. “Mientras más escuchaba a nuevas bandas, más me preguntaba por qué no sonaban en la radio, si son lo suficientemente buenas”, comenta. Y en vez de que sus cuestionamientos murieran en un post de redes sociales, decidió cumplir con lo que llama “un deber cultural”. Creó Pogos peruanos, página de Facebook, sin fines de lucro, donde comparte música actual hecha en todo el Perú: punk, pop, trova en quechua, electrónica, folk. Cumbia, no, dice, porque ya tiene un mercado desarrollado.

Enternece que, ante la falta de apoyo de los medios masivos al artista nacional, un chiquillo –que ni siquiera es músico– se atreva a intervenir el transporte público para convertirse en una especie de apóstol musical o DJ (sin parlantes). Alguna vez, concluida su presentación, un anciano lo aplaudió y alzó la voz con orgullo: ¡Viva el Perú!

Mientras más escuchaba a nuevas bandas, más me preguntaba por qué no sonaban en la radio, si son lo suficiente-mente buenas
DIFUSIÓN

Fabriccio estudia music business en la escuela de música de la Universidad Católica y está convencido del poder de las radios para comercializar un producto discográfico. Incluso, hace poco realizó un experimento en el restaurante donde trabaja como cajero. Seleccionó un grupo de canciones de música criolla y las repitió mañana, tarde y noche. “A las dos semanas, las venezolanas que trabajan ahí ya se sabían las letras”, cuenta, satisfecho por su logro.

A continuación, reclama: “En Argentina y Colombia, por ley, la radio está obligada a transmitir música hecha por sus artistas en determinadas horas, ¿por qué aquí no?”. De hecho, el Perú cuenta con una norma parecida, pero esta no ha propiciado la consolidación del sector sonoro como en tierra cafetera, donde esta industria da empleo a más de 10,000 personas, y la creación de melodías ha obtenido ventas por 6,918 millones de dólares en el 2017.

El caso opuesto es el Perú, que pareciera no valorar la composición original. Por ejemplo, el tema ‘Tu falta de querer’, de la chilena Mon Laferte, tiene versiones en cumbia y salsa, realizadas por orquestas nacionales y que se irradian por las FM –que así cumplen la cuota del 30% exigida por ley–. Mientras tanto, la televisión busca imitadores de Britney Spears, Kurt Cobain y José José. “Aquí se prefiere lo extranjero”, reitera Fabriccio.

Quizá con ciertas modificaciones, la ley podría ser más provechosa para todos los participantes de la producción musical contemporánea en el Perú. Por el momento, promotores del talento nativo, como Saravia, no solo son valiosos por su coraje, sino también porque contagian. En los próximos días, el cantante cusqueño Manuel Vera Tudela lo acompañará en sus recorridos, guitarra en mano. Ojalá que pronto la música actual hecha en el Perú sea difundida por las radios comerciales y así Fabriccio ya no tenga que subir a los buses. Ni ser maltratado por ‘expreciosos’.