El Peruano
Año 5. Edición Nº 287. Jueves 14 de febrero de 2019
FESTIVIDAD
CAJAMARCA

El Carnaval de la alegría

Las fiestas del Carnaval son de un gran significado en el Perú, especialmente cuando surge como esencia lo más lúdico y espontáneo de la gente que expresa su ingeniosa prosa y su mejor paso sobre corsos inolvidables. Cajamarca los espera. Escribe: Juan Puelles
Si algo es característico en esta ubérrima tierra que testificó el encuentro entre dos imperios, uno originario de América y el otro venido desde las viejas tierras europeas; es la contagiosa alegría de su gente. El summum de esa alegría se da en los días de su celebrado carnaval, el más famoso del Perú. Sí, estoy en Cajamarca para empaparme con agua, pero en especial con el jolgorio que aquí se vive.
Los copleros se pierden en una angosta callecita y la feria pone en vitrina lo más variopinto de Cajamarca.

Es febrero y las lluvias han intensificado los verdes de las colinas cajamarquinas. A lo lejos, el trueno anuncia aguacero, pero eso no amilana mis festivos deseos. Guido Carrascal, su hermano Alejandro y Miguel Barboza, tres estupendas amistades, son los mejores anfitriones para conocer este edén del norte peruano. En esta oportunidad, ellos serán los guías para descubrir los pormenores de esta fiesta, cuyos orígenes se pierden en los anales de la historia.

Mestizo carnaval

Es interesante descubrir que el carnaval, festividad pagana que no es admitida como parte de alguna celebración religiosa, es asociado como tradición de pueblos católicos, pues su particularidad es que los participantes, en los tres días previos al llamado Miércoles de Ceniza, que inicia la Cuaresma, se dan una serie de excesos, burlándose de todo y dándose soberanas comilonas.

El carnaval es otro de los legados de la cultura europea. Es más, nos dicen que esta festividad se adoptó rápidamente, pues algunos documentos históricos afirman que solo diez años después de la conquista, ya se celebraba, a pesar de la mirada escandalizada de la Iglesia, la cual varias veces intentó, en vano, desaparecerla.

Así, dando tumbos, la pagana fiesta fue expandiéndose en el territorio conquistado y, en ese ínterin, se fusionó con costumbres propias del ande, resultando un carnaval mestizo con características únicas, siendo el más representativo el carnaval de Cajamarca.

La camioneta entra a la mítica plaza de Armas y lo primero que emerge es la solemnidad de la catedral cajamarquina con su barroca fachada. El cielo azul se deja ver entre un ejército de nubes blancas y negras. La lluvia, por ahora, se fue a descansar.

Coplas coloradas

Ya muchos han salido a carnavalear en grupo. A la voz de ¡Ushaaa! (interjección muy usada en Cajamarca para expresar alegría), van entonando las tradicionales coplas al ritmo de la provocativa música, bailando por diversas calles que lucen adornadas con el colorido propio del carnaval. Brindan con chicha de jora o el popular yonque (aguardiente de caña). “Qué bien te asienta la moda. ¿No recuerdas lo que has sido? Con tu pantalón parchado, calzoncillo no has tenido…” Reza una de las coplas más inocentes, las otras harían santiguarse a muchos.

Tome nota
  • Para llegar a Cajamarca. Desde Lima hay 13 horas de viaje por vía terrestre y una hora si lo hace por vía aérea.
  • Tenga en cuenta que la festividad se realiza en época de lluvia, por lo que se recomienda llevar ropa de abrigo y un impermeable.
  • Para aprovechar al máximo este destino y el carnaval, ubique a Miguel Barboza al 971 522271 y/o a Alejandro Carrascal al 976 534645.

Un muy entusiasta Miguel me cuenta que en junio de 2017 el Ministerio de Cultura declaró a la copla y el contrapunto del carnaval cajamarquino como Patrimonio Cultural de la Nación, por ser expresión oral muy tradicional, que identifica culturalmente a la región. “Eso ayuda a revalorar esta simpática y jocosa costumbre”, me dice. Mientras que Alejandro recuerda que desde los años 70 del siglo pasado, “existen concursos de coplas. Imagino lo cómico que deben ser esas competencias, un verdadero espacio para desestresarse.

Los copleros se pierden en una angosta callecita y nosotros llegamos a una estupenda feria que pone en vitrina lo más variopinto que ofrece Cajamarca. De ley, no podía faltar el delicioso queso, producto emblema de la región. La variedad es abrumadora, desde el humilde queso artesanal, hasta el más sofisticado queso a las finas hierbas. En uno de los puestos, una turista ya no sabe cuántos ha probado.

Quesos y pucheros

Van a dar las cuatro y el almuerzo espera. La degustación quesera fue solo un aperitivo. En los días de carnaval, los platos insignias son el puchero y el frito. Guido, con el apetito despierto, apura en esta tarde que se va de a poco. En el restaurante, un riquísimo y poderoso frito, acompañado con su generoso chicharrón y mote, sacia nuestro paladar. Después de la comilona, que en realidad ha sido un festín delicioso, viene bien un merecido descanso; un intermedio para esperar la noche, que también tiene sus sorpresas.

Cajamarca es tierra de buen café. En las provincias de Jaén y San Ignacio se producen granos que son muy bien reconocidos a escala mundial. Como buen hijo de cajamarquinos, soy rendidamente cafetero, pues desde niño el café ha sido parte de los desayunos y lonches familiares. Por eso, en esta noche de febrero, departir una buena tertulia en Tres Hojas, un templo del mejor café cajamarquino, ubicado en la cuadra siete del jirón Pisagua, resulta una experiencia suprema.

La fiesta inolvidable

La noche avanza y entre capuchinos, lattes y americanos me entero más de la historia del carnaval. Hacia 1930, un grupo de entusiastas decidió popularizar la festividad, gestándose los primeros carros alegóricos, con sus reinas y comparsas.

Cuentan que, inicialmente, se jugaba con una especie de proyectiles hechos de cascarones de huevos rellenos con agua coloreada o talco. Con el tiempo, aparecieron los personajes clásicos como el Ño Carnavalón, los clones, los cabezones y las hilarantes viudas; todo lleno de color, apoteósica.

Un pintoresco desfile de comparsas y patrullas de barrios como San Pedro, San Sebastián, Cumbemayo, La Merced, Pueblo Nuevo, Dos de Mayo, entre otros más, y un gran corso con carros alegóricos, son el deleite de propios y extraños. Durante cuatro días, Cajamarca se entrega al regocijo y la fiesta se adueña de cada rincón de la ciudad.

La noche anuncia la llegada de un nuevo día, hay que descansar, mañana se desatará la fiesta y ni las lluvias serán freno para la diversión. ¡Ushaaa! ¡Es momento de carnavalear!