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FOTOGRAFIA
30 AÑOS DEL AGUSTIROCK

Memorias del rock achorao

28/01/2019 La movida roquera que nació en El Agustino se impuso como la más importante de la ciudad. Fue un fenómeno musical y social que grita su vigencia como cantera de artistas urbanos.

El primer escenario fue solo una base de concreto de apenas 10 centímetros de alto (hoy reemplazada por dos astas a la espera de celebraciones cívicas). Las guitarras eléctricas eran alquiladas y los “parches” de la batería que las siete bandas se turnaron en golpear esa noche eran radiografías traspapeladas de un centro de salud vecino. ¡Y qué bien sonaba, caray!  

Testigos de aquel domingo 12 de marzo de 1989 en la plaza de armas de El Agustino fueron 200 personas. Nacía el primer Festival de Rock Popular Agustiniano, con ganas de perdurar en el tiempo. Estaba programado para las 4 de la tarde, pero sin presupuesto para grupo electrógeno, esperaron que se encendieran los postes del alumbrado eléctrico. Walter Canchanya, uno de los jovenzuelos organizadores, se trepó al poste y conectó los cables a la caja de fusibles. Entonces se hizo la música y la leyenda del Agustirock se regó por la gran Lima.

Ciudad clasista

El Agustino, barrio de chicha y huaino, de migrantes que habían llegado a sus cerros. Hasta los ochenta era uno de los espacios de la ciudad donde convivían el universo urbano y rural (aún había haciendas).

El país se desbarrancaba: Sendero Luminoso había pintado de sangre el país, la inflación aumentaba el precio de las cosas a diario; los que podían, soñaban con irse del país y los amplificadores agustinianos forjaban un rock mestizo. “Lo único que buscamos era tocar porque no había dónde hacerlo”, dice el batero José Navarro.

Era un país (más) clasista. Roberto Clavo –quien rebautizaría el festival como Agustirock– recuerda que a todo aquel que escuchaba rock lo tildaban de pituco. Los de los partidos de izquierda les decían que hacían música “extranjerizante” y las élites los miraban sobre el hombro porque eran roqueros pobres, de polos sin marca y tabas monses: no entrarían jamás en el Parnaso de los héroes del rocanrol perucho. Eran los bichos raros. ¿Por qué no se dedicaban a la chicha como Chacalón, por qué no a armar un conjuntito de raíces andino? Ellos prefirieron el por ser vehículo contestatario y de libertad. Un género que combustinonó con Plant, Hendrix, Clapton, Lennon, Joplin.

Convivencia sonora

GRASS (acrónimo de Grupos de Rock Agustinianos Surgiendo Solos) dio vida al Agustirock. El colectivo de músicos de distintos grupos se reunía en el parque los martes y jueves para soñar.

Miguel Vásquez y Walter Canchanya, roqueros del mismo colegio, recuerdan que les habían impactado los grandes festivales del género, Rock In Río, Woodstock, Monterrey. Y conversaban sobre la posibilidad de hacer un concierto con la decena de bandas del distrito.

Lo que primó desde la primera edición del festival fue la libertad. Todos los subgéneros fueron bienvenidos: hard rock, rock clásico, balada, rockabilly, techno y progresivo.

“A todos le dimos la bienvenida, lo que no se ocurría en ningún otro festival de Lima, que solo eran para un género”, dice Miguel Vásquez. El Agustircok promovía que los grupos compusieran sus canciones y los covers eran bienvenidos “pa’ jalar gente”.

Para que el público aumentara en la siguiente edición, los GRASS se dieron a la tarea de hacer “actividades desconcentradas”. Así, los grupos llevaron el rocanrol por todos los locales donde les permitían tocar: colegios, centros parroquiales, bibliotecas comunales, barrios. De este modo, en los noventa, El Agustino se convirtió en el distrito más roquero del Perú y Sudamérica.

Roberto Clavo subraya que entre los creadores de El Agustirock están Vásquez (voz y guitarra de Vanguardia), Hernán Condori (Cachuca, de Los Mojarras), Donato Montero y otros más que se juntaron en la “movida”. Todos coinciden en el espíritu autogestionario. Sin apoyo político ni religioso. Ellos elaboraban sus afiches y volantes y los repartían. Cada edición fue un desafío.

Largo y sinuoso camino

Para el edición 1990, unas banderolas anunciaron el festival Rock por la Paz, pero fue una medida para que las autoridades les permitieran hacer el concierto días previos a las elecciones de 1990.

Las ediciones del Agustirock solo se detuvieron un año. Hoy buscan que este evento cultural emblemático del distrito celebre su concierto número 30.

¿Por qué se ha mantenido El Agustirock tanto tiempo cuando otros festivales languidecen al par de años?

“Es por la conectividad con el espíritu del mismo distrito. Que los propios músicos se autogestionen creó una mística. Hubo una identificación con la gente del distrito, que se autogestionó para hacer cosas”, dice el Loco Ven.

Lo principal, El Agustircok es buena música que las próximas generaciones de roqueros del distrito deberán tomar en cuenta. (José Vadillo Vila)