El Peruano
Año 107 // 3ª etapa // 548 // Viernes 25 de mayo de 2018
LITERATURA
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INTERRUPTUS DE AGUIRRE

Leonardo Aguirre (Lima, 1975) nos presenta su nueva propuesta narrativa, Interruptus, una novela que explora en las fisuras de la creación literaria y aborda la particular dinámica del mundo editorial. ESCRIBE: OMAR AMORÓS # #
En un conocido café barranquino, con el cigarrillo que parece ser una extensión de sus labios, Leonardo Aguirre nos cuenta por qué hacer una novela como Interruptus (Editorial Planeta, 2018) con dos planos que se entrecruzan reiteradamente: el manuscrito de una historia llamada “Jirón Soledad”, y la lectura de esta por parte de una editora que cuestiona lo escrito por el autor (que puede y no puede ser Aguirre); todo matizado con un lenguaje lleno de jergas que nos induce a cuestionar la forma como se debe y puede hacer la literatura.

Aguirre, comunicador de profesión y escritor porque quiere, empieza a explicarnos sus porqués confesando que sus libros son como un capricho (conscientes o no); y que poco a poco va descubriendo que esos caprichos tienen sentido al momento de publicarlos, que es cuando está seguro de que, lo que ha escrito, tiene razón de ser.

“Yo buscaba hacer el libro con la mayor jerga posible. Más que cualquier otra publicación”, me dice y parece que lo logró, al menos hasta que no se demuestre lo contrario. Interruptus es una selección de jergas, una mezcla de diversas épocas, generaciones y clases sociales; y, claro, de jergas inventadas por el autor, con la intención de hacer algo así como un compendio del habla limeña. Para tal fin, realizó una exhaustiva investigación de la jerga en el Perú.

PUNTO DE PARTIDA
Para Leonardo Aguirre (así como para el protagonista de ‘Interruptus’) no existe lo políticamente correcto, pero sí los errores. El personaje tiene muchos defectos suyos, “muchos pecados” (los llama así por su formación evangélica que toca en parte en este libro), que le gustaría cambiar, pero no puede, y por los que tiende a sentirse mal. Por eso ha hecho que su personaje se zurre en lo que está bien o mal y es ahí donde “la ira de Aguirre” converge con la ficción. Finalmente, habría que considerar lo que él dice: “Siempre escribo para mí; escribo lo que quiero. Es mi punto de partida y me sirve como método”.
LENGUAJE URBANO

“Jirón Soledad” (la historia dentro de la historia) tiene que ver con Lima y con su habla. Todos los episodios están ubicados en un lugar específico (hay nombres y referencias de calles). Por un lado, trata sobre el estado sentimental del protagonista (un alter ego de Leonardo) y, por otro, un tour por los lugares importantes en su biografía. “Yo quise que la novela fuese una novela a dos tiempos, una novela sobre Lima y una sobre mujeres”.

Poco a poco la conversación va tomando cuerpo y se va haciendo más cercana y más sincera, y con más cigarrillos. Hay ciertos gestos y miradas que me recuerdan al protagonista, al que le ha prestado cosas suyas; pero también ha hecho cosas que él no ha hecho, que bien pudo haber hecho o hubiese querido hacer. Siendo estrictos, el protagonista es un ente ficcional (según palabras del propio autor). “¿Quién realmente sabe la vida del autor para decir qué es o no es ficción; y decir aquí sí invento y aquí no?”

El polémico y provocador escritor, quien en el 2015 hizo ruido con la publicación del libro transgenérico: Asociación ilícita, aborda ahora el mundo editorial, contándonos los pormenores del proceso de edición de un libro.

Interruptus es también una parodia del proceso de edición. La incluyó en la parte final de su escritura. Es la parte en la que la editora va cortando (interrumpiendo) lo que se nos narra en el manuscrito de “Jirón Soledad” que va leyendo y editando. Esta dinámica fue sugerida por su editor real en Planeta, Víctor Ruiz, para bajarle los decibeles a la propuesta del uso de la jerga, pero la idea es de Aguirre (esperamos que no surja un conflicto entre ellos).

SUMAR AL HABITANTE

El personaje de la editora al principio tenía que explicar el texto con el pretexto de corregirlo (para el lector común). Al final quedó como un personaje más, que corrige y anota, pero que también se involucra en la vida del autor (del protagonista). Se convierte, entonces, en la caricatura de un editor.

Un episodio tras otro transcurre casi –irónicamente– sin interrupciones, pero con las ya clásicas herramientas de Aguirre: las de jugar con la forma más que con el fondo de la escritura. Hay cambios de tiempo y de personajes, y otras como la conversación de la última frase de un episodio en un subtítulo del siguiente. Usa diversas herramientas como respiro, como un punto aparte; y la editora le sirve para presentar esos cambios.

Literariamente, el personaje de la editora se convierte en un contrapeso lingüístico para el protagonista y para la jerga, debido a que ella no usa ese lenguaje informal. Por último, debemos decir que Aguirre adorna su forma de escribir con un tipo de musicalidad; sonidos que le permiten el uso de la jerga. Ahora, el autor no está seguro de que los limeños hablemos así, pero el uso de esa sonoridad es otro capricho suyo, pues tiene la intención de que se lea el libro cantando (porque nunca había leído un libro en prosa que tuviese esa característica).