De las leyes al arte, el cambio de ruta le permitió a Ignacio medir los niveles de su autonomía, lo cual sorprendió a sus padres. Y ellos, después de reponerse de una primera gran impresión, decidieron apoyarlo. “Los padres siempre van a querer lo mejor para sus hijos, era comprensible su desconcierto inicial –comenta el artista, como quien admite con realismo las ventajas de unas carreras sobre otras en un mundo que clasifica según el espesor de la billetera–. Siempre he contado con ellos, pero no puedo negar que mi decisión los tomó por sorpresa”.
En ese salto, los estudios universitarios y su formación en Derecho sirvieron para que Alvaro profundizara en su proceso creativo, dándole valor agregado a sus obras. En ello ha contribuido la suma de conocimientos previos, como la literatura, el desarrollo de proyectos y la redacción con estructura. En cada una de sus creaciones, queda en evidencia la decisión del artista de brindar contenido histórico para enriquecer el proceso de la recepción.
En julio del 2013, en Barranco, la galería Wu lanzó una convocatoria para el laboratorio Trayectorias Recientes en la Teoría y Práctica Artística Contemporáneas, a cargo del crítico de arte Max Hernández Calvo. De ese modo, se buscaba contribuir con el desarrollo y la madurez de propuestas significativas de artistas peruanos, además de estimular la discusión en el campo creativo.
A esta beca se presentó Ignacio y fue seleccionado. Así, se incorporó a un mundo donde la crítica, el análisis, el debate y la evaluación alentaron su comprensión del sistema artístico profesional, de la situación contemporánea de los grupos sociales y del mercado del arte.
En cada una de sus creaciones, queda en evidencia la decisión del artista de brindar contenido histórico
En la galería John Harriman, Overlay es el nombre de la muestra de Ignacio Alvaro que estará abierta hasta fines de marzo, un término inglés que en castellano significa ‘superposición’: capas de conocimientos –plásticos o visuales– que se mezclan con el trabajo de investigación y terminan de construir una imagen que evoca la metáfora de la vida, una propuesta que no encubre ni disimula, sino que revela.
“Trato de dejar evidencias del proceso, transparencia, para que la obra plantee una lectura abierta desde el primer día. Intento abandonar la era de lo oculto y lo misterioso; aspiro a un tiempo de renovación con mayor claridad e información, algo que nos permita superar la coyuntura de corrupción en los diversos ámbitos, especialmente en el político”, expresa.
En cinco años, Ignacio desarrolló lo que hoy es Overlay, una estrategia para deconstruir las capas de información superpuestas, mediante una serie de mapas, pinturas y esculturas a base de tinta, acuarela y acrílico, que se enfrentan a una realidad impuesta para cuestionarla. En esencia, la muestra propone una interpretación genuina del período de colonización, desde el lado nuestro y no como usualmente se cuenta.
“Empecé en el 2014; una idea abrió la puerta a otra y se convirtió en una línea de trabajo”, explica el artista, quien tomó como base los estudios y reportes de viajes de Alexander von Humboldt, Johann von Tschudi, Aimé Bonpland y Paul Marcoy.
En su triple condición de artista, ciudadano y conocedor de la ley, Alvaro no puede sustraerse a la reflexión sobre el Bicentenario. “Estamos aún en formación –opina–; doscientos años después, somos un país que sigue gestándose, complementándose. Me agradaría que las mejoras se aceleren, que hubiera más apoyo a la educación, por ejemplo”. Libre de capas y maquillaje, su discurso es prácticamente un alegato: “Me gustaría ver al Perú como un país integrado”, confiesa. Su grano de arena tiene la forma del arte, la intención de traducir experiencias con un lenguaje propio, sudamericano, de aquí para el mundo.