El Peruano
Año 5. Edición Nº 278. Jueves 15 de noviembre de 2018
COSTUMBRES
PERFIL DEL VIAJERO

¿Qué quieren los limeños?

Conocer mejor el perfil del turista limeño de boca de un empresario como Thomas Coughlin, que, desde su tradicional hotel ubicado en Santa Clara, reconoce qué le gusta al turista interno que lo visita, nos dejó más de una sorpresa que aquí compartimos. Texto y fotos: Luis M. Santa Cruz
Hace un par de años, el empresario Thomas Coughlin era un turista que llegaba al Perú desde la República de El Salvador. Esperaba encontrarse con las fascinantes promesas que le hicieron amigos que ya habían venido antes y que a la larga finalmente se cumplieron.

Sin embargo, algo sorprendió entonces a Thomas y, en el fondo, sigue siendo un fenómeno curioso a pesar de que ha podido comprobar algunas razones gracias al tiempo que viene conociendo al turista interno y, sobre todo, al viajero limeño.

El extraño perfil del visitante local, en comparación con el extranjero, sale a relucir y genera una animosa conversación con este personaje que se siente peruano. No pierde tiempo y comienza un discurso que podría ser un ensayo sobre la sociedad capitalina.

Residentes y visitantes

Coughlin, quien hoy es gerente general de Decameron El Pueblo, ese tradicional hotel de aires andinos que todos hemos visitado alguna vez, sostiene que el limeño promedio se siente local donde sea, siempre es dueño de casa en cualquier cancha. Es un individuo que ha escuchado tanto sobre los lugares emblemáticos y las bellezas propias de su nación, que ha perdido un poco el factor sorpresa que todavía abunda en el europeo o el asiático. O en el estadounidense, sin ir muy lejos, que se derrite en la curiosidad y suelta varios “oh my god”, mientras que el limeño opta por el selfi sin dejar de caminar.

Comodidad ante todo

Y cuando se cansa de caminar, busca la comodidad en todo sentido de la palabra. Lo limpio, lo confortable, lo que le permita descansar, todo eso entra en la lista y se le suma el lujo, o lo que se vea bonito a primera vista. Lo que se diferencie de lo que vive a diario en la capital.

El limeño que sale de su entorno no quiere sentirse en casa, no tiene esa fiebre nostálgica por el hogar… a menos que se trate de comida. Entonces, el turista se pone más exigente, sacando de las maletas un título hecho en casa de crítico culinario.

A Coughlin le sigue pareciendo maravilloso que el limeño quiera que todo lo gastronómico, ya sea asiático, italiano o peruano, “tenga la sazón de la mamá”. Quiere que todo bocado evoque algún recuerdo dormido en el subconsciente, mientras que el extranjero quiere simplemente algo rico, pero diferente. No se pone tan poético a la hora de comer, como muchos compatriotas sí lo hacemos.

Pero lo más importante, el limeño quiere escapar de su oficina, a veces con desesperación. Thomas conversa con ellos muchas veces y saben que hay una belleza histórica en la Lima urbana, aunque necesitan respirar en un paisaje nuevo.

Se muestran urgidos por una pausa, sabiendo que, tarde o temprano, volverán a sus horarios laborales que a veces les impiden apreciar la cultura que se esconde en huacas y edificios coloniales del Centro Histórico. O la paz de un mar con atardeceres que hacen que Coughlin se ponga nostálgico, extrañando el romanticismo tropical de El Salvador que no visita desde hace un buen tiempo.

Inversión e historia

Este turista, tan complejo y exigente, es importante ante los ojos de las grandes compañías internacionales. Solamente eso podría explicar que se hayan invertido 15 millones de dólares en los trabajos de refacción de El Pueblo, después de ser adquirido por Decameron hace dos años.

Coughlin explica que ese nivel de inversión se justifica en las 16 hectáreas que ocupa la propiedad y en su ubicación, perfecta para captar al turista limeño y que sirva para el extranjero como un punto de paso entre los destinos nacionales más emblemáticos.

Aunque no es un secreto para nadie que también ha pesado el tema histórico. Los que lleguen y tengan el ojo agudo sabrán reconocer que la arquitectura del lugar obedece a la tradición de la sierra, específicamente a la de Huancavelica.

Un detalle que nació hace 50 años, cuando el suizo Roger Schuler Delaquis llegó al pueblo de Huayllay Grande y se enamoró, como todos, de la tradición que inunda hasta las paredes. Aprovechando la fortuna que tenía, decidió llevarse un poco de ese lugar con él. Literalmente, y no en la memoria como lo hace la mayoría.

Usando solo fotos y un par de planos que pudo adquirir en esta visita, Schuler calcó ese pequeño pueblo en el corazón de Santa Clara con un extenso trabajo que concluyó en 1964, con la inauguración oficial de uno de los primeros hospedajes campestres.

Las razones para salir
  • Lima se ha consolidado en los últimos años como la principal región emisora de viajeros para el turismo interno. En segundo lugar, aparece Arequipa.
  • Los destinos elegidos tienen que ver con actividades específicas. Si es verano, las playas del norte son las preferidas. Si es amante de la naturaleza, los destinos amazónicos son los que más demanda tienen. Machu Picchu, Kuélap y la propuesta arqueológica de la costa norte son los emblemáticos.
  • Cerca de la capital, las playas son las preferidas y también aquellos espacios que garantizan comodidad y relajación. También hay una gran demanda por las rutas gastronómicas.
Espacio acogedor

A diferencia de hoy en que el visitante usualmente es el limeño relativamente acomodado y el extranjero, en sus inicios estuvo ocupado por trabajadores de clase media, por lo general de la zona. El cambio se fue dando de forma progresiva, hasta que en la década de los noventa ya tenía la imagen que nos alcanza hasta hoy y que puso a este espacio en el ojo de los gigantes internacionales.

El limeño busca la sazón de mamá en lo que come, sea asiático, italiano o peruano

En parte, llamó la atención porque ya desde esa década balanceaba al turista limeño que ya conocemos muy bien y a visitantes de afuera, en algunas ocasionales ilustres. Como son el caso de Juan Luis Guerra, Celia Cruz, Julio Iglesias y Armando Manzanero.

Y de buena fuente sabemos que ninguno de esos divos de la canción era tan exigente como el turista que llega desde Lima. Porque se sabe que el famoso intérprete del merengue y la bachata solo pedía limonada, mientras que los locales somos capaces de pedir que esos limones con los que se prepare la bebida vengan de nuestro propio jardín. ¡Así somos!