El Peruano
Año 4. Edición Nº 257. Miércoles 30 de mayo de 2018

ESPECIAL
JUNÍN INOLVIDABLE
JAUJA

BELLA Y BENDITA

Las fiestas ruidosas y bien bailadas del centro del país no son lo único que identifica a sus poblaciones. En la provincia de Jauja, una feria, una ceremonia, pueden ser espacios para constatar que lo ancestral, con sus tradiciones, sonoridades y productos, no pierde vigencia. TEXTO Y FOTOS: ROLLY VALDIVIA.
Cuántos años han pasado. Deben ser muchos porque ya no te acuerdas de mí. Y eso que estuve en tu tierra y en tu casa, viendo las montañas que tutelaron tu infancia. “Antes –dijiste en aquel encuentro olvidado– todo era de nieve. Ahora se ven picos negros”. No mentías. Los Apus, tus Apus, se deshielan y agonizan. Se extinguirán tarde o temprano. Lo sabes, te duele, quisieras que todo fuera distinto.

Me pregunto si cuando conversas con ellos en quechua, les ofreces disculpas por lo que está ocurriendo. O será que tal vez solo les agradeces, como lo haces con la Pachamama y el Taita Inti en las ceremonias que oficias con tanta fe y con tanta pasión que logras conmover a todos, incluso a los que no entendemos tus palabras. Y es que todos no somos como tú, no todos sabemos hablar el runasimi (la lengua de los hombres).

Tome nota
  • Visite la iglesia Matriz. El altar mayor de estilo churrigueresco está dedicado a la Virgen del Rosario.
  • Es la patrona de los jaujinos, que se refieren a ella como Mamallanchic Rosario.
  • Ajo, chincho, culantro, ruda, muña, payco y llantén, molidos en batán, explican el sabor único de la pachamanca jaujina.

Te conocí en una de esas ceremonias con hojas de coca y keros rebosantes de chicha; te reencuentro oficiando el mismo ritual. ¿Será que no hemos cambiado?, ¿será que seguimos siendo los mismos? Tú, rindiéndole tributo a los dioses antiguos; yo, viajando y escribiendo. La esencia se mantiene en un escenario distinto, porque hoy no estás en la plaza de Pomabamba ni en las alturas de Yaino (Áncash).

La presencia de las llamas causó revuelo y nostalgia. Estaban , adornadas con borlas y aretes de lana

Hoy estás lejos de tu cordillera y de tus montañas de nieve que se van ennegreciendo. Por eso dudé cuando te vi. No te imaginaba lejos de tu tierra, Mariano Jaramillo. Sé que la cuidas y proteges. Sé que eres el defensor solitario de un complejo arqueológico del que se conoce muy poco. Sé, también, que los médicos te diagnosticaron una enfermedad incurable. No les creíste. Volviste a tu altura para sanarte por tu cuenta.

Recuerdo varias cosas de ti. Te conozco, aunque tú me desconozcas. Le echaré la culpa al tiempo y a los años. Ambos han confabulado en mi contra para que esta mañana sea un extraño ante tus ojos, uno más de los hombres y mujeres que se congregan en la plaza de la comunidad campesina de Tambo, distrito de Sausa, con deseos de aprender y compartir, de evocar y recordar las enseñanzas de los ancestros.

El encuentro

Me atrevería a decir que en este momento te sientes como en casa, allá en Yaino, a los pies de la cordillera Blanca; pero no es así, te encuentras –nos encontramos– en el centro del país, en la provincia de Jauja (Junín) con su laguna de Paca, con sus bailarines de tunantada, con sus tramos de Qhapaq Ñan, con su pasado preincaico en los pétreos recintos de Tunanmarca.

También con las llamas cargueras de San José de Apata. Esas que aparecieron de súbito, haciendo ruido con las campanas que cuelgan de sus pechos. Adornadas con borlas y aretes de lana, su presencia causó alboroto y nostalgia. Cada vez hay menos arrieros aligerando y dirigiendo a sus recuas, intercambiando productos en los pueblos y comunidades, uniendo la sierra y la costa con sus pasos de comerciantes y aventureros.

De lejos las miraste. Tú estabas en el centro de la plaza, cerca de una pileta sin agua, proclamando “que nuestra cultura todavía no ha desaparecido como querían los conquistadores”. Todos asienten y suena un pututo y se reparten hojitas de coca en el inicio del primer Pachamama Raymi, la fiesta de la diversidad agrícola, el homenaje a la cultura andina, el esfuerzo por promover el buen vivir y la buena alimentación.

Coordenadas del destino
  • Jauja: Accesible desde Lima por vía área (30 minutos de vuelo) y terrestre (carretera Central, 6 horas de viaje).
  • Desdes Huancayo, la capital regional, hay buses y colectivos que unen a ambas ciudades en una hora aproximadamente. El pasaje cuesta 3 y 7 soles, respectivamente.
  • Alturas: Jauja capital está a 3,352 metros de altitud; Sausa a 3,380 m.s.n.m. y Paccha, 3,741 m.s.n.m.
  • La fiesta: El Pachamama Raymi, organizado por el fundo La Cosecha del Futuro y la Asociación de Productores Ecológicos de los Andes Pachacútec, congregó a representantes de distintas regiones para reunir a personas de los cuatro suyos, en referencia a la división política del Imperio incaico.

Eso te pone contento, Mariano. Una alegría que compartes con tu amigo, el chasqui Felipe Varela, que de tanto recorrer los caminos incas, un buen día conoció al ingeniero César Dávila Véliz, director ejecutivo de la Unidad Ejecutora Fondo Sierra Azul del Ministerio de Agricultura y Riego, además de propietario del fundo La Cosecha del Futuro. Ese sería el primer nudo de un quipu en el que empezaría a ‘planificarse’ y ‘escribirse’ esta historia de llamas cargueras y rituales atávicos, de cosechas de papa y trueques campesinos.

Todo eso se vio y ocurrió en la fiesta que empezó en la plaza, que continuaría en la vía que une Jauja con Huancayo (la ‘Ciudad Incontrastable’, donde siempre hay una razón para bailar y brindar) y que terminaría en el fundo cosechando papas, intercambiando mashuas por cochayuyo, ajíes por habas, cañihua por maíz. También degustando pachamanca de alpaca con ruda y muña, con chincho y payco.

Pero hay algo que nunca pasó en esta gran fiesta de la biodiversidad. No te acordaste de mí en ningún momento. Bueno, era imposible que sucediera en la caminata al centro poblado Masajcancha (distrito de Paccha), donde está La Cosecha del Futuro. Esa te la perdiste. Te hubiera encantado. Fue linda. Andábamos al ritmo de las llamas por la carretera. Sí, éramos arrieros y llevábamos los frutos de la madre tierra.

Paramos el tráfico, Mariano. Nos miraban. Nos tomaban fotos. Después enfilaríamos por un caminito maltrecho que trepaba atrevidamente por un cerro. No fue fácil. Fue un reto. Nos cansamos; no nos rendimos. En grupo salimos y en grupo llegamos, haciendo bulla llegamos al fundo donde estabas tú y Víctor Dávila, que ya no era un ingeniero sino un inca que proclamaba que “aquí están nuestras raíces, aquí está nuestro corazón”.

Lo nuestro

Lo que devino después no voy a contártelo. Tú fuiste uno de los protagonistas y para eso dejaste tu casa y tu cordillera. Querías ser parte de esta fiesta inédita, de este llamado a la biodiversidad, de esta evocación al Perú antiguo para enseñarle al Perú de hoy que debe preservar y potencializar el consumo de sus productos nativos, porque “nuestros antepasados sabían alimentarse”, como le escuchamos decir al inca Dávila.

Cuántos años tendrán que pasar para volver a encontrarnos. Ojalá no sean muchos. Así me reconoces. De lo que sí estoy seguro es que, cuando esto suceda, tú estarás hablando con los dioses antiguos y yo escribiendo en mi libreta o haciendo fotos que revelen que nuestra cultura milenaria vive y palpita, gracias a gente como tú, Mariano, el protector de los nevados, el guardián de Yaino.