En ningún caso reclaman paternidad ni derechos exclusivos sobre la gráfica en la que se basan para plasmar sus obras.
El vínculo se traza en curva. Los camiones que llegaban por la carretera Central para abastecer los mercados de Lima descargaban tubérculos por toneladas y, junto con ellos, dispersaban la sensibilidad serrana de sus choferes, gente a la que no le bastaba con encomendarse a sus santos para asegurar el viaje, sino que convertía la creencia en lema para la ruta.
En el tramo Tarma-Lima, por ejemplo, no había tolva que se librara del clásico “Guíame Señor de Muruhuay”, pintado en letras de colores, en la vanguardia o la retaguardia. Menos espirituales, más mundanas, otras inscripciones exaltaban la velocidad, la buena estrella o la “caña” de los camioneros: “Solo te queda mirarme”, “Se sufre pero se goza” y “Tu envidia es mi progreso”. Eran los primeros capítulos de esta historia que han decidido continuar el artista plástico Alinder Espada y la diseñadora Azucena Cabezas, fundadores de Carga Máxima.
Egresado con medalla de plata de la Escuela Nacional de Bellas Artes en el 2012, Alinder reconoce que la propuesta de Carga Máxima es un híbrido cultural que toma distancia del romanticismo a ultranza que un sector de la crítica exige a los artistas. “Cuando uno se forma como artista, le dicen que tiene que pintar para exponer en galerías, en museos, pero eso es un mito –acota Alinder–, trabajar para vender no prostituye tu arte”.
Por ello, el taller artístico de Alinder y Azucena tiene clientes, gente que encarga cuadros con versos vallejianos, reflexiones sobre la vida, saludos de aniversario y frases para las más diversas ocasiones. Algunos los piden para regalo. Otros, para adornar sus casas o sus talleres; y otros tantos, para anunciar los productos que venden: un conocido restaurante en Londres compró trabajos de Carga Máxima para ambientar el salón donde sirve comida peruana; en el centro comercial Jockey Plaza de Surco, Alinder trabajó un mural sobre el valor simbólico del Perú. Y letras similares se ven por todo Lima en las carretillas que ofrecen humeante hígado frito, papa con huevo, anticuchos y emolientes.
Con mechas de color fucsia que la emparentan visualmente con sus cuadros en fondo negro, Azucena Cabezas describe la propuesta con dos palabras: ¡estilo chillante! “Lo que hacemos es un trabajo tipográfico empleando técnicas de la caligrafía –explica–, son letras que se van construyendo en su ambiente, hechas a mano y que cobran vida propia sin influencia del diseño en computadora”.
La clave de lo chillante, en opinión de la diseñadora, está en los colores que emplean en el taller de pintura: amarillo luminoso, verde limón, naranjas intensos, fucsias y magentas, todo ello sobre fondo negro en triplay fenólico, muy parecido a un pizarrín de vendedor ambulante.
Nos han dicho que esto no es arte, interviene Alinder. “Y que, por no ser pintura académica, no puede llamarse pintura”. El artista refuta a la crítica y menciona que Carga Máxima hace un trabajo de difusión de la cultura popular –en fondo y en forma–, a diferencia de iniciativas que solo realizan serigrafía sobre papel para promocionar la industria de la música.
Armados con sus pinceles fileteadores –de cerdas más largas que los pinceles convencionales– y pomos de pintura neón, Azucena y Alinder han llevado su arte por buena parte de América y España, donde se identifica, cada vez más, este estilo como variante gráfica de la cultura peruana. Una suerte de marca Perú, híbrida y mestiza, que se trabaja a pulso.
En ningún caso reclaman paternidad ni derechos exclusivos sobre la gráfica en la que se basan para plasmar sus obras. Los camiones con lemas y letras como los suyos circulaban mucho antes de que ellos nacieran. Cuando está inspirado y no tiene pedidos urgentes, Alinder combina texto e ilustraciones y pone en práctica lo que aprendió en Bellas Artes. Recuerda que muchos comercios de la calle Lima, en la provincia de Barranca, donde vivió de niño, contrataban pintores para hacer grandes murales publicitarios y mejorar las ventas. “El arte también es funcional”, sentencia con una sonrisa. Incluso esa frase podría pintarla sobre un fondo negro.