Este charango que toco tiene forma de cuento, pero es una novela biográfica, amena, sentimental, llena de vida. Se inspira en la vida de Jaime Guardia (1933-2018), charanguista mayor del Perú.
Su construcción tiene una ventaja comparativa frente a todos los demás intentos de contar la vida del músico ayacuchano: se basa en largas conversaciones, la mayoría en quechua y a lo largo de los años, que sostuvieron autor y personaje.
“Me hubiera gustado que don Jaime viera el libro”, se pesa Zuzunaga, como el acorde de un huaino lastimero porque cree que le acompaña la mala suerte como biografista. Hace unos años escribió la del profesor, abogado y cantor ayacuchano Adón Heredia (1941-2014), voz de ‘Los Puquiales’, pero al mes que sacó la obra, El Siwarcito, el artista falleció.
Hay varios vasos comunicantes entre ellos. Tanto Guardia como él nacieron en el pueblo de Pauza (Páucar del Sara Sara, Ayacucho); y ambos son músicos y cantores.
Ricardo Zuzunaga, padre del escritor, cantaba y tocaba con don Jaime. Sócrates arpegia los recuerdos: el charanguista aparecía por la casa paucina en las reuniones por los cumpleaños. “Mi papá y don Jaime se conocían desde niños, y con varios amigos tocaban el charango, la guitarra, cantaban. Jaime Guardia me era familiar”.
En cierta medida era una biografía autorizada. El año pasado, en un viaje a la tierra natal, Zuzunaga y Guardia fueron los personajes homenajeados por la sociedad paucina. El escritor aprovechó para anunciar a todo el pueblo que escribía la vida del charanguista. El músico se paró y le agradeció. Sabía que el hijo de su amigo escribía basado en esas conversaciones interminables en runasimi, donde la vida, aseguran, tiene sabor a capulí, retamas y se arrulla con agua de los puquios.
La novela, que será presentada en octubre en el Icpna, tiene “un 80 por ciento de verdad, de realismo, de Jaime Guardia, y un 20 por ciento de ficción”, explica el escritor. No solo está la vida de Jaime Guardia, sus años en Pauza, sus primeros pasos musicales en Lima.
Zuzunaga, igual que su famoso paisano, aprendió en Pauza, a los pies del apu Sara Sara, a hacer música, a componer canciones y a dar serenatas, aprovechando que antes el pueblo no tenía luz eléctrica y la noche era propicia para serenatear a las damas.
Desde que hace dos años dejó la docencia de secundaria por la artrosis que no le deja estar mucho tiempo parado, Zuzunaga es profesor universitario y escribe todos los días con horario de lechuzas, de medianoche hasta la madrugada. Dentro de sus trabajos, la literatura infantil no es marginal. El premio del Icpna se suma a sus numerosos galardones.
La corazonada que tiene Sócrates es que “hay que volverse niño para escribir para niños”. Su laboratorio de lectura son su esposa, sus hijas y sus alumnos, quienes le guían para llevar a un lenguaje más sencillo sus historias para este público. Los sonidos onomatopéyicos y una escritura con rimas internas han agradado bastante a sus pequeños lectores.
En 1992, publicó su primer cuento para niños, Takacho, Takachito, Takachín, que ya suma más de veinte ediciones. Como él, todos sus personajes infantiles surgen de su propia experiencia personal, los ata con sus vivencias. Takacho, por ejemplo, era el perrito que lo acompañó parte de su infancia. El mismo proceso tuvieron otras de sus creaciones, como el burrito Champillo o zorrito de la Puna, mascotas del hogar.
Clotilde, una gallinita muy coqueta, con el que ha ganado su nuevo reconocimiento, saldrá en 2019 en edición español-inglés. Y también parte de una historia personal: cuando su querida gallinita mora Clotilde iba a ser sacrificada en un cumpleaños familiar y Sócrates la ocultó durante los tres días que duraban entonces los onomásticos.
“No me agrada hacer hablar a un lápiz, pero más me interesa escribir sobre lo que he vivido. Retrocedo los años, me veo de niño y escribo lo que he vivido. Eso me gusta”.