El Peruano
Año 108 // 3ª etapa // 580 // Viernes 1 de marzo de 2019

FOTOGRAFÍA E HISTORIA

COURRET SIN VELOS

PERSONAJES
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LAS HUELLAS DE COURRET

No se llamaba Eugenio sino Michel; no murió en 1900 sino en 1920. Y no fue un artista en esencia, sino un francés aventurero que buscó mejor vida en América. La peruanista francesa Isabelle Tauzin desvela pasajes poco conocidos en la vida de Michel Courret, el fotógrafo de la calle Mercaderes. entrevista: césar chaman # #
Profesora de Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Burdeos, la lingüista francesa Isabelle Tauzin es una peruanista entregada de lleno a su materia de investigación.

En los últimos años, ha publicado artículos académicos y libros minuciosos sobre Ricardo Palma, Clorinda Matto, el teatro en Lima en el siglo XIX, Mercedes Cabello, González Prada, el arte indigenista femenino, la capitulación de Canterac en Ayacucho, los viajeros franceses en el Perú de la etapa independentista, la caricatura en la prensa satírica peruana y los flujos migratorios entre Francia y el Perú, con la intención de propiciar esas “miradas recíprocas” que servirán para la aproximación de culturas que aún se miran desde la distancia del desconocimiento.

De esos personajes que cruzaron el Atlántico varias veces –ida y vuelta–, Tauzin ha elegido para sus indagaciones a uno que, por las características del servicio que ofrecía a la sociedad limeña del siglo antepasado, ha dejado un trabajo que es al mismo tiempo arte y testimonio, el soporte de un discurso subyacente en una etapa de cambios profundos en la historia del Perú: Michel Courret –verdadero nombre de Eugenio Courret–, el fotógrafo de la emblemática calle Mercaderes.

Profesora Tauzin, usted hará en Lima una ponencia sobre los hermanos Courret y el estudio fotográfico que fundaron en 1863. ¿Cuáles son los hallazgos de sus indagaciones?

–En principio, quiero explicar el porqué de esta investigación. En Francia se ha estudiado mucho la inmigración “a Francia”, pero se ha desconocido el hecho de que miles y miles de franceses salieron del país en el siglo XIX. Y creo que el entendimiento de la migración sería completo si se tomara en cuenta esa realidad, que fue la de Courret, el famoso fotógrafo al que podemos definir como franco-peruano. Eugenio Courret llega al Perú a inicios de la década de 1860, después que su padre y su hermano mayor. Toda la familia ya se había movilizado. En el siglo XIX, estamos ante una migración económica: no son exiliados políticos, sino gente que busca una mejor vida.

¿Cuál era la actividad principal de la familia?

–Primero, tenían una tienda de modas. El padre, Francisco Courret, llega al Perú a finales de la década de 1820. En esa etapa nacen varios de sus hijos, entre ellos Eugenio, que, en realidad, no se llamaba así. El nombre que figura en su partida de nacimiento, que es de 1839, y no de 1840 como se creía, es Michel o Miguel…

Michel Courret…

–Michel Courret, sí. Él nace y prácticamente al día siguiente su padre vuelve a salir de Francia, por enésima vez, con un pasaporte entregado en Burdeos.

Estamos entonces en las primeras décadas del XIX, ¿qué hace al Perú un destino atractivo para los franceses del momento?

–Los franceses se van a la aventura. Es decir, pierde España sus colonias en América y se presenta la posibilidad de establecer nuevos comercios, negocios de todo tipo. Eso es lo que mueve al padre de Courret.

También he encontrado la partida de matrimonio del padre, para saber qué oficio tenía. Antes de llegar al Perú como negociante –ambulante, en realidad–, Francisco Courret era un hijo más de un molinero y estaba casado con la hija de un peluquero. La pareja se traslada a Chile en 1829, uno de sus hijos nace allá, y, luego, otros niños nacen acá, en el Perú, desde 1832. Ellos se dedican a un oficio que está de moda, según todas las fuentes que he consultado: la peluquería, es una actividad cotizada en Europa.

Numéricamente, ¿qué tan importante fue la migración francesa hacia el Perú?

–Muy poca. Hacia mediados del siglo XIX, son 3,000 franceses en el Perú. Y la cifra se mantiene mientras siguen llegando franceses a Chile y ni qué decir a Argentina. En el Perú, es un grupo pequeño, pero van a ocupar un espacio en la sociedad y en la economía que los visibiliza. La moda francesa se desarrolla con la prosperidad del guano y, más tarde, con la fotografía, que es otro negocio muy moderno que introducen algunos estadounidenses y europeos.

¿Cómo incursionan los Courret en la fotografía?

–El que llega a la fotografía es, precisamente, Michel Courret, que viene como dependiente de otro fotógrafo francés afincado en Lima tras su paso por Chile, Eugene Maunoury. Hay otros fotógrafos en Lima, varios, uno que se llama Garreaud. Yo planteo que se recuerda más a Courret, entre otras razones, por la facilidad de la pronunciación de su apellido.

¿La pronunciación del apellido? Parecería un detalle irrelevante si de lo que hablamos es de fotografía…

–Yo soy lingüista y mi formación parte del conocimiento del idioma. Entonces, esos detalles que a otras personas no les llaman la atención, a mí sí.

¿Ofrecían los Courret algún servicio diferente?

–No, ofrecen lo mismo. Incluso hay una guerra de fotógrafos en Lima, por los precios que cobran y porque son demasiados. Ese capítulo finaliza con un acuerdo para que todos reciban el mismo pago por fotografía

¿Demasiados?, ¿cuántos?

–Bueno, serían diez, pero bajaron mucho sus tarifas, pese a que la fotografía es muy nueva y exige mucho material.

¿Qué nos dice de la sociedad limeña este gusto por fotografiarse?

–La fotografía sustituye a la pintura. Muchos fotógrafos, como Maunoury, por ejemplo, como Nadar, un poco antes, fueron pintores que se “pasaron” a la fotografía…

Pero ¿quiénes se fotografiaban a mediados del siglo XIX?

–Las primeras fotografías son de todos los presidentes de la República. Hay una fotografía del general Pezet en momentos de su muerte; toda la alta sociedad asiste a sus funerales. Sacarse una fotografía es un signo de distinción, de reconocimiento. Un retrato personal se pasa luego a tamaño tarjeta de visita, una especie de postal que se entrega a los amigos.

¿Cuál es la importancia del estudio Courret para explicar la segunda mitad del siglo XIX en Lima?

–En la Biblioteca Nacional y en el Museo de Arte de Lima hay muchas placas con las fotos que tomaron los hermanos Courret y que hoy tienen un gran valor como testimonio de época. Por ejemplo, fotos de los niños de la alta sociedad con las amas tapadas, porque son afrodescendientes, son un testimonio potente. En ese momento no “choca” una foto así; por eso mismo la tomaron: lo importante era ver al niño o la niña blanca, y a la nodriza, la ama de leche, había que ocultarla; por eso no se le ve, se le tapa la cara, para no “distraer”. Esas imágenes tienen valor por ser testimonio de una época; es muy interesante.

¿Por qué decae el negocio de los Courret?

–El primero en irse es el hermano Aquiles en 1872, regresa a Francia. Y luego llega la guerra con Chile. Una hipótesis es que, bueno, Courret toma muchísimas fotos de los altos oficiales y los no oficiales chilenos, de los sargentos, de los soldados. Y después, tras la guerra, los negocios ya no le fueron tan bien. Esa es una hipótesis.

Le costó el resentimiento de los limeños…

–Parece que sí. Michel Courret vuelve a Francia en 1892.

¿Qué ocurrió después?

–Había dudas de lo que había sucedido tras su retorno; ahí se pierden sus huellas. Lo que se planteaba era que había muerto en 1900, pero en realidad he encontrado su partida de defunción y un acta de sucesión, es decir, de lo que dejó como herencia. Michel Courret no murió en 1900, sino en 1920.

Se planteaba que había muerto en 1900, pero he encontrado su partida de defunción: Michel Courret murió en 1920.
¡Veinte años!

–Sí, muchísimo más tarde. La otra duda era si se había quedado sin dinero; pero, gracias al acta de sucesión, hoy sabemos que no. En Francia, Michel y su esposa, Emilia, no tuvieron hijos; entonces la herencia correspondía a los sobrinos. Lo interesante es que en el acta hay recuerdos del Perú: ellos heredan las joyas adquiridas en Lima a las ahijadas de Emilia. Entonces, en 1920, 28 años después de partir del Perú, siguen relacionados de alguna manera con ese pasado.

¿Cuáles son sus conclusiones en torno a Courret?

–Para mí, la llegada de Courret al Perú corresponde a la primera ola imperialista de Francia, después de que España pierde sus colonias en América. Los aventureros franceses van a esas tierras americanas recién liberadas, donde pueden buscar fortuna, y después migran hacia otras conquistas militares de Francia: Argelia, en África del Norte, e Indochina, en el Extremo Oriente.

¿Hay entonces un componente más aventurero y menos artístico?

–Exactamente. Courret no es un artista sino un migrante económico, alguien que busca mejor vida fuera del país.

¿Y este componente de aventura le resta importancia a la idea que nos hemos formado respecto a Courret?

–No, la enriquece. Como el común de la gente, Courret busca una mejor vida. ¿Quién quiere ser un pobre poeta maldito?