–“El comportamiento de la economía peruana en el primer semestre revela una recuperación que hace viable llegar a la cifra planteada por el presidente Vizcarra. De todos modos, en un escenario de alta incertidumbre, las proyecciones deben tomarse con precaución. Felizmente, el crecimiento se debe en parte a la decisión política de impulsar las inversiones y a las exportaciones; lo cual genera más confianza en el futuro. Crecer 4% es una buena noticia con relación al bajo crecimiento de los últimos cuatro años; pero no es insuficiente frente a objetivos como la reducción del desempleo y de la informalidad o de mejoras en los servicios públicos.
–“La vida económica está íntimamente ligada al desempeño institucional. Por más de una década crecimos independientes del contexto político; pero ahora que el Perú necesita reformas de segunda generación para recuperar competitividad y crecimiento, la situación política tiene un peso mayor sobre la economía. Las reformas económicas requieren de decisiones políticas, de consensos, de arreglos institucionales. Nada de eso es posible en un clima tan distorsionado como el actual. Por ello, se deben hacer las reformas institucionales para pensar luego en una mejora económica sustancial.
–Todavía dependemos de los minerales; por escala, un solo proyecto minero puede tener un impacto de hasta un punto porcentual en el crecimiento económico; pero ese tipo de crecimiento tiene poco efecto en el desempleo, la informalidad y la pobreza.
Se requiere un tejido productivo más diversificado e integrado, generador de valor agregado y empleo mejor remunerado. Estos últimos objetivos se logran con las exportaciones no tradicionales.
Felizmente, este sector se ha recuperado y esperamos que se sostenga para que alcance una escala mayor y así se genere otro tipo de crecimiento económico.
–En India dicen que cuando dos elefantes pelean, el que pierde es el pasto. Ese es el riesgo que genera esta guerra entre las dos primeras economías del mundo.
Sin embargo, el tiempo es importante en este análisis. En el presente, el principal temor es la probable caída del precio de los minerales, en especial del cobre; pero en el mediano y largo plazo hay muchos escenarios posibles.
Uno de ellos es que la guerra cese y veamos una solución negociada. El otro es que la guerra se profundice. Lo ideal es que sepamos movernos en ambos escenarios. La estrategia de integración que hemos seguido nos ayuda a tener más recursos para enfrentar estos escenarios.
–La mejora de la competitividad es una agenda fundamental y amplia. Infraestructura, educación, tecnología e institucionalidad están incluidas en ella y son vitales para tener una nueva estrategia exportadora.
Requerimos políticas de desarrollo sectoriales para atender problemas específicos. Una política de desarrollo agrario y otra de desarrollo industrial son vitales.
Asimismo, necesitamos una estrategia de promoción de inversiones y exportaciones más proactiva y agresiva.
–Evidentemente, hay un desarrollo heterogéneo a escala regional. Sin embargo, cada región tiene una cartera de productos exportables; por lo tanto, tienen posibilidades de desarrollo.
Las zonas económicas especiales son una herramienta. Estos espacios diseñados para fortalecer la competitividad de los productos exportables pueden adecuarse en cada región para desarrollar actividades propias de cada una de ellas.
–El libre comercio no se detendrá. Ecuador y Argentina son ejemplo de ello. La convergencia entre la Alianza del Pacífico y el Mercosur alimenta esa idea.
América Latina es la región menos integrada del mundo; el comercio entre nosotros es bajo; asimismo, tenemos poca presencia en las cadenas regionales de valor. Hay muchas cosas por hacer si apostamos por una integración profunda. ●