El Peruano
Año 4. Edición Nº 259. Jueves 14 de junio de 2018

AVENTURA

TREKKING CUSQUEÑO

Salkantay, Dios montaña

Caminar alrededor de este nevado-Dios como ruta alternativa hacia Machu Picchu es cruzar un portal prodigioso que en cuatro días nos transporta desde las alturas de la cordillera serrana de Cusco hasta la humedad semitropical del valle de Vilcanota en la selva alta. Texto y Fotos: Claudia Ugarte
Subir a las montañas y conectarse con el silencio del mundo, en un escenario donde el ser humano puede redimensionar su pequeñez, tiene un efecto positivo en el equilibrio mental.

Es algo que todos y todas deberíamos hacer más de una vez en la vida, aunque para lograr esa desconexión/reconexión tengamos que recorrer kilómetros de caminos extenuantes o pasar por climas extremos.

Las montañas son tan sabias que para no abandonarlas nos embrujan con su belleza perpetua mientras, paso a paso, purgan nuestros pensamientos y dilemas.

Pienso esto mientras me acerco al punto más alto de lo que constituye una de las 25 mejores excursiones del mundo, según la revista National Geographic Adventure Travel, que recoge testimonios de viajeros y hace su propia valoración del destino.

Es el segundo día de caminata y desde que amanecimos en el campamento de Soraypampa (3,500 m. s. n. m.) no hemos hecho más que subir y subir lentamente para evitar que el corazón se nos salga del pecho y, cada cierto tramo, permitir que el escaso oxígeno de las alturas llegue a nuestros pulmones y a nuestra sangre.

La faena es ardua pero satisfactoria, pues el gran apu albino que tenemos al frente, esperándonos impaciente, sigue creciendo con cada paso que le robamos al cansancio.

La travesía

El primer día fue más liviano. Salimos de Cusco antes de que despunte el sol y pudimos cargar energías con un desayuno en Mollepata. Muchos grupos comienzan la caminata desde este pequeño poblado, pero el nuestro avanzaría sobre ruedas todavía unos kilómetros más, hasta Challacancha.

Consejos del guía
  • Esta excursión es una alternativa interesante para aquellos que no hayan encontrado espacio en la ruta de Camino Inca a Machu Picchu.
  • La altitud máxima es 4,650 m. s. n. m. (abra Salkantay) y la mínima, 2,000 (Aguas Calientes). Las temperaturas oscilan entre -5°C y 26°C.
  • Es necesario llevar vestimenta de alta montaña y ropa ligera, así como protección solar.
  • Es recomendable una previa aclimatación para evitar el soroche.
  • La temporada más recomendable para realizar esta intensa travesía andina es entre abril y noviembre.

Desde aquí nuestras piernas tuvieron un camino amable de 7 kilómetros hasta Soraypampa. Antes de llegar al campamento ya se podía ver la cumbre nevada del Salkantay (6,271 m. s. n. m.) y la deslumbrante presencia de su hermano menor, el Humantay (5,473 m. s. n. m.).

No obstante haber perdido 60% de superficie glaciar, el Salkantay sigue siendo un coloso.

Llegamos con buenas reservas de energía, tanto que parte del grupo se animó a subir hasta la laguna formada por los deshielos del Humantay, que fascinan al visitante por su coloración turquesa. Ese camino es bastante empinado, pero dos horas fueron suficientes para subir los cuatro kilómetros que la separan de Soraypampa.

Ascender a la laguna Humantay (4,200 m. s. n. m.) fue el primer reto y la primera gran recompensa de la ruta. Y según nuestro guía, José, fue “el mejor entrenamiento para subir al abra Salkantay (4,600 m. s. n. m.) al día siguiente”.

El paseo vale la pena, pues la belleza de la laguna es contundente. Al menos esos son los comentarios que se escuchan en francés, inglés, alemán y otros idiomas durante la cena.

En el grupo somos tres peruanos, cifra que para los guías es alta, si se toma en cuenta el tipo de caminata. Por alguna razón, son los extranjeros los que disfrutan más de la cordillera andina.

Abra Salkantay

Siete kilómetros de distancia es lo que nos separaba esa mañana del abra Salkantay. El ascenso se convirtió en las cuatro horas más agrestes de una ruta que en cuatro días habrá acumulado 70 kilómetros de senderos serranos y amazónicos, para finalmente ser coronada con la vista de Machu Picchu, una de las siete Maravillas del Mundo.

Al fin, el viento gélido nos recibe en el abra Salkantay. Con ese soplo se restauran todas las energías y solo queda lugar para la veneración (consciente o inconsciente) del gran apu cusqueño. No es para menos. Tenemos al frente las dos cimas rocosas del nevado. Con su azul imponente y su protectora grandeza semidivina.

Es lo más cerca que podemos llegar a ese coloso que alguna vez fue más blanco y más deslumbrante, pero que, a pesar de haber perdido el 60% de su superficie glaciar en las últimas cuatro décadas, aún conserva el recio carácter que le dio el nombre de Salkantay (en castellano, “Montaña Salvaje”).

Es tan indomable esta montaña que son pocos los andinistas que han trepado hasta su cima. El primer peruano en llegar fue el arriero cusqueño convertido en montañista Luis Crispín Quispe, quien en el 2013 coronó esta y otras cumbres nevadas de la zona, junto con un equipo de especialistas estadounidenses.

La primera expedición, sin embargo, data de 1952. Ese mismo año, el apu dejó que la francesa Claude Kogan se convierta en la primera mujer en posarse sobre su nívea cima.

Veneración inca

Después del abra, el camino se convierte en un descenso de 15 kilómetros hacia el oriente, hacia la exuberante vegetación de la selva. La respiración se torna cada vez más pesada y la caminata se convierte en una especie de danza estriptisera, rítmica, intensa, conforme las ropas abrigadoras dejan los cuerpos.

Todavía se puede ver el nevado, cada vez más pequeño, como un lejano protector de los caminos.

Todavía se puede ver el nevado, cada vez más pequeño, como un lejano protector de los caminos. En la región Cusco, solo el nevado Ausangate le supera en tamaño.

Según un mito, estos fueron hermanos y tras una sequía tuvieron que separarse para buscar comida y salvar de la hambruna a la ciudad del Cusco. Salkantay encontró en el norte la puerta de la selva y el amor de Verónica (otra cumbre cusqueña), mientras que el Ausangate encontró ganado y alimentos agrícolas en el Altiplano, con lo que logró su cometido.

Por alguna razón, ambas deidades fueron muy respetadas en la cosmovisión andina, ya que a ellas se les atribuía los altibajos de las cosechas. Tanto así que Machu Picchu y Choquequirao habrían sido construidas en honor al Salkantay, ya que desde ambas ciudadelas se mantiene el contacto visual con este nevado.

En el tercer día se descienden 16 kilómetros de mata selvática y aire húmedo hasta el pueblo de Santa Teresa. En la ruta hay tienditas que reparan la sed y el apetito. Pero las fresas salvajes que un guía me enseñó a reconocer mantuvieron mi espíritu satisfecho.

Vemos cascadas, frutas de estación como paltas, granadillas, tumbos y guanábanas. Las flores comienzan a pintar el paisaje e incluso se pueden ver algunas orquídeas. Y aunque no se dejan observar fácilmente, las aves se dejan oír en abundancia.

Baños termales

Este día termina con una de las mejores recompensas de mitad de camino: el ingreso a los baños termales de Collcapampa, cálidas piscinas dispuestas a relajar cada músculo contraído por el peso de las mochilas y la larga caminata.

Repasamos la ruta que falta. El cuarto día el grupo llegará a la hidroeléctrica y a la cosmopolita ciudad de Aguas Calientes para subir, al día siguiente, a las montañas de Machu Picchu y regresar en tren y en auto al Cusco.

Por ahora seguimos en estas piscinas de ensueño. Y otra vez, el murmullo políglota se convierte en una lengua universal, gracias a la cual se entiende la felicidad de todos.