El Peruano
Año 5. Edición Nº 270. Jueves 6 de setiembre de 2018
TRADICIÓN
SALCABAMBA, HUANCAVELICA

Rajaleña sagrada

Pocas tradiciones comunitarias han subsistido hasta hoy. El ayni y la minka son algunas costumbres prehispánicas que aún se pueden ver en los ayllus o comunidades de la sierra y la selva. La minka, por ejemplo, es la figura con que Salcabamba prepara la leña para la festividad del Niño Jesús. Texto y fotos: Claudia Ugarte
La mañana está nublada, pero no hay amenaza de lluvia. Después de unas horas de caminos ondulados, las montañas se hacen más verdes. El oriente y el verdor de la jungla se presienten, aunque no se pueden ver desde aquí. Una plaza empedrada anuncia la llegada a Salcabamba, uno de los 21 distritos de la provincia de Tayacaja, al norte de Huancavelica.

La plaza es colorida, pero lo que llamará mi atención en los próximos minutos es el ruido de unas motosierras.

Después de desayunar una sopa de mondongo y mote (con una canchita serrana que solo se come aquí) desciendo unos metros hacia las faldas de la montaña donde está asentado el pueblo. Noto que al final de una explanada que a veces sirve de cancha de fútbol hay una docena de hombres con hacha en mano listos para una jornada que –luego me enteraré– será sagrada y comunitaria.

Brazos de resistencia

Ellos son hombres del pueblo. Brazos y mentes fuertes que quieren conservar las tradiciones salcabambinas y que hoy se han unido para trabajar por la familia del mayordomo y por la comunidad. Estos varones son parte de esa resistencia cultural que se aferra a los hábitos locales y a la sonoridad de su quechua. Escapan todavía de la uniformidad que impone la globalización.

“Son los más jóvenes los que se han alejado de nuestras costumbres, e incluso las desdeñan creyendo que lo que ven en el celular es mejor que lo nuestro. Y es así cómo se van perdiendo las tradiciones”, me comenta Julio Illesca, profesor y líder de esa comunidad tayacajina, en uno de los descansos que han tomado los leñadores para chacchar y beber un poco de cerveza y caña.

El maestro salcabambino también me cuenta que los dos o tres árboles de eucalipto que hoy están siendo derribados serán puestos a secar en la calle donde viven los mayordomos de la Fiesta del Niño Jesús de Salcabamba, y hasta la fecha de su celebración, el 1 de enero, nadie podrá tocarlos.

“La leña está reservada para la preparación de las comidas que los mayordomos harán durante todos esos días de celebración”, me explica Illesca, uno de los espectadores de esta labor comunitaria que se conoce como Rajaleña.

Faena de leñadores

Si bien los mayordomos de esta esperada fiesta (Reyner Herrera y su esposa Ingrid Suasnábar) viven en Estados Unidos, sus familiares representantes, Cleofé y Lisandro (también esposos), han sabido darle calidez a la faena.

Los pobladores convertidos hoy en leñadores descansan o retornan a sus labores cada vez que suena el waqrapunku o waqracorneta (instrumento de viento hecho con cuernos de toro). Esta vez son dos los ejecutores de waqrapunkus que se han sumado voluntariamente a la labor.

En cada descanso Lisandro y otros familiares van entregando bolsas con hojas de coca que los trabajadores chacchan (mastican) para aligerar el cansancio y retardar el hambre, botellas de cerveza o chicha de jora para calmar la sed, y cigarros (en reemplazo del tabaco) porque así dicta la tradición.

En tanto, Cleofé sirve vasos de “quemadito”, un delicioso preparado de hierbas y frutas a la que se agrega el licor de la caña que no se usó en la elaboración del aguardiente destilado llamado también caña o cañazo. “Pero hay que tomarlo de a poquitos nomás porque es muy fuerte”, me advierte.

Desde que llegué a la sierra central, muchos me comentaron que Salcabamba elabora una de las mejores cañas (aguardientes) del Perú.

Le comento esto a Lisandro y me responde con naturalidad: “Es que Dios es salcabambino. Aquí tenemos de todo, frutales, paltas, mangos aromáticos que solo se exportan a Japón, maguey para fabricar el longor (o yungor, instrumento musical de la zona) y, además, una caña de azúcar que nos permite preparar un delicioso guarapo y caña(zo) de excelente calidad”. Me explica que el proceso comienza cuando la caña entra al trapiche, que por la fuerza hidráulica bota el jugo, y cuando este se fermenta se convierte en “guarapo” (una especie de chicha de caña). A ese proceso se le suma otro: el destilado de la caña por medio de un alambique.

“La caña que sale llega a los 50 grados de alcohol. Es bastante pura, pero muy fuerte para el consumo humano, por lo que hay que rebajarla con agua destilada hacia los 35 grados, lo suficiente para disfrutarla sin que pierda su calidad. ¡Prueba!”, me dice Lisandro con vaso en mano. Y es verdad, la calidad de este aguardiente se deja sentir.

Atractivos cercanos
  • Salcabamba posee atractivos turísticos, como las siete lagunas ubicadas alrededor de este pueblo de 5,000 habitantes.
  • También las famosas orquídeas que se utilizan durante las festividades de Santiago.
  • A solo 10 minutos a pie se encuentra una fuente de agua gasificada, conocida también como el agua de la vida, ya que según algunos sería la razón de la longevidad de muchos de sus pobladores.
  • Para llegar a Salcabamba (3,037 metros de altitud) se puede viajar de Lima a Pampas, capital de Tayacaja, en una ruta que tarda 10 horas, y tomar luego un auto colectivo (2.30 horas).

Música para no rendirse

Llega la tarde y casi nadie parece tener hambre. Las milenarias hojas de coca cumplen su función de manera intacta como lo hacían hace cientos de años en faenas comunitarias similares. El viento se agita y parece convertirse en música. Una banda ha llegado. La comunidad cercana a la familia comienza a danzar bajo los delirios del arpa, el violín y las trompetas.

Un hombre completamente embriagado hace de bufón y baila solitario alrededor de la banda. Todos se conocen y la gente ríe sin malicia. La faena de los leñadores no avanza a la velocidad que esperaban. Es mucha madera para tan pocos brazos. Las hachas que golpean esta tarde no pasan de una docena.

Sin embargo, los ocasionales leñadores no se rinden y solo esperan el momento más emocionante de esta tradición: el concurso de rajaleña. Antes de que oscurezca, todos reciben troncos del mismo tamaño y luego de rezarle a sus hachas y a sus fuerzas restantes miden su destreza para ver quién corta las mejores piezas de leña en el tiempo más corto.

Suenan las waqracornetas. Los ocho concursantes no dejan de hundir sus hachas en la corteza mientras la banda estimula el baile colectivo.

Los premios no son onerosos, pero sí bastante útiles. El ganador se llevará un hacha de regalo. Otros, vestimenta de trabajo como botas o cascos.

Pero no son los premios lo que motivan a los concursantes, sino el orgullo de ser los mejores. El honor de sentirse respetados en su comunidad. Valorados en su fuerza física.

En la noche, por ejemplo, el ganador le cederá su hacha de trofeo a un compañero suyo que rompió su herramienta de tanto batallar contra los pedazos de madera.

Es que Dios es salcabambino. Acá tenemos todo: frutales, mangos que se exportan a Japón....
Noche de baile

Tras el concurso, se inicia la recolección de la leña para llevarla al lugar donde descansará los próximos cuatro meses. Unos niños del pueblo llegan vestidos de danzantes de tijeras y muestran sus habilidades corporales mientras mujeres y hombres suben los trozos de leña al camión.

La noche aguarda con más caña, más quemadito y más cerveza. El almuerzo-cena también repondrá las energías gastadas. El violín inspirará a las mujeres del pueblo, que cantarán sus huainos preferidos. Otros pedirán santiagos. Todavía quedan fuerzas para zapatear. Los danzantes de tijera seguirán llenando la noche de color, pero no serán los únicos.

Algunas mujeres competirán con sus bailes y los asistentes les echarán monedas (y billetes) por su gracia.

La noche llegará a la embriaguez, pero la mañana esperará con la última parte de la faena: apilar la leña y colocar una cruz en la cima como símbolo de señal sagrada. Nadie tocará la leña hasta el último día del año. Nadie lo hizo en las festividades pasadas y confían en que esta vez será igual.