Cuentan los entendidos que su espectacular paisaje se formó hace tres millones de años debido a la acumulación de material volcánico, y que el viento, la lluvia y la erosión han decantado en las curiosas y caprichosas formas de las rocas que la componen.
Se ubica a 3,600 metros de altura y en sus cerca de 60 hectáreas de terreno el visitante podrá sortear cientos de rocas que alcanzan hasta los diez metros de altura, algunas punteagudas y otras en forma de hongos, pero que le darán, en perspectiva, harto trabajo a su imaginación.
Imaginación como la de la apurimeña Yésica Quispe y la francesa Ameline Vallet. Ambas han llegado a esta parte de Apurímac, y las formas que se les han quedado en la retina son la de un gran paisaje lunar, un inmenso coliseo y esa especie de Casa de los Pitufos, que se ha convertido en una de las principales atracciones.
El bosque de piedras de Pampachiri se dio a conocer hace unos tres años y, desde entonces, el turismo ha crecido rápidamente. Los guías aseguran que hay días en que el paisaje, dependiendo de la ubicación del sol y la hora, cambia del color claro natural de siempre a un naranja rojizo.
Para llegar se puede ir desde Abancay o Andahuaylas. Son cuatro horas de viaje hasta el distrito de Pampachiri. Y desde allí, otra hora hasta el bosque mismo. Es un largo viaje, pero se compensa con la hermosura de la naturaleza.
Entre las diversas formas que pueden sugerirle estas enormes rocas, hay una que es la más pintoresca: la Casa de los Pitufos, que mezcla la forma en punta de las rocas que la hacen parecer a la casa de estos pequeños personajes.
Se recomienda recorrer esta ruta en un día completo, a pie o a caballo. Su costo es de veinte soles. Durante la ruta puede darse un gustito, probando un charqui de alpaca con cancha y queso que venden las señoras del lugar a dos soles.
Lo acompañarán docenas de alpacas que pastorean en pastizales rodeados de tola, un arbusto que cubre de verde el paisaje.