Año 107 // 3ª etapa // 540 // Viernes 23 de marzo de 2018



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EL RUIDO RELEVANTE

El regreso de la obra Mucho ruido por nada le permite a su elenco hacer un ejercicio de autocrítica sobre el machismo en la vida personal y en el ambiente teatral.

ESCRIBE: LUIS M. SANTA CRUZ

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Temporada corta. La obra Mucho ruido por nada se presenta hasta el 1 de abril en el teatro Peruano Japonés, en Jesús María.

Durante los ensayos de Mucho ruido por nada, el elenco se cuestionaba el final de la obra shakesperiana. La conclusión era una normalización de la violencia de pareja que ni los actores ni la directora Chela de Ferrari estaban dispuestos a llevar a los escenarios.
Entonces nació una escena que emulaba esas discusiones entre amigos y colegas, justificada por una responsabilidad y sensibilidad que ganaron durante esa preparación en el no tan lejano 2016.
En medio de una nueva temporada que responde a la aceptación popular, Óscar López Arias cree que es un buen momento para explicar las razones que lo motivaron a él y al resto del elenco a tomar una decisión controversial, aunque exitosa.

El arte y el teatro siempre han sido políticos. Reflejan la realidad, hablan de nosotros como seres humanos y como país.

ACTUACIÓN Y CRÍTICA
“No podemos participar en una actividad que atente contra la dignidad, y el texto original le falta el respeto a la condición femenina”, dice el artista, quien reconoce que, a pesar de haber alcanzado las cuatro décadas, sigue aprendiendo todos los días. Ha aprendido, por ejemplo, que no se debe naturalizar el maltrato. Y lo dice recordando que de niño escuchaba a los mayores decir que uno no debe meterse en los problemas de pareja, siendo esos problemas los que involucran violencia física y psicológica.
Óscar pensaba que era normal que el amor incluyera golpes y hoy no duda en calificar eso como una estupidez. Ahora ha salido de la ignorancia que lo llevó a aprender costumbres falsas, pero sobre todo las tradiciones tontas. Y aunque suene curioso, aprendió a desaprender.
     Todos los días, desaprende las conductas inherentes que aparecen al crecer en un hogar abiertamente machista. El actor va por la ciudad intentando erradicar o disminuir la versión tóxica que convive con él, aunque es difícil, al mirar hacia atrás y darse cuenta de que la huella de sus errores sigue ahí, en alguna entrevista que ha dado antes, en fotos e incluso frases.
     López Arias revisa las declaraciones a otros medios y no puede evitar decir ¡Qué estúpido fui! Y hoy, más que nunca, tiene cuidado porque las redes sociales han vuelto las palabras en tinta imposible de borrar. Ya nada se escribe con lápiz.
     Y eso no le parece algo malo. El problema, para Óscar, recae en la desproporción que hay para juzgar. Todas las sociedades vierten en Facebook y Twitter su necesidad de ser jueces. El presunto agresor y la víctima son idolatrados, defendidos y atacados sin un espacio para el análisis y la conversación. “El lobo siempre será el malo si solo escuchamos a caperucita”, dicen.
     La llegada de Mucho ruido por nada –hasta el 1 de abril en el teatro Peruano Japonés– coincide con el fortalecimiento del movimiento feminista en el ambiente artístico y la cotidianidad. Llega en un momento oportuno que Rómulo Assereto, otro de los actores del elenco, sabe que no es una casualidad.
     “El arte y el teatro siempre han sido políticos”, sostiene. Reflejan nuestra realidad, hablan de nosotros como seres humanos y como país. Y ese diálogo no siempre es alegre, no siempre llena de orgullo a los que conversan.

DIFERENCIAS
La obra explora el método del teatro isabelino, en el que los hombres interpretan también los roles femeninos. Ese ejercicio trajo consecuencias en Assereto, ya que casi a diario se preguntaba cómo afrontaría diferentes situaciones si fuera mujer. Por primera vez, entendió con claridad las diferencias sociales contra las que lucha el feminismo.
     Esa lucha está también en su entorno. El teatro, la televisión y el cine son ambientes en los que se presenta la diferencia de sueldos entre hombres y mujeres. Son lugares en que a la mujer se le percibe dependiendo de la vestimenta y el comportamiento. Y el primer paso para solucionarlo –como hombre y aliado– es hacer pública tal situación. Mirar a un lado no es opción para el artista: la indiferencia fue, precisamente, lo que permitió que esas dificultades crecieran.
     La función ya va a empezar. Se escucha a los cantantes calentar la voz, los actores estiran sus extremidades, los instrumentos suenan como una especie de prueba antes del gran momento del encuentro con la audiencia. Rómulo Assereto tiene que retirarse, pero antes de eso se pregunta: ¿Cómo es posible que hagamos sentir a la mitad de la población mundial como una minoría indefensa? ¿Qué hicimos tan mal para llegar a este punto?