Es el grupo de música tropical alternativa Bareto y, junto con ellos, el anfiteatro del Parque de la Exposición vibra. La fiesta contagia a las 4,000 personas apostadas allí. Se emocionan, aplauden y se sueltan a bailar al ritmo de esta canción, interpretada originalmente por el mítico Juaneco y su Combo.
Pero, aunque usted no lo crea, el concierto no es de Bareto. No, señores: hoy, el concierto está a cargo de la Orquesta Sinfónica Nacional que, en el marco de las celebraciones por sus ochenta años, ha invitado a Bareto a esta presentación de lujo con una performance de música popular.
Conduce el marco musical el mismo director de la Sinfónica, Fernando Valcárcel. Y a la señal de su batuta, se entrelazan armónicamente las cuerdas de violines, chelos y contrabajos; los vientos de las trompetas, flautas y clarinetes; y el tun tun de las tarolas, bombos y timbales.
Y si bien la noche del 11 de diciembre de 1938 la Sinfónica Nacional dio el primer paso de su historia interpretando la obertura de Die Meistersinger von Nürnberg y la Sinfonía Nº5 en Do menor de Beethoven, ante los connotados delegados de la VIII Conferencia Internacional Americana –realizada en Teatro Municipal–, hoy en día la Sinfónica también sale a calles y plazas para celebrar con la gente.
Ahora, Bareto ha terminado. La orquesta hace una pequeña parada: un sorbo de agua, un rápido ajuste de instrumentos y otro grande de la música irrumpe en el escenario. La gente se pone de pie, aplaude, ovaciona. Saludos por aquí y por allá y, nuevamente, el silencio se apodera del anfiteatro.
El maestro acomoda la guitarra e inicia el punteo de cuerdas. El respetable conoce la canción y acompaña con los aplausos. Es un clásico de la música andina, ‘Adiós pueblo de Ayacucho’, y quien la interpreta es nada menos que Manuelcha Prado.
Le sigue una variada miscelánea andina en ‘Re’ menor –dice el maestro–, acompañada de palmas y bailes en la tribuna. Y cierra con ‘Flor de los glaciares’, compuesta por el mismo Manuelcha, con el acompañamiento magistral de la Sinfónica. Ovación, señores. Una presentación como esta simplemente es inolvidable.
Pero, la celebración de este aniversario sinfónico no se agota en la interpretación de la música popular, sino que los organizadores tuvieron la generosa iniciativa de programar conciertos abiertos con aquellas canciones que nos hicieron reír, lagrimear o asombrarnos frente a la pantalla grande.
Y la Orquesta lo hace como corresponde: con atuendos propios de las películas más taquilleras. Así, el público ha tenido ocasión de revivir momentos clave en la memoria colectiva; por ejemplo, aquel en que los soldados de la Alianza Rebelde son perseguidos por las tropas del lado oscuro lideradas por Darth Vader, escuchando las notas de la ‘Marcha Imperial’ de Star Wars.
La música –esa misteriosa forma del tiempo– obliga a retroceder algunas décadas para sudar la gota gorda junto a Harrison Ford, en su magistral interpretación de Indiana Jones, buscando salvar su vida y salir victorioso del templo de la perdición. Y lleva al auditorio a imaginar la mágica bicicleta con la que el pequeño Elliot echa vuelo y atraviesa la silueta de la luna en ET, película que obtuvo cuatro premios Oscar.
¿Qué más se puede pedir? La Orquesta Sinfónica Nacional no termina de sorprendernos. Se trata de formas novedosas y simpáticas de celebrar ocho décadas de preservación y difusión de la música, ese arte sin el cual la vida sencillamente sería un error.