El Peruano
Año 108 // 3ª etapa // 550 // Viernes 8 de junio de 2018


UNA GATA SOBRE EL TEJADO CALIENTE DE ZINC

HISTORIAS FAMILIARES

Humor negro, drama y conflicto en un mundo despersonalizado.

ESCENARIOS
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Escrita por Tennessee Williams hace más de 60 años, Una gata sobre el tejado caliente de zinc desvela sin evasivas una serie de conflictos humanos que no pasan de moda: la envidia, la represión y el desamor en los entornos que aparentan ser los más sólidos y cercanos. ESCRIBE: EDUARDO GARCÍA ZÚÑIGA # #
Cuando uno ve Una gata sobre el tejado caliente de zinc, la obra de teatro que se presenta por estos días en el Centro Cultural de la PUCP, es inevitable pensar en las imágenes de Elizabeth Taylor y Paul Newman, los dos protagonistas de la recordada versión cinematográfica de la década de 1950 que ha quedado registrada como “un clásico que hay que ver antes de morir”.

Al final de la función, lo que embarga al espectador es el impacto de un drama intenso y crudo. Pero el público queda también sorprendido por la vigencia que la historia llega a tener en un mundo despersonalizado y dominado por internet y los amores sin compromiso, como el actual.

El argumento es conocido: lo que parece ser una reunión familiar normal para celebrar el cumpleaños número 70 del patriarca de la familia, se convierte en un campo de batalla donde afloran la envidia, la represión, el desamor y la sombra de la homosexualidad, todo ello salpicado de ese humor negro capaz de arrancarnos una sonrisa en los momentos dramáticos.

Una gata sobre el tejado caliente de zinc, escrita por Tennessee Williams, llega a las tablas limeñas bajo la dirección de Joanna Lombardi y con las actuaciones de Wendy Vásquez, Rodrigo Palacios y Gustavo Bueno, entre otros.

“Lo que embarga al espectador es el impacto de un drama intenso y crudo. Pero también la vigencia de la historia”.

Hay dos partes bien marcadas en la historia. La primera está marcada por la tortuosa relación entre Maggi (Vásquez) y Brick (Palacios), dentro de las cuatro paredes de su habitación; y la segunda, en la que el diálogo sin máscaras entre padre e hijo (Bueno y Palacios, respectivamente) ayuda a desentrañar la tristeza que sufre el segundo, como antesala del desenlace.

Superlativa la actuación de Wendy Vásquez, en su papel de Maggi, una mujer ambiciosa, calculadora, sensual y dispuesta a todo para disfrutar de la herencia del suegro, pero también enamorada y confiada en recuperar el amor de su alcohólico y depresivo compañero.

En teoría, su rol es el más exigente, porque debe competir con el recuerdo que guardamos de la gran Elizabeth Taylor. Pero lo cumple con creces, como no podía ser de otra manera con base en su calidad demostrada en el cine, el teatro y la televisión.

“Así me siento, como si la casa estuviera ardiendo y yo fuera una gata en un tejado aguantando como puedo”; “No estoy viviendo contigo, ocupamos los dos la misma jaula”, son algunas de las líneas que proyectan su personalidad.

TODOS EN EL TEJADO

En realidad, no es solo ella en un tejado aguantando. Son varios los felinos en esa situación. El padre, aferrándose a la vida; el hermano Gooper y su esposa Edith, tratando de convencer que son una familia “responsable y con valores”, capaz de manejar los negocios de la familia, a diferencia de su borracho hermano; y hasta la abuela, negando como puede la terrible enfermedad que llevará a la tumba a su marido.

FICHA TÉCNICA
Dirección: Joanna Lombardi. Dirección adjunta: Diego Lombardi. Elenco: Wendy Vásquez como Maggie; Rodrigo Palacios como Brick; Gustavo Bueno como Papá; Grapa Paola como Mamá; Eduardo Camino o Diego Lombardi como Gooper; Anneliese Fiedler como Edith; Chipi Proaño como el Reverendo. Hasta el 16 de julio, de jueves a lunes a las 20:00 horas, en el Centro Cultural de la PUCP (Av. Camino Real 1075, San Isidro). Teleticket y boletería.

También hay que aplaudir el trabajo de Rodrigo Palacios, en su papel de Brick, eje de la trama, el hijo preferido del padre pero que arrastra un cargo de culpa por la muerte de su mejor amigo, lo que lo ha llevado a refugiarse en el alcohol y la abstinencia sexual.

Mención aparte merece la cojera de una pierna enyesada que exhibe en toda la función. Esa dificultad para trasladarse, sumada al uso de muletas, potencian la carga de dramatismo del personaje.

En el caso de Gustavo Bueno, es habitual la solvencia de sus interpretaciones. Y esta obra no podía ser la excepción. Verosímil, espontáneo y seguro en el manejo de sus líneas y movimientos en el escenario, es un activo muy preciado en cualquier obra.

Quizás el único tema no resuelto, que permanece en el limbo por mandato del propio Williams, es la supuesta homosexualidad de Brick. Es casi segura hasta antes de que el personaje la negara en todos los tonos a su padre, pero queda la sospecha de que la razón de ello fuera la censura y la controversia que el tema generaba el siglo pasado.

En suma, una obra que hay que ver, por la vigencia de su texto, la calidad de las interpretaciones y su impecable puesta en escena; pero, además, porque es una obra que nos hace reflexionar sobre la vida y sus miserias.