A Menacho lo seduce la idea de democratizar la cultura. “Pero que eso no sea solo una frase de la que se habla mucho y por la que se hace muy poco –acota–. Cuando te hablo de llevar la cultura a quienes no pueden acceder a ella, lo digo en serio”.
En ese afán, decidió dar vida a la fundación Teresa Quesada, el nombre de su madre, una destacada pianista que supo transmitirle a Alberto la pasión por el arte que hoy busca compartir. La cultura –opina– no puede ser patrimonio de unos pocos.
Hoy, Menacho podría dedicarse a disfrutar de los réditos que obtuvo al traer a los consagrados de la escena mundial de la música. Pero sigue trabajando para “fomentar un movimiento cultural que nos permita llevar números nacionales y foráneos a las zonas periféricas de manera gratuita. ¿Por qué no?”.
“En cualquier capital del mundo se programan temporadas culturales notables, ¿y en Lima?”.
“La movida cultural se sustenta con el ‘esponsoreo’, a diferencia de los grandes conciertos de rock, que viven de las entradas”, explica. Así, un primer paso de la mano de su fundación es programar 16 conciertos de música clásica para todo público, una suerte de temporada abierta, flexible y de largo aliento.
La idea es llegar no solo al público que tradicionalmente aprecia estos espectáculos y los busca, sino también abrir el abanico para entrar a las zonas periféricas y llegar a gente que quizá no va al Gran Teatro Nacional por diversas razones. “Y el efecto multiplicador debe llegar a Cusco, a Arequipa, a Trujillo”.
Alberto se proyecta con entusiasmo. “En Lima, las zonas periféricas son medulares; queremos llevar, por ejemplo, a la Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil y permitir que los niños aprecien arte de altísima calidad hecho por músicos peruanos”.
“Todo lo que se haga por la cultura hay que apoyarlo. Y es que, al final del día, te das cuenta de que el arte, la literatura, el teatro, la escultura, pero sobre todo la música, influyen en la sociedad de una manera transformadora”.
Como un niño que mira un juguete que no logra alcanzar, Alberto sueña con que el Perú apueste por la cultura tanto como hacen países vecinos.
“En Chile, Colombia, Ecuador, se mueven temporadas culturales importantes; eso es algo que se perdió en el Perú”. Observa que en la década de 1960, muchos artistas de renombre llegaban al Perú.
Felizmente, ahora vemos que el público vuelve a interesarse. “Fíjate que el promedio de edad de quienes acuden a números culturales es de 25 a 30 años. ¿Alguien podría sostener que ‘la cultura es solo para gente mayor’? Así como hay señores con abrigos, también hay gente en jeans y zapatillas, personas que hacen un esfuerzo por acudir”.
Menacho se rebela ante una evidencia irrefutable: en cualquier capital del mundo se programan temporadas culturales notables, ¿y en Lima? “¡No es posible que no tengamos qué ofrecer!”. Y, así, ensaya una respuesta desde su propia experiencia: “Desde el año pasado hemos programado varios números que pondremos en Lima a lo largo de este año. De hecho, ahora en junio llega a Lima Estampas Porteñas, una de las compañías de tango más importantes en la actualidad”.
“Y llega evolucionado, con un soporte multimedia y música en vivo, con bailarines contándonos una historia en una fusión de música, teatro y danza”. Lo que falta es sacar esas presentaciones de los circuitos tradicionales y ponerlas en otros escenarios, sin que el precio sea una valla entre el público y el arte. Esa es la tarea de Menacho.
¿Por qué apostar de esta manera por el arte? “Lo mío es enfermedad –responde con una carcajada–.
Voy a insistir en la formación de públicos, en llevar cultura. Es un riesgo, sí, pero no vamos a parar”.