El Peruano
Año 108 // 3ª etapa // 551 // Viernes 15 de junio de 2018

COMPAÑÍA DE BALLET SAN MARCOS

MIRA QUIÉN DANZA

TENDENCIAS
El ballet nació en Francia hace 400 años y hoy se mezcla con la chicha del Perú. Una entusiasta profesora inglesa, un grupo de danzantes plásticos y mucho, pero mucho, movimiento. Con ustedes, la Compañía de Ballet San Marcos. escribe: luis francisco palomino / foto: brenda ortega
Un cobrador golpea rítmicamente la lata de un bus mientras los pasajeros descienden en la avenida Abancay. La humanidad es movimiento. Sonidos. La cadencia de unos pasos presurosos saltando por la vereda. La coreografía de la supervivencia.

El jirón Cusco. Cláxones. El Icpna del centro de Lima. La puerta de su auditorio que se abre como una cajita musical. Un cubo insonorizado. De fondo, una pieza clásica; en el salón de piso negro, treinta jóvenes que elevan las piernas plásticamente, como postes de luz, cisnes. El arco y la flecha. Movimiento, equilibrio. Giros. Hélices.

Llega Vera Stastny. Inglesa, directora desde 1972 de la Compañía de Ballet San Marcos, la universidad decana de América. Esta noche de lunes, sus más talentosos pupilos danzarán gratuitamente para los vecinos de la zona. Es importante acercarse a la gente, itinerar, moverse, dice Stastny, rara avis en un medio en el que los artistas de renombre acuden excepcionalmente a las periferias o a los barrios.

NUEVO PARADIGMA

“Me parece muy interesante que se empiece a buscar otro público. Hay mucha gente que vive acá y en el Cono Norte, y les es más fácil venir al centro que a Miraflores o San Isidro”, observa la directora.

Un cambio copernicano. Citado pensamiento que se condice con una de sus anécdotas. En 1975, la inglesa fue miembro del jurado que distinguió al retablista ayacuchano Joaquín López Antay con el Premio Nacional de Cultura, una decisión histórica y polémica, puesto que cierta facción de la élite cultural de Lima consideraba que el galardonado no era un artista sino un artesano, y que no merecía tal reconocimiento.

PARA TODOS
Desde los ojos de Vera Stastny, los limeños son muy suaves, muy líricos, quizá por el clima. “Y los peruanos, en general, son muy sofisticados, elegantes”, afirma la directora del Ballet San Marcos. Hoy, la compañía brinda (desde las 9:00 horas) una clase abierta de ballet clásico, a cargo de Gina Natteri. Por la tarde (17:00 horas), clase maestra de danza contemporánea con María Elena Riera, para estudiantes de danza y teatro. Y por la noche (desde las 19:30 horas), funciones didácticas: El tiempo vuela, Tierra Negra, Haití y Añoranza. En el auditorio del Icpna Lima Centro (Jr. Cusco 446). El ingreso es libre.

Ese hecho describe a Stastny: desprejuiciada y a la vanguardia. En la década de 1970, también le inyectó una dosis de modernidad a la escuela de danza sanmarquina. Conocedora de la teoría –estudió en una afamada compañía de Londres–, Vera sabía que el ballet había surgido en la Francia de Luis XIV como un espectáculo de corte. Y para fines del siglo XX, eso de las monarquías era politiquería obsoleta. El mundo había cambiado y, por lo tanto, el concepto del baile en puntas de pie debía renovarse también. Con ese objetivo, San Marcos gestionó la llegada de coreógrafos contemporáneos.

Precisamente hoy, la mayor preocupación de Stastny es el brote de coreógrafos en el Perú. La directora opina que el país cuenta con muy buenos bailarines, que los hay más que antes –en su compañía son casi cien–; sin embargo, la composición de danzas aún no ha estallado.

“Es algo difícil de lograr. Hay que tener el talento, la imaginación, la inquietud del creador. Acá tenemos a Luis Valdivia, a Renzo Valenzuela, a Juan Salas y a Maureen Llewellyn Jones”. Stastny nombra a sus alumnos.

El mundo se mueve ordinariamente, pero ellos contonean sus huesos con arte; la sincronía de sus desplazamientos consigue que el espectador se emocione inexplicablemente, ya que los danzantes se expresan en un lenguaje analfabeto, primitivo, y aun así comprensible. He ahí su trascendencia: la manera en que el cuerpo delata, haciendo a los humanos capaces de reconocer, mostrar, dar y recibir sentimientos. Universales y particulares.

SELLO PERUANO

Una breve historia para ilustrar. “Fui con la escuela a un festival en Escocia, también con un coreógrafo inglés llamado Royston. Él nos mostró un hermoso trío y allí lo montó. Unos meses después hicimos ese mismo trío en Lima. Él llegó a los días, vio su coreografía y dijo: ‘¡Qué bien! Pero está completamente peruano’”, relata Vera. Royston no supo explicar por qué.

En el 2016, el Ballet San Marcos trabajó una obra con textos de Julio Ramón Ribeyro, Martín Adán y Blanca Varela. El presente plantea un nuevo reto. Insuflar la idiosincrasia local al ballet. Un ejemplo de su tratamiento es Oda Chicha, coreografía de Luis Valdivia con música de Omar Ponce, Los Orientales de Paramonga y Jean Pierre Magnet.

Hay quien dirá que eso ya no es ballet, pero se siguen rompiendo los moldes, como Vera en los años 70. Con optimismo, dicha fusión atraerá a otros jóvenes ingeniosos que, en el futuro, le darán sus propios colores al baile. Del Perú para el mundo.

Repentinamente, la cabeza del Ballet San Marcos se sobresalta, corta la entrevista y se marcha rápidamente porque tiene que conversar con sus dirigidos. Antes de desaparecer, Vera Stastny señala que el bailarín de raza es aquel que no podría vivir sin bailar. A sus 82 años, ella es un buen ejemplo.

Cierra la cajita musical. En las calles, el bullicio continúa. Sí, hacen falta coreógrafos.