El Peruano
Año 108 // 3ª etapa // 559 // Viernes 24 de agosto de 2018
ESCENARIOS
# #

REALMENTE ES AMOR

Es uno de los temas más tocados en la ficción desde que el ser humano aprendió a expresarse mediante el arte. Los protagonistas de la obra No pensé que era amor intentan profundizar en sus clichés y sus torpezas. escribe: luis m. santa cruz # #
Hay temas que persiguen al arte desde su origen como manifestación de la emoción humana. Y son los tópicos más honestos que pueden explorarse, ya sea por pasión o por pánico. Desde la inevitable muerte como concepto y como hecho, hasta los testimonios sobre sexo desde su interpretación como placer censurado o goce perpetuo.

Y, obviamente, está el amor. El sentimiento original de Romeo y Julieta y también de las variantes que hasta la actualidad nos regala el cine, entre otras vertientes del arte. Una necesidad tan primaria como la de intentar encapsular para siempre un cariño que no dura necesariamente para toda la vida, meta que han logrado pocos.

Nos referimos a una búsqueda trágica y cómica que hoy es responsabilidad de Priscila Espinoza y Manuel Díaz en el montaje No pensé que era amor. Aunque ellos se inclinan por las risas al momento de obtener respuestas.

DESCUBRIMIENTOS

Esta obra reúne siete comedias cortas que fusionan visiones de todo el mundo sobre este sentimiento. Y el proceso actoral para los intérpretes ha requerido de una investigación diferente ya que si al momento de dar vida a un personaje histórico tienes que leer sobre el contexto de la época, para actuar de una mujer enamorada debes leer tus propios diarios.

El amor y el teatro requieren de hipérboles, es la norma bajo la que han trabajado los miembros de esta producción

Priscila comenzó tildando de “loca” a uno de sus personajes para, finalmente, reconocer que varias de sus líneas habían sido parte de alguna conversación en la vida real. A la quinta lectura, podía decir “Soy yo, este personaje se asemeja a alguna versión antigua de mi persona”. Desde este punto, se atrevió a redescubrir esa sensación y convertirla en teatro frente a una audiencia que, en el fondo, sabe que esta ficción se sostiene sobre una realidad que en secreto les pertenece.

La actriz explota su intensidad en el escenario todos los días de función. Pero la primera vez que dejó fluir lo interno fue en los ensayos que se terminaron convirtiendo en un diálogo constante del pasado amoroso de los dos actores y el director. Se ha involucrado a tal punto que está segura de que, si una expareja viene a ver la obra, asumirá que hay indirectas e incluso tomará el crédito de ser la inspiración. “Pero no hay manera políticamente correcta de ponerlos en su sitio y decirles que todo esto es mío. Así que no hay que perder el tiempo”.

Ella vuelve a encontrarse con su pasado y también con ideas que se han promovido a través de estas manifestaciones artísticas, pero que en el contexto del Me Too y el empoderamiento femenino son incorrectas o incluso agresivas. Creer que abordar a una desconocida e insistir por una respuesta romántica a sus intenciones es un cliché tóxico que han querido sacar de la conversación y que lo logran usando las herramientas del teatro. Especialmente, las herramientas de la comedia.

Manuel Díaz, la contraparte de Priscila en esta historia, cree que es una ventaja hablar del amor usando la comedia, porque aterriza el tema hacia una negociación más fácil de procesar. Aunque eso no quiere decir que sea algo del todo sencillo.

En la ejecución siempre están pendientes del público y sus reacciones, de su calentura que puede traducirse en carcajadas que contagian a la audiencia o en sonrisas que esconden bajo la palma de la mano. Les importa porque el teatro tiene que sentirse como una conversación. Y tiene que ser una conversación sorprendente.

El actor sabe que los visitantes buscan un intercambio de palabras inusitado, que los recompense por ese compromiso de salir del hogar para encerrarse en un auditorio. Sobre todo, en una reunión que evoque temas que ya conocen porque “ahí reside la fabricación del teatro”.

MENSAJE CLARO

El amor y el teatro requieren de hipérboles, es la norma bajo la que han trabajado todos los miembros de esta producción. Lo grande y lo exagerado no es necesariamente malo si el mensaje resulta claro, si al final te dice algo. Y si Priscila y Manuel creen que el amor es eterno, entonces que dure para siempre; y si genera conflicto, que el impacto golpee a los que se sientan en las butacas. Y si el amor sobrevive después de las siete historias de No pensé que era amor (hasta el 3 de setiembre en el auditorio del Museo de Arte de Lima), que se vaya a casa con el público. Así que no vengan solos. Sugerencia de ambos.