El Peruano
Año 108 // 3ª etapa // 569 // Viernes 16 de noviembre de 2018
ESCENARIOS
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INDIVIDUOS SOLITARIOS

En un futuro apocalíptico, la oscuridad, el hambre y las epidemias serán fenómenos fácticos. La crisis moral y la deshumanización se generalizarán y pasarán a ser la verdadera causa de este desastre. escribe: ESTEFFANíA ARIAS # #
Zombi, la obra que dirige Carlos Tolentino, no es la típica pieza del género ‘Z’ popularizado por las industrias del cine y la televisión. Por el contrario, es una propuesta teatral que retrata la situación de América Latina como cuna de desigualdades entre grupos sociales y donde el ‘otro’ –como representación amplia del ‘pobre’– pasa a ser marginado y calificado como ciudadano de segunda categoría.

Los personajes encarnan a individuos solitarios que viven una era de desesperanza y deshumanización, producto de la guerra, las pestes y la hambruna. Ante el abandono del Estado, los grupos dominantes se atrincheran en su egoísmo, dejando para las clases subalternas el rol de víctimas. Es, en suma, una historia de víctimas y victimarios.

“En parte, es la falta de humanidad e individualismo llevada al extremo como [estrategia de] supervivencia porque el gran responsable de todo ello es el Estado y su descomposición”, sostiene el director Carlos Tolentino.

DIVIDIDOS

Los personajes son seres de pensamientos depresivos y la narración busca describir una relación entre memoria y espacio sociohistórico. La sociedad está dividida entre ricos y pobres y, con la construcción de un muro simbólico, los pobres son expulsados a la Zona Roja, de cuarentena, un lugar donde hasta el Estado es invisible. Los ricos ocupan la Zona Azul.

“No hay una sola forma de retratar a las clases subalternas –dice Tolentino–. Creo que Zombi, escrita por el dramaturgo peruano Daniel Dillon, nos plantea esa imagen no solo de pobreza extrema, sino también de deshumanización y abandono total. Son situaciones muy crudas, pero que no distan mucho de la realidad”.

La pérdida de humanidad es la primera reflexión que sugiere el montaje. Para entender su significado, el psicólogo Diego Portillo, profesor de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya, explica: “Cuando se habla de ‘pérdida de humanidad’ pienso mucho en el desgaste de algún nivel de conciencia humana sobre la presencia del otro y también en la valoración de nuestras acciones. Incluso algunos trastornos mentales podrían llevarnos a desarrollar comportamientos en los que demostremos actos inmorales que, finalmente, podrían ser simbolizados como la cosificación de la otra persona. Lo contrario de la deshumanización es el reconocimiento, el llegar a reconocer al otro”.

OBRA TRANSMEDIA
Zombi va hasta el 3 de diciembre, de jueves a lunes (20:00 horas), en el teatro del centro cultural de la Universidad de Lima (Av. Cruz del Sur 206, Surco). Se trata de la primera obra teatral transmedia que se monta en el Perú e incluye un universo que se cuenta en línea, a través de www.canalz.pe; un cortometraje y una exposición en la galería del centro cultural.
COEXISTENCIAS

El personaje principal de la obra, Aarón, es un joven con desequilibrios mentales que coexiste en la angustia de haber nacido en un hogar opulento, pero incapaz de ofrecerle amor. “Es un hijo que vive una soledad extrema y con desequilibrios mentales. Pero además es un joven que postula su propia lógica del mundo alimentándose de sesos. Esta forma extrema no puede ser medida con la moral que manejamos en estos días. Creo que en situaciones desesperadas el ser humano puede hacer eso y más. El montaje plantea un conflicto de valores”, añade Tolentino.

La riqueza y el poder no determinan la felicidad de los sujetos en esta pieza. En cuanto a Yo, el personaje interpretado por Stephanie Orúe, es la imagen de una mujer joven y solidaria que a pesar del maltrato psicológico y la pobreza extrema en la que vive, no llega a perder su esencia humana. “Creo que en la soledad puedes descubrir muchas cosas. No al extremo de abstraerte y de ser uno solo y volverte individualista, siempre tiene que haber ese half and half, ese lado equilibrado en nuestra vida. Valoro la soledad, pero no a ese extremo”, comenta la actriz.

El director se refiere también al contexto de la historia. “Para mí, la escenografía es un elemento vivo que no se reduce a un ornamento. Y como algo vivo, debe sufrir transformaciones, se debe poder manipular para ser parte del lenguaje teatral. Como es una obra que habla de los planos del inconsciente, me interesaba que hubiese esta fluidez de entrar y salir de estos mundos paralelos que cada uno construye”.

El hambre, la guerra, el deterioro físico y mental pueden acechar nuestro entorno, y no es un mito. Mirar el pasado y la historia supone repensar nuestro yo desde lo más profundo y preguntarnos hasta qué punto queremos llegar como sociedad: ¿Queremos ser agentes de cambio o solo seres incapaces de dar sin esperar nada a cambio? Algo de eso pregunta con énfasis una obra que, para muchos, suena a profecía.