El presidente la Cámara Peruana del Libro, José Carlos Alvariño, destacó que cada año la feria crece a un ritmo de entre 3% y 5%.
“Llevamos siete años en el actual lugar en el que realizamos la FIL y en todo ese tiempo no he visto que ocurra un bajón en ninguna de las oportunidades en las que abrimos”, aseveró.
Los resultados se observan en las denominadas Jornadas Profesionales. “Esto es algo que sucede en todas las ferias importantes y nosotros no hemos sido la excepción. Son días dedicados a los negocios y, como pueden intuir, es primordial para el desarrollo editorial. En las últimas ediciones le hemos dado fuerza a la ferias invitando a personalidades del mundo de la edición, para que vengan a dar charlas y atraer a los que forman parte de la industria editorial”, refirió.
En ese sentido, Alvariño sostuvo que se logró una buena respuesta por parte de los asociados y de los no asociados a la feria. “Toda la gente interesada asistió a las jornadas profesionales, desde los que desarrollan catálogos de las editoriales internacionales, hasta los que negocian derechos”, precisó.
Asimismo, agregó, hay gente que ofrece sus servicios profesionales, personas que llegan de otros países no solo a comprar libros, sino también a cerrar tratos con editores nacionales.
“Y, por supuesto, también vienen las bibliotecas de otros países, es decir, recibimos la visita de los sistemas nacionales de bibliotecas extrajeras. Es interesante, pues se empieza a tener una relación de negocios, lo cual toma su tiempo. Hacer contactos implica ser pacientes; se va conociendo y a raíz de ello llegan los pedidos”, manifestó.
Pese al éxito que ha alcanzado la Feria Internacional del Libro en la capital, es importante reconocer que el esfuerzo efectuado en la organización del evento es completamente del sector privado.
Para el presidente de la Cámara Peruana del Libro, esta feria también debería formar parte de los objetivos primordiales del Ministerio de Cultura.
“Es fundamental que haya este tipo de ferias para fomentar la lectura. El Estado podría apoyar con el financiamiento de la infraestructura temporal, eso le daría a los asociados la posibilidad de acceder a un costo más atractivo”, manifestó Alvariño.
El ejecutivo precisó que la realización de la FIL resulta costosa, pues las empresas auspiciadoras se preocupan por organizarla basada en todos los aspectos formales.
“La informalidad implica una mala organización y lo que nosotros buscamos es posicionarnos como un bien cultural importante”.
De acuerdo con Alvariño, en la edición 2018 de la FIL se instalaron alrededor de 190 stands. “Sin embargo, diría que ya no queda espacio para más, lo que habla de la buena evolución que ha mostrado en los años que venimos funcionando”, refirió.
El ejecutivo mostró su preocupación por esta situación, pues la FIL debe brindar el espacio a algunas delegaciones de embajadas para que, a su vez, estas entidades puedan presentar su producción.
“Eso le otorga el carácter de internacional a la feria”, puntualizó.