El Peruano
Año 4. Edición Nº 253. Miércoles 2 de mayo de 2018

PROVINCIAS
ALTURA AREQUIPEÑA
Valle de los volcanes
Un valle perdido en lo más profundo de los Andes es el alucinante escenario donde un centenar de volcanes de variados tamaños se alterna con bosques de cactus y pueblos levantados sobre lava.

Escribe: Walter Wust / www.conservamos.org
Las primeras noticias de esta región que acoge a las localidades de Orcopampa y Andahua, el ‘patio de juegos de Vulcano’, se remontan a 1929, año en que los aventureros Robert Shippee y George R. Johnson avistaban boquiabiertos, desde el aire, el espectacular escenario de este valle perdido en el tiempo. El pequeño y destartalado aeroplano que conducía a estos osados exploradores fue bautizado con el nombre de Washington y sirvió para trazar la ruta que permitiría, al cabo de algunos meses, mostrar al mundo este apartado rincón de las serranías arequipeñas.
En el terreno se yergue un grupo de conos perfectos. Sus cráteres miran al cielo, ajenos al paso de los siglos.

Los baches del camino me sacan de los recuerdos de aquella gesta épica, mientras ascendemos por la remota ruta que nos conduce hacia las profundidades de Andagua. La carretera asciende hasta coronar un abra, que da paso a una extensa planicie de rocas erosionadas por el viento y la lluvia sobre las polleras mismas del majestuoso Coropuna. Aquí el frío y la soledad son tales que solo algunos pastores –que tienen la piel negra por el sol– rompen la monotonía de la puna, con sus rebaños de alpacas y llamas de carga.

Atractivos
Ubicado a 377 km de la ciudad de Arequipa, la mejor época para visitar el valle es entre abril y noviembre. Puede explorar el pequeño valle de hielo de Jallhua y los baños termales de Huancarama, en el distrito de Orcopampa; también las lagunas Mamacocha y Chachas, la catarata de hielo congelada de Panagua y los impresionantes sitios arqueológicos.
Paisaje lunar

Una laguna de agua como espejo y un enorme cerro de rocas rojas, que relucen con el sol de la tarde, son la señal para iniciar el descenso. Agradecidos por dejar los casi 5,000 metros sobre el nivel del mar e iniciar el camino hacia tierras y aires menos agrestes, nos zambullimos en un torbellino de quebradas de arena blanca y rocas, como formadas por piedra pómez.

El paisaje del valle de Jallhua es casi lunar, salvo por las moradas flores de chocho que lo pueblan, confiriéndole un aire de jardín japonés en medio de la soledad. De tanto en tanto, unas moles, de color verde intenso, irrumpen en la arena. Son yaretas, plantas tan antiguas como el tiempo.

Luego de un largo serpentín, la carretera parece desaparecer. Detenemos el vehículo en una curva y el paisaje nos sorprende. En la lejanía, un valle árido se extiende, flanqueado por montañas que tocan al cielo. Desparramado sobre el terreno que muestra las huellas de flujos de lava y piedra basáltica, se yergue un grupo de conos perfectos. Sus cráteres miran al cielo, ajenos al paso de los siglos.

El más alto de los volcanes es el Pucamauras, de 350 metros sobre el nivel del valle. Hay otros de 70 a 50 m y más pequeños, como los Chilcayoc Grande y Chico, de 15 a 20 m de altura. Uno de ellos, ubicado al extremo oeste del pueblo de Andagua, es utilizado como plaza de toros en las fiestas patronales. La laguna Chachas completa el panorama. Sus aguas viajan largos kilómetros bajo tierra para reaparecer y formar otra laguna (Mamacocha) cerca de la localidad de Ayo, en la sección baja del valle.