El Peruano
Año 4. Edición Nº 265. Jueves 26 de julio de 2018
VIVENCIAS
FIESTA CON VICUÑAS

El tradicional chaccu

Sobre un terreno ubicado en las alturas de la sierra de Lima, se desarrolla cada año la tradicional fiesta del chaccu, la captura y esquila de vicuñas que, además de ser un gran atractivo turístico por lo ancestral de su práctica, es una actividad económica y cultural del antiguo Perú. Texto y Fotos: Rolly Valdivia
En la ruta de Gorgor
  • A Yanahuairán y Huachaj se accede a mediante una ruta combinada desde Cajatambo. El primer tramo es terrestre (tres horas), después se continúa con una caminata de 40 minutos.
  • La zona urbana de Cochas Paca se encuentra a 3,400 metros de altitud y a 15 kilómetros de Gorgor.
  • Montañas. El área donde están las vicuñas es propicia para observar la imponente cordillera de Huayhuash, que a todas luces es el principal atractivo turístico de la provincia de Cajatambo.
A las vicuñas no les gusta el chaccu. Estoy seguro de que lo odian y les asusta esa fiesta comunal en la que pierden su fibra, también su libertad. Tarde o temprano las recuperarán, pero qué saben ellas del futuro, cuando ahora, en su mundo, solo hay miedo, tensión, seres extraños que las rodean y las acorralan agitando banderolas. Ellas corren revoloteando el polvo de la pampa. Ellas corren hacia su encierro.

No, eso no les gusta. Ellas aman su libertad, los espacios abiertos, su vida en tropillas independientes lideradas siempre por un macho.

Jamás andan en grandes rebaños. Tampoco se acercan demasiado a los hombres. Pero aquí están obligadamente juntas, y, como si eso no fuera suficiente castigo, centenares de comuneros las observan desde el otro lado de esas mallas sostenidas por troncos.

Sufren, pero es un sufrimiento necesario y temporal; pero eso no lo entienden las vicuñas que solo se guían por sus instintos, que desconocen del valor de su fibra –tan fina, tan codiciada desde siempre– que no tienen memoria y por eso olvidan que las sombras de la extinción se proyectaron sobre ellas, cuando en las pampas dejaron de formarse esas cadenas humanas que hoy las atrapan.

Escape a la liberación

En esos tiempos –cuando las comunidades campesinas no podían esquilarlas ni comercializar sus vellones–, depredadores más sagaces que el zorro y más letales que el puma aparecieron en las zonas altoandinas. Ellos no formaban cadenas. Ellos iban armados y eran fieros. De poco servían las alertas de los machos ni el desesperado correteo de las hembras, semejante al que se produjo hace tan solo unos minutos.

Pero los resultados de esos intentos de escape son distintos. Uno conduce a la muerte por la bala certera de un cazador furtivo, cuyo único propósito es extraer la fibra para venderla de manera ilegal; el otro, el de los chaccus, termina con la liberación y la venta formal de todo lo esquilado, en beneficio directo de algunas de las comunidades más empobrecidas del país.

“Vicuña esquilada, vicuña salvada”, sentencia el ingeniero Iván Inche, coordinador regional del Programa de Camélidos Sudamericanos del Gobierno Regional de Lima, cuando los hombres y mujeres de la comunidad campesina Cochas Paca, distrito de Gorgor, provincia de Cajatambo, comparten y bolean hojas de coca, atizan el fuego y brindan con la tierra antes de enrumbar hacia las ondulaciones de Yanahuairán.

“Sus miradas penetrantes, sus cuellos estilizados, resaltan tras la nube de polvo que se forma tras su paso”.

Allá están las vicugna vicugna (ese es su nombre científico) que serán arreadas hasta Huachaj, donde finalmente se realizará el proceso; pero todavía falta mucho para ese momento. Hay que esperar. Hay que caminar a más de 4,200 m.s.n.m. Hay que resistir la impetuosidad del viento. Hay que entretenerse admirando algunas de las cumbres de Huayhuash, la cordillera compartida por las regiones de Lima, Huánuco y Áncash.

También hay que conversar con los comuneros, aunque no es fácil. Ellos están preocupados, serios, apenas responden los saludos. Parcos y ariscos, desconfían de quienes llegan a curiosear a sus tierras, incluyendo a ese periodista que “solo viene para llevársela fácil”, que “quiere aprovecharse de nuestro trabajo y nuestras vicuñas”, que “seguro ganará mucho con esas fotos”. Él los escucha, los entiende, no discute.

El chaccu no es un juego. Aquí, más que una fiesta, es una esperanza o una oportunidad para ir horadando la pobreza en una zona en la que el terrorismo sembró el dolor y el sufrimiento. En 1989, las huestes de Sendero Luminoso ingresaron al pueblo. En su primera incursión, cambiaron a las autoridades comunales. Tiempo después, matarían al presidente y al secretario.

El horror no terminaría ahí. En 1991, según una de las víctimas que presentó su testimonio ante la Comisión de la Verdad y Reconciliación, los subversivos retornarían para castigar a los pobladores por la formación de la ronda campesina.

Quemaron casas. Asesinaron comuneros. Pasado doloroso. Presente que desde hace seis años mejora, aunque sea un poquito con la venta de la fibra de camélidos.

Producción en alza

Por eso tienen que capturar todas las que puedan. “En estas cien hectáreas deben existir entre 200 y 400 vicuñas. Se necesitan cinco para obtener un kilo de fibra, cuyo costo es de 300 dólares”, calcula el ingeniero Inche; entonces, mientras más se capturen y esquilen, las autoridades de Cochas Paca podrán construir nuevos estanques y canales de regadío que ayuden al aumento de su producción agrícola y ganadera.

Qué hacer
  • La fiesta patronal de Santa María Magdalena de Cajatambo coincide con el aniversario patrio. Es una interesante alternativa para celebrar por partida doble.
  • La fibra de Cochas Paca es vendida en el mercado nacional. En la comunidad se espera que esta pueda ser procesada allí mismo en el futuro cercano.
  • La caza ilegal es escasa en Lima. Hace 10 años, sí constituía un severo problema para los criadores de vicuñas.
  • En toda la región Lima hay 20,000 vicuñas, en promedio. Yauyos es la provincia con mayor cantidad de ejemplares (15,000).
  • Cajatambo tiene sitios naturales para visitar y practicar deportes, como ciclismo de montaña, cabalgata, rapel, kayac, pesca y otros.

En eso invierten sus ganancias, se enteraría el periodista cuando dejó de llevársela fácil, porque faltaban manos para agarrar las mallas o unirse a la cadena humana que bajaba presurosa desde una colina. Y, bueno, como a él no le gusta llevársela fácil, aceptó. Y se sintió un comunero. Y, como ya era un comunero, bromeaban con él y hasta le insinuaron que era un buen partido para una prima soltera.

Risas fugaces. Hay que ponerse serio y concentrarse. Los camélidos corren hacia la derecha y, después, a la izquierda. Luego suben y bajan, pero no encuentran la manera de escapar, de volver a su pampa.

El cerco se estrecha. Ahora están muy cerca. Sus cuellos largos, sus figuras estilizadas, sus miradas penetrantes resaltan tras las nubes de polvo que levantan los hombres y mujeres que las conducen hacia el corral donde perderán sus vellones canela.

Un espectáculo hermoso, aunque –como se dijo al inicio– a las vicuñas no les gusta el chaccu, más bien lo sufren. Ellas no tienen forma de entender que, más allá de su sufrimiento momentáneo, son parte de una fiesta de la conservación y la esperanza, que silencia los balazos traicioneros y genera beneficios económicos en pueblos y zonas rurales donde el desarrollo es una promesa incumplida.

“La fibra nos saca de apuros. Lo que recibimos por su venta nos permite hacer diversas gestiones”, reconoce Gudme Chavarría, presidente del Comité de Vicuña de Cochas Paca. “El chaccu es nuestro sostén, es importante para la economía de toda la comunidad”, admite su presidente, Asunción Chavarría, cuando los hombres y mujeres –agotados y cubiertos de tierra– degustan un humeante caldo de cordero.

Después del almuerzo, las vicuñas serán esquiladas y liberadas. Volverán a sus tropillas. Volverán a alejarse de los hombres, mientras el periodista retornará a la ciudad para seguir “llevándosela fácil”. ●