Las tradiciones siguen intactas en el ande, más aún cuando estas se relacionan con la faena en el campo, la fertilidad de la tierra y del propio ganado. Entonces, la tradición se hace fiesta: surgen las galas, la música, las danzas y sus virtuosos ejecutantes se muestran como ocurre en la Fiesta de Santiago.
Sonidos del campo
En Daniel Hernández y en Ahuaycha se ven los diferentes estilos del Santiago. Algunas familias respetan la tradición tayacajina y llevan por toda música el yungor y el tamborileo de las tinyas.
El primero es una corneta de más de dos metros, hecha con maguey o carrizo que crece en las quebradas y que ejecutan los hombres.
La tinya es un tambor de piel de oveja o chivo, que es usado con coquetería por las cantoras, las que mezclan sus voces agudas y tribales con la dulzura del quechua.
Otros reemplazan el yungor por el waqrapuku, corneta hecha con cuernos de toro, y otros agregan la alegría del arpa y el restriegue del violín. Otras comparsas lucen mejor con orquestas.
Ellos también se lucen con sus elegantes camisas. Algunos llevan llicllas o mantos de colores en la espalda, mientras que otros prefieren los ponchos y los sombreros.
Todos/as danzan contentos/as. No solo por las botellas de cerveza que van bebiendo a medida que desfilan por la plaza, sino también porque esta fiesta es un reconocimiento al trabajo del ganadero, incluso desde antes de llamarse Santiago. El nombre del apóstol fue impuesto más bien durante la colonia.
Por celebrarse el mismo día, el rito en que las llamas eran adornadas con cintas para ser identificadas según sus aillus, y en que los apus (dioses montañas) eran venerados en agradecimiento por la proliferación de los animales del campo, se convirtió en una fiesta en honor a Santiago Apóstol, patrón de España, y reemplazo de Illapa (rayo), deidad andina protectora de plantas y animales.
Las previas del Santiago
Y aunque esta noche nadie me sabe explicar cómo se han adaptado estos cultos a nuestra época, toda la multitud persigue el pasacalle multicolor que se luce por unos minutos en la plaza pampina para después trasladarse con una procesión de fieles santiagueros hasta el distrito vecino de Daniel Hernández.
Allí los espera el tradicional concurso del Santiago tayacajino, que, según los asistentes, podría durar hasta el amanecer.
La curiosidad me desplaza junto con ellos. La primera vez que vi la extensa plaza de Daniel Hernández –nombre del artista plástico nacido en esta provincia– no imaginé que podía llenarse. Pero esta noche desborda de elencos que ensayan (y beben) mientras se organizan para bailar frente al municipio de esa localidad. Los vendedores de “calientitos” (infusiones frutadas con caña o pisco) tampoco faltan.
No obstante, la verdadera celebración comienza el martes, con la víspera, y entre todas las fiestas o “Santiagos” que se realizan de manera simultánea, es Ahuaycha el distrito que atrae mi atención con su tradicional vacaqati o recibimiento del ganado.
Este ritual representa la llegada de los ganaderos a las haciendas después del pastoreo, donde eran recibidos y homenajeados por los hacendados con guarapo (caña de azúcar fermentada) o chicha de jora. “Ese era el único día en que el patrón reconocía el trabajo de los ganaderos, siempre que los resultados del año fueran positivos. De lo contrario, eran castigados”, me cuenta el taxista que me lleva a la plaza de Ahuaycha.
Hasta este lugar llegan danzando las familias ganaderas del distrito para lucir en el escenario sus vacas, toros y becerros. Después irán a sus casas a cumplir con otros rituales de víspera, como armar y velar una mesa donde pondrán la imagen de Santiago, orquídeas de lima lima huayta que crecen por estas montañas, cintas de colores que pondrán al ganado, hojas de coca y licor.
“Estos elementos serán enterrados como ‘pago’ al Tayta Shanti o señor de los cerros”, me explica Oswaldo Cure, conocedor de las fiestas tayacajinas, y agrega que “algunas familias también mantendrán el ritual del Luci Luci, que consiste en quemar con paja seca el pelo de los animales para espantar las malas energías”.
Día central
Este es el caso de la familia Quilca-Quichuna, que el miércoles 25, día central de Santiago, se ha reunido para celebrar el cumpleaños del hijo que vive fuera del país. Y la segunda y verdadera, celebrar la Fiesta de Santiago.
Los padres son casi ancianos, pero la festividad no sabe de edades y los hace danzar del mediodía a la medianoche, y tal vez un poco más. “Y es que Tayacaja es la provincia más santiaguera de Huancavelica”, me aclara un miembro de la familia que no se pierde un Santiago.
La señora de la casa y las invitadas lucen los coloridos fustanes huancaínos. Pero la vestimenta no es lo único importado de tierras huancas. La orquesta que enciende el baile en esta casa de Acraquia, otro de los 21 distritos de Tayacaja, viene también de Huancayo, como el guapido o grito melodioso que mujeres y hombres ejecutan.
Apuntes
Llegar a Tayacaja es facil. Se ubica a solo una hora al sur de Huancayo. Hay ómnibus y colectivos que salen a toda hora, pero también los hay desde Lima, directos.
El Santiago tayacajino conserva el sello que le ayudó a ser declarado Patrimonio Cultural en 2012.
Un mes antes de la fiesta, los pobladores encienden fogatas en las chacras y en las faldas de los cerros para defenderse de las heladas, invocar a las lluvias y anunciar la proximidad del Santiago.
Culto la fertilidad
Antes que el sol se oculte, y tras colocar las cintas en el cuello del ganado (ritual del laqay), la familia se divierte con el baile del burro, que consiste en usar un palo largo (representa el miembro viril del animal) para intentar levantar las polleras de las mujeres o para que ellas traten de golpear el pantalón de los hombres.
“Durante la celebración muchos/as terminan seduciendo o seducidos por amores temporales”.
La orquesta no deja de tocar ni durante el ritual del Coca Quinto, en el que los invitados deben escoger las mejores hojas de coca para ofrecerlas al señor de los cerros, ni durante el matrimonio ficticio entre los animales jóvenes y los asistentes solteros que se realiza para invocar la fertilidad del ganado.
Una orquesta también es lo que han preferido dos días después las hermanas Góngora en el distrito de Colcabamba. Ellas ya viven en Lima, pero han apadrinado un múltiple bautizo de los niños de la comunidad de Ramra para celebrarlo junto con un “Santiago”.
La fiesta estalla y seguramente no será la última. Cada fin de semana, las familias seguirán llenando de música y baile toda la provincia. Venerarán a Santiago, a Illapa o al Tayta Shanti, usarán instrumentos tradicionales u orquestas, vestirán colores huancaínos o huancavelicanos. No importa, siempre que todo apunte a la invocación de la fertilidad y a la abundancia del campo y del ganado. Y, por qué no, a la de los propios asistentes. ●