El Peruano
Año 5. Edición Nº 275. Jueves 11 de octubre de 2018

ESPECIAL
RECUAY, ÁNCASH

Escape a la aventura en Cátac

Quizá sea la magnífica escenografía que las alturas de Áncash regala al visitante que este dude, en algún momento, seguir la ruta inicialmente elegida u otra. Hay opciones. Empero, no deje de visitar Cátac y sus innumerables atractivos, todos a un paso. Texto y fotos: Rolly Valdivia
De día, la situación es distinta. El sol suele brillar coloreando con sus rayos el panorama cordillerano y haciendo refulgir las ‘aguas calientes’ de la laguna –esa sería la traducción de Conococha–, aunque, para ser sinceros, desconocemos si esa denominación es ciento por ciento correcta. La precaución viajera –o, tal vez, el temor a un súbito congelamiento– ha impedido cualquier tipo de contacto con esa superficie acuática.

Sí, claro, lo que uno llama precaución puede ser visto por otros como falta de intrepidez o espíritu aventurero. Sea como sea, darse un chapuzón o remojarse las manos a 4,100 metros de altura es –al menos para el autor de estas palabras– un acto que linda con la heroicidad y los héroes están en las plazas, en los libros de historia y en las láminas escolares, si existen en estos tiempos de internet.

Siempre hay que andar en Cátac, en las faldas de esa montaña que agoniza por el cambio climático.

En todo caso, los viajeros que se animen a visitar Conococha después de leer esta crónica podrán experimentar y comprobar si es cierto aquello del ‘agüita caliente’, una ‘agüita caliente’ que –hay que decirlo– es considerada como el manantial o punto de origen del Santa, el río que antes de tributar sus aguas al Pacífico chimbotano, cruza el vistosísimo callejón de Huaylas y quiebra las cordilleras para crear el cañón del Pato.

Libertad de elección

Además de eso, ahora aparece en el principio de este relato viajero que tarde o temprano enrumbará hacia la zona urbana del distrito de Cátac (Recuay, Áncash), localizada a 44 km de la laguna, de los mates de coca, de los pancitos con queso, de las huallatas y de los yanavicos, y también de la indecisión. Y es que dan ganas de cambiar de destino. ¿Y si vamos a Huayhuash, y si seguimos hasta La Unión (Dos de Mayo, Huánuco)?

Ir o no ir. Desviarse. Reemplazar la visita a Pastoruri, las visiones de las puyas de Raimondi, la partida hacia Chavín de Huántar, con su escala en la laguna de Querococha, para conocer las montañas de Chiquián y la iglesia colonial de Aquia, y, luego, probar las paltas de Huasta. Ya con la barriga llena y el corazón contento, la excursión continuaría hacia Huánuco Pampa, la capital incaica del Chinchaysuyo.

Crónica pendiente. Así será si el editor lo permite. Ya hace bastante al publicar este relato que avanza sin llegar siquiera a la plaza de Cátac, con su templo sencillo y sus puyas de mentira; las verdaderas están en el campo, en el camino a Pastoruri, ese nevado enfermo de calentamiento.

Avanzar, partir. De Cátac (3,566 m.s.n.m.) a la quebrada de Carpa, sector Pachacoto del Parque Nacional Huascarán. Aguas gasificadas, naturales y sanadoras en Pumapampa, también puyas de Raimondi a 4,400 m.s.n.m. Enormes, espinosas, de hasta 12 metros.

Llamadas así por Antonio Raimondi, el investigador italiano que, según cuentan, rebautizó a las provincias del callejón con unos extraños apelativos. Pero aquí no vamos a hablar de ‘Recuay ladronera’, ‘Huaraz presunción’, ‘Carhuaz borrachera’, ‘Yungay hermosura’ y ‘Caraz dulzura’, sino de las puyas que se yerguen imponentes en Queshque, una laguna, un nevado, una quebrada para los que aman las caminatas.

Andar hacia Queshque. Andar hacia Pastoruri (5,240 m.s.n.m.), al menos en el último tramo, a donde no llegan esos cuadrúpedos que les ahorran muchos pasos a decenas de turistas. Conclusión, siempre hay que andar en Cátac, aunque sea un poquito en las faldas de esa montaña que se deshiela, que agoniza y que ahora sirve para tomar consciencia sobre la gravedad del calentamiento global.

Belleza mellada

A pesar de ello, el nevado aún impacta y se muestra atractivo, aunque ya no es como antes. Nunca lo será. Belleza mellada, pero no perdida en su totalidad, al menos hasta hoy. En el futuro será distinto. En el futuro no habrá hielo. En el futuro el mal se agravará, entonces, todas las travesías de la cordillera Blanca serán –de una u otra manera– vías del cambio climático. Duele pensarlo, dolerá más vivirlo.

Siga el camino
  • De Lima a Conococha hay 329 km. La travesía se inicia en la Panamericana Norte hasta Pativilca (209 km), donde hay un desvío a la laguna.
  • Si viaja en auto, haga escalas. De Lima a Pativilca hay atractivos como las Lomas de Lachay, el Castillo de Chancay, el Balcón de la Independencia, Caral.
  • La distancia entre Cátac y Pastoruri es de 30 kilómetros.
  • Titancas es el nombre quechua de las puyas. Estas bromelias están emparentadas con las piñas y crecen por encima de los 4,000 metros.
  • Querococha se encuentra a 18 km de Cátac, al lado de la vía que conduce a Chavín de Huántar (Huari).
  • En Queshque, la ruta de herradura se recorre en seis horas.

Lo que no duele, emociona y te reconcilia con las rutas, es el tramo carretero hacia Chavín de Huántar, la zona arqueológica de las cabezas clavas, del lanzón monolítico, de las galerías subterráneas que eran utilizadas por los sacerdotes para aparecer y desaparecer como si fueran seres sobrenaturales. En esa travesía que se inicia en Cátac, los nevados resaltan en el cielo y una laguna, Querococha, obliga a detener la marcha.

Una escala para respirar aire puro, estirar las piernas –recuerden, siempre hay que andar por lo menos un poquito– y contemplar esas aguas que provienen de los nevados Yanamarey y Cahuish. Un paisaje inspirador, bucólico, de altura, con animales que pastan libremente y una que otra casita rústica que complementa esa estampa de tiempo detenido, de pasado, de territorio por explorar y descubrir.

Avanzar y continuar, pero ahora sin prisa. Total, si están aquí es porque tienen mucha paciencia. Total, aquí se acaba el espacio. No más palabras. Solo queda disfrutar y seguir viajando. Chavín está cerca. Allá nos vemos, ¿allá nos encontramos? ●