El Peruano
Año 5. Edición Nº 279. Jueves 22 de noviembre de 2018
AVENTURA
INKA NAANI

Andar en los Andes

Caminar en las montañas antes que la lluvia nos quite ese sorbo de libertad. Andar los más de 100 kilómetros del Inka Naani, ese tramo del Camino Inca que une los pueblos de Áncash y Huánuco. Transitar como en la vida misma, donde el camino es el único destino. Texto y fotos: Claudia Ugarte
Las nubes se han reunido sobre el cielo de Huari, pequeña ciudad de Áncash de rasgos coloniales y un extraño fervor felino. Me dejo seducir por su plaza y su pileta llena de azulejos y esculturas de gatos dorados. Son ocho gatos machos de insólitos gestos macabros. En el centro, un bebé también dorado sostiene una corneta que apunta hacia el cielo, como esperando la lluvia que parece próxima.

Me reúno allí con dos viajeros y con ellos recorremos la iglesia de Huari, donde 5 mujeres nos saludan en quechua ancashino, como anunciando los 5 días que nos esperan en medio de las montañas, a través de un camino construido por sus antepasados y los nuestros.

El flaco Spinetta modifica en mi mente una de sus canciones y canta Plegaria para un perro dormido.

Nos surtimos en el mercado local antes de enrumbar a Pomachaca (30 minutos). Es aquí donde el grupo viajero crece a 9 personas y donde, según lo anuncia un cartel azul, comenzaremos un recorrido pedestre de 105 km antes de llegar a Huánuco Pampa, la capital del Chinchaysuyo y el ineludible lugar de descanso del Inca en su travesía oficial entre Cusco y Quito.

Camino Inca

Es mediodía cuando mis ojos intentan dibujar el recorrido que nos espera por el fastuoso Inka Naani, ese tramo del Qapaq Ñam o Camino Inca, que sigue siendo una vía bastante transitada por las comunidades campesinas y ganaderas que habitan el sureste de Áncash y la provincia de Dos de Mayo, en Huánuco.

El charango de Aurelio es el último sonido de la civilización que dejamos en la localidad de Pomachaca.

Es en vano. La cadena montañosa me muestra solo un trazo serpentino que se pierde en la siguiente curva. El charango de Aurelio es el último sonido de la civilización que dejamos en Pomachaca. El silencio lo ha cubierto todo y la única tregua se la ha ganado el río Mosna, que parece convencernos de que el cansancio puede también ser placentero.

Las primeras horas son de dolorosa subida que contrarrestamos con hojas de coca. Una pequeña localidad, Huachis, aparece como un oasis de humanidad y anuncia nuestra proximidad a Castillo, comunidad instalada a ambos lados del Inka Naani y en cuyas casas figuran pequeños letreros con el título de “Camino Inca”.

Soledad de Tambo

De Castillo a Soledad de Tambo, lugar que nos albergará esta primera noche, hay solo 40 minutos, pero es necesario comer y bajar el peso de las mochilas. Una breve parada es agradecida por todo el grupo de caminantes.

Tambo. Sus paredes de adobe y sus tejados nos cobijan del frío antes de iniciar la segunda jornada. El charango vuelve a entonar unos huainos y le robamos un poco de aguardiente de caña a los apus (dioses andinos) para celebrar el camino transitado y el que vendrá.

Desde mi habitación sin ventanas, que comparto con otras cuatro andarinas, es difícil evitar que el amanecer se nos adelante. Nuestros planes de salir a las 6 de la mañana se postergan las dos horas que nos toma preparar el cuerpo para los 22 km que nos esperan hasta el pueblo de Ayash.

“Tenemos que acelerar si queremos llegar antes del anochecer”, nos dice Augusto mientras terminamos la avena y la sopa de harina que nos han preparado por 6 soles. Desayuno de lujo si tomamos en cuenta la austeridad del poblado.

El décimo viajero

Iniciamos la marcha al lado del ganado vacuno y porcino que un poblador va guiando por el empedrado camino sin darnos cuenta de que ahora somos 10.

Las paredes bien conservadas de un tambo incaico (Pincos) capturan nuestra atención. El Ushnu o centro ceremonial ubicado al lado del camino, a solo unos minutos de Soledad de Tambo, se convierte en el lugar ideal para realizar un pago a la tierra.

Hojas de coca, tabaco, aguardiente de caña, agradecimientos y ruegos. Seguimos siendo diez, pero nadie quiere mencionarlo ya que todo apunta a que la compañía del décimo viajero será temporal.

Importante saber
  • La mejor temporada para caminar en los Andes es de mayo a octubre. De todos modos nunca está de más llevar un poncho de lluvia.
  • Es indispensable llevar zapatillas de trekking, protector solar, gorro para el sol y chullo o gorro de lana para el frío, guantes, ropa abrigadora, pero también algo de ropa ligera.
  • Hay que llevar bolsa de dormir o frazada de polar. Nunca están demás, especialmente si falla su plan de hospedaje bajo techo.
  • Puede prescindirse de la carpa si va a dormir en casas o alojamientos locales, en los que hay que pagar, en promedio, 10 soles por persona.

La subida es menos empinada que el día anterior, pero mucho más larga. Hay mucho en qué pensar. El silencio y el cansancio van de la mano otra vez, y en este tramo tampoco nadie habla del nuevo peregrino.

Ya en la cima del abra Huaga, a casi 4,500 msnm, durante una impostergable parada todos comentan que debemos repartir la merienda entre 10. Felizmente notamos que el nuevo aventurero come literalmente de todo y va de mano en mano recibiendo cancha, frutos secos, pan, atún y queso.

Cómo llegar
  • Para hacer esta ruta es recomendable llegar a Huari (hay buses directos desde Lima/10 horas) y tomar un auto hasta el cruce de Pomachaca (3 soles/30 minutos), donde comienza la caminata.
  • Desde Lima también se puede tomar buses hasta Huaraz. El recorrido tarda 8 horas y luego hasta Pomachaca, otro vehículo lo llevará tras cuatro horas de recorrido.

“Ya se regresará”, pensamos al unísono, pero el cachorro mestizo de hocico negro se nos ha unido con firmeza. Quiere seguir transitando los duros, aunque bellísimos kilómetros del Inka Naani. Eso le dicta su alma rebelde y campestre. Luego de cruzar con dificultad un riachuelo profundo en el que tenemos que cargarlo sabemos que ya no hay retorno posible.

Unas horas más tarde está durmiendo en nuestra habitación de Ayash. Un pellejo de cordero lo protegerá del frío esta noche. El flaco Spinetta modifica en mi cabeza una de sus canciones y canta “Plegaria para un perro dormido” mientras pienso también en los niños de Ayash, que tienen un río que no los abastece de agua debido a la contaminación minera. Aún nos esperan 3 días de caminata.