Además de su concurrido balneario y sus lomas repletas de vida, Asia nos ofrece su fértil valle en el que abundan frutales y la mejor gastronomía cañetana. Descubriremos también presencia inca y mil opciones de aventuras.
Texto y fotos: Luis Yupanqui
Al igual que hace veinte años me encuentro frente a la iglesia de San Pedro de Coayllo, en el valle de Asia. Aquella vez los pobladores ya no se congregaban en el templo debido al deterioro que lucía por falta de mantenimiento, lo que había derivado en un mal estado de conservación. Esta vez, sin embargo, la situación era más grave, daba pena ver entre escombros a esta joya de la arquitectura colonial costeña. El terremoto de agosto del 2007 dejó sus hermosos frisos, retablos y hasta el púlpito original convertidos en ruinas.
Por eso, cuando el grupo Rutas Culturales anunció que vendría a esta zona, me apunté sin pensarlo: tenía que ver la iglesia, quizá por última vez. Salimos de Lima a las 7 de la mañana y una hora y media después, tras haber pasado por el pueblo de Asia, ingresábamos a San Juan de Quisque. Al lado izquierdo de la vía el cerro es árido, pero a la derecha hay un valle de frutales.
Diez minutos más y arribamos a Coayllo, uno de los pueblos más antiguos de Cañete. Se ubicada a poco más de 100 kilómetros al sur de Lima, entre los valles de Mala, por el norte, y de Cañete, por el sur, y a 17 kilómetros del distrito de Asia, por donde se accede.
El encomendero español Antonio Barros recibió las tierras de Coayllo y Calango y encargó a los padres dominicos que levanten la iglesia frente a la plaza principal. Se levantó entre 1556 y 1571.
En aquella época, el valle de Cañete, específicamente la zona de los Coayllo, era considerada tierra de brujos y curanderos; existen datos históricos sobre el ejercicio del chamanismo, aunque hoy el 70% de la población -400 agricultores- siembra nísperos con una producción de 180 toneladas por campaña.
Restos incas
Mucho antes de la presencia española, los Coayllo optaron por pactar con los incas, por lo que este valle se anexó al Tahuantinsuyo permitiendo a la élite local mantener gran parte de sus privilegios, aunque eran administrados por un representante del inca.
Datos
El palacio de Uquira fue construido por los incas alrededor del año 1,450 d. C por mandato del inca Túpac Yupanqui como parte de la política imperial de anexión e “incanización” de los territorios conquistados.
Tras la conquista española, se siguió usando este sitio hasta el año 1,610 d. C., cuando finalmente fue abandonado.
En la arquitectura inca de Uquira vemos ventanas y siluetas escalonadas y las clásicas hornacinas, así como la técnica constructiva del adobe, propio de la costa, al que se adaptaron.
Rutas Culturales promueve visitas guiadas a restos arqueológicos. Mail: rutasculturales2017@gmail.com / 992 934 581
Una pequeña caminata de menos de una hora (3 kilómetros) desde la plaza de Coayllo nos lleva al palacio inca de Uquira.
La guía del grupo, Edith Claudio, da indicaciones frente a la rampa que nos llevará al patio principal. Al llegar se pueden distinguir cinco grupos de edificaciones alrededor del patio, donde imaginamos que se reunía la población para las ceremonias.
Campos generosos
Nos toca visitar una segunda edificación al otro lado del río. Emprendemos una nueva caminata. Un pequeño canal de regadío nos guía entre lúcumas, pacaes, guayabas y los nísperos hasta llegar a un pequeño ramal del río Omas; cruzamos el cauce seco y al otro lado reaparece la maravillosa arquitectura inca, aunque este segundo recinto está aún más deteriorado que el primer asentamiento.
Una pequeña caminata de 3 kilómetros desde la plaza de Coayllo nos lleva al palacio inca de Uquira.
Tras conocer las dos edificaciones de Uquira y próximos a la hora del almuerzo, subimos a la custer que nos llevará a probar las delicias de la gastronomía de este valle. Llegamos a La Casa de Santana, un acogedor restaurante campestre donde la familia Huamán se desvive por atendernos. Sale la sopa seca, los chicharrones, la pachamanca a la olla, las truchas que llegan de las alturas de Omas y la sopa de machas, propia del lugar. Somos felices, más aún cuando de una pequeña flauta suena la danza del torito. Sin duda, es una gran faena culinaria que se suma a todo lo demás y que es posible disfrutar en un solo día. El valle de Asia se las trae.