ESCRIBE LUIS M. SANTA CRUZ
Jaime Higa, reconocido artista y curador, se enamoró de la diversidad cultural y étnica del Perú mientras caminaba por la calle. Como todos los que vivimos en esta ciudad tan agitada, el amor apareció sin previo aviso y mientras menos lo esperaba.
Estamos hablando de una conexión muy especial, una que nació con el contacto en el día a día. Viajando en la combi, recorriendo las sobrepobladas avenidas y jirones. Una atracción que se reconoce en lo cotidiano, en las costumbres y en los códigos, para finalmente dar el salto a las obras que ilustres personajes le regalan al mundo.
Esta pasión derivó en la creación de Todas las sangres, una muestra colectiva que se alimenta de la diversidad cultural que tanto atrae a Higa y que ha moldeado una identidad en construcción única y particular, que inspiró también a José María Arguedas para una novela cuyo título ha sido un generoso préstamo para esta exposición.
ENCUENTROS
Para el curador, hay dos ejes sobre los que gira esta muestra y este encuentro de culturas en nuestra ciudad. La Lima tradicional, gris y opaca, con historia propia y extranjera. La Lima conservadora, pero con esa belleza de antaño que traslada a épocas aparentemente mejores.
Por otro lado, está la magia de los conos. Las zonas emergentes que han abrigado a los migrantes y cuyas costumbres han terminado de complementar un círculo de cultura gracias a sus colores y sus formas. Una visión del mundo popular y diferente, con el misticismo propio de la sierra y de la selva.
IDENTIDAD
Estos dos puntos han sido el fuego para forjar una identidad en formación, pero que se topa con muchas piedras en el camino, obstáculos que Higa esquiva con gracia y con arte. Ante los prejuicios, evoca la belleza de la vida campesina y los bailes típicos de la costa.
O siendo más poético, algo que no es difícil teniendo la sensibilidad de Higa, coloca ante la ignorancia “la recreación más onírica y menos salvaje de la espesura del bosque”.
Esto permite apreciar con cordura y respeto las expresiones culturales generadas en las diferentes áreas geográficas fusionadas, balanceándose. Sedimentando un legado hecho para convivir en el espacio citadino que requiere de pausas para que procesemos su encanto.
Es fácil hablar de la gastronomía como gran fruto de esa mezcla, pero otros ya han explorado ese camino, así que el curador prefiere citar a los artistas que ha reunido para esta muestra.
Evoca a Santiago Yahuarcani y sus esculturas, que ponen en la palestra el talento selvático, cargado de una visión universal que se entiende en cualquier contexto. Y lo complementa con las observaciones que hace Olinda Silvano sobre las miradas que recaen y nos devuelve la comunidad shipiba.
Habla del color, el aporte más rico y evidente que ha matado a la Lima gris de antaño para convertirnos en una ciudad iluminada con los fuertes tonos de la cultura chicha que algunos miran con desprecio, pero que Higa y muchos más adoran.
Alude a Liliana Ávalos y cómo pone ante el mundo la riqueza del color de un mundo tan reciente y, al mismo tiempo, tan profundo. O la reverencia que hace José Luis Palomino a la sociedad afroperuana, que aporta alegría a una ciudad que tiene fama de aburrida y agotadora.
Higa quiere que este espacio se convierta en un espacio de reflexión para entender que todo esto es lo más maravilloso que tenemos. Mientras que Rafael Llimós, el otro curador, quiere que sea la vitrina de las nuevas expresiones artísticas que se producen en estos escenarios urbanos.
CHICHA ART
Llimós, quien cuenta con estudios en arquitectura, cine y museología, considera que estas nuevas expresiones nacionales son similares, en su entrega y origen, a ciertas tendencias extranjeras como el grafiti, el hip hop, el pop art y la psicodelia.
En nuestro caso, explica que han surgido en los últimos 25 años en una ciudad de cambios constantes. Han aparecido gracias a la creatividad de una generación que ha buscado una forma de expresarse en un momento histórico tan agitado y en un lugar geográfico particular. “Una metrópoli con un solo centro convertida en una megalópolis constituida por conourbanidades”.
El curador sostiene que hoy vivimos en una ciudad acéntrica. Una realidad con una estructura rota y convertida en una red infinita de referencias culturales cruzadas, una “tela de araña de diversidad”.
Concluye, inevitablemente, con Arguedas y Todas las sangres, esa pieza de la literatura peruana que, hablando de su época y del futuro, describe la realidad sociocultural de una de las naciones más complejas del mundo, racialmente hablando. “La propuesta arguediana señala que la cultura andina puede adaptarse a diversas formas de modernización superando antagonismos con la intención de alcanzar el ideal de un país que respeta las diversidades: un Perú multicultural y plurilingüe”.