Año 107 // 3era etapa // 538 // Viernes 9 de marzo de 2018

Premio mayor. La forma del agua, de Guillermo del Toro, narra la fantasía romántica de una mujer.


análisis

La forma del óscar

La Academia entregó sus premios y es momento de hacer un análisis de la situación actual de galardones que, en algunos casos, obedecen más al peso de la costumbre que a la preferencia popular.

ESCRIBE: LUIS M. SANTA CRUZ

EEn su momento, los Óscar eran una celebración a la que no estaba invitado. Mis primeros recuerdos de ese hombre dorado, inexpresivo, concluyen siempre con mi madre mandándome a dormir porque la ceremonia duraba hasta la medianoche y, en ese entonces, el domingo cinéfilo era la víspera del ajetreado retorno a clases escolares.
Ahora las cosas son diferentes. Hoy puedo sumergirme en un evento que parece interminable. Y es que el amor al cine me mantiene despierto, aunque parece que cada vez somos menos los que hacemos ese gustoso sacrificio. Por algo, la última edición de estos premios ha sido “la menos vista en noventa años de historia”, según las malas lenguas.
Diversos medios afirman, con más ganas de ganar clics que de informar, que solo 26.5 millones de estadounidenses vieron a La forma del agua coronarse como mejor película del año, lo que representa el peor rating que ha obtenido este evento anual. Esto no tiene en cuenta las nuevas opciones que hay en plataformas de streaming habilitadas por medios oficiales ni, mucho menos, la cantidad de televidentes a escala mundial.

Premio y taquilla
Lo que es imposible de negar es que los Óscar ya no despiertan la expectativa de antes y hay muchas formas de explicarlo. La razón más coherente, propuesta por el crítico norteamericano Dan Murrell, se basa en estadística y cifras de taquilla.
En los años en que se consolidó el premio de la Academia como un referente, las películas ganadoras eran las cintas más taquilleras del año. El blockbuster (éxito de taquilla) era, al mismo tiempo, el filme más prestigioso. Y como prueba de ello tenemos a Ben-Hur (1960), Lawrence de Arabia (1963), La novicia rebelde (1966), El padrino (1973) o Rocky (1977).
Es por eso que todos se volcaban a la televisión. Era una celebración mayoritaria porque todos habían visto la cinta que finalmente se alzaría con la estatuilla. Ese fenómeno fue diluyéndose, salvo notorias excepciones, como en 1998, año en que se obtuvo el rating más alto y en que ganó una de las cintas más taquilleras de la historia: Titanic.
Murrell sostiene que esta característica murió en el siglo XXI. Para encontrar la última vez que un éxito de taquilla fue la gran triunfadora, tenemos que remontarnos al 2004 y El retorno del rey, la última entrega de El Señor de los Anillos. Luego de eso, la Academia se ha arrimado a cintas más pequeñas que no han llegado a una audiencia que hoy se ve emboscada por los superhéroes y los rápidos furiosos. Esto sirve para profundizar en la distancia entre el público y el cine de calidad, pero también en los pobres esfuerzos de los estudios en llevar el éxito y la calidad de la mano.
Con todo esto sobre la mesa, es necesario apreciar la reciente victoria de La forma del agua como mejor película. La última cinta de Guillermo del Toro no ha sido un estreno que ha llevado multitudes a las salas, pero sí forma parte de una selección bastante particular en la que han primado la calidad y el mensaje.

Honrar al cine
A diferencia de otros años, las nueve cintas nominadas habían ganado su lugar con montajes soberbios y destacables. En otras oportunidades, era claro que había filmes que llegaban a la lucha final con la ayuda del nombre de sus productores y otro tipo de presiones, una práctica por la que era conocido el ahora vilipendiado Harvey Weinstein.
Puede entenderse la victoria de La forma del agua porque, además de su portentoso acabado técnico, reúne varios temas que son la debilidad de la Academia. En medio de la fantasía romántica de una mujer enamorándose un ser místico, hay espacio para honrar el cine clásico en el que nació la idea de los Óscar. Los musicales en blanco y negro de antaño toman un significado crucial en un momento clave del filme para entender la pasión que desborda este proyecto del cineasta mexicano.
Además, es innegable que la presencia de una protagonista femenina llena de matices y fortalezas, interpretada por Sally Hawkins, ha sido un elemento valorado en épocas que exigen el empoderamiento de la mujer. A eso le sumamos un mensaje nada sutil sobre la inclusión que abarca a las comunidades LGTB y afroamericanas, que va acorde con las ideas del relato, pero que inevitablemente llama la atención de forma positiva en estos tiempos.
Las otras cintas también evocaban valores apreciados por la organización cinematográfica. Tres anuncios por un crimen hace una observación muy real sobre el racismo, creando personajes cuestionables con capas y trasfondos, mientras que ¡Huye! juega con la idea de la discriminación racial para moldear un nuevo género que algunos llaman terror social.
The Post obedece a una relación muy cercana de aprecio entre la Academia y la prensa de investigación, que se vio reflejada recientemente en la victoria de Spotlight. Y la cuota histórico-bélica la cumplen La hora más oscura y Dunquerque, que curiosamente comparten el mismo período de ambientación.
Es muy pronto para intentar adivinar quienes serán las nominadas del próximo año, pero teniendo en cuenta los factores que vienen primando, podemos imaginar que será nuevamente una lista de filmes recomendables, pero que casi nadie habrá visto.