El Peruano

Año 107 // 3ra etapa // 541 // Viernes 6 de abril de 2018
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MATICES DEL ARTE

Heredero de una interesante tradición familiar en el mundo del arte, Francisco Pantigoso reparte su tiempo entre las leyes, la historia y la acuarela. En una sociedad que valora superficialmente su cultura, pintar es una forma de hacer justicia.

escribe: zaira barúa

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En su oficina del distrito de San Borja, Francisco Pantigoso trabaja rodeado de libros sobre Derecho Tributario. Viste como los abogados que aparecen en las series de televisión y su imagen dista de la que yo esperaba encontrar: la de un pintor que estrena una muestra de 35 piezas en acuarela, la de un hombre a medio camino entre las leyes y las artes.

“No es que el abogado esté desvinculado del arte –se apura en aclarar Pantigoso–; como abogado, me rijo por la lógica y la disciplina y eso lo puedo transportar a los cuadros. Debemos entender, además, que cuando a uno le gusta algo, siempre hay un momento”.

El gusto por las acuarelas surgió en él muy temprano, en la infancia. Y desde que descubrió su potencial, nunca dejó de pintar. “En la actualidad, como abogado, el tiempo es más reducido. Solo pinto los fines de semana y muchas veces en las mañanas, antes de salir a trabajar”.

Es necesario utilizar la luz del día para no distorsionar los colores, acota Pantigoso, antes de afirmar que no dispone del ciento por ciento de su tiempo para entregarse al vaivén de los pinceles, como hacen otros pintores. “Pero las horas que dedico a mi obra son horas que tienen mucha fuerza”.

La acuarela te permite transparencias, tonalidades que van mucho con lo que me gusta, es decir, con el misterio y un poco de historia
HERENCIA DE ARTE

Francisco nació y creció en medio de una interesante herencia artística, por líneas materna y paterna, una suerte de carga genética que, inevitablemente, lo familiarizó con la pintura y todas sus formas.

“Creo que tengo más de mi abuelo paterno, Manuel Domingo Pantigoso (Premio Nacional de Pintura 1985); he pintado con él, en su atelier, desde muy pequeño. Comencé en la acuarela aprendiendo de sus enseñanzas y su influencia en mis obras es notoria con respecto al color, la presencia de temas peruanos y la historia. Hoy caminas por el parque Kennedy, en Miraflores, y ves réplicas de su arte. Mi otro abuelo era más retratista, una especie de fotógrafo. Con dos abuelos pintores, no había salida: yo tenía que pintar”.

Amante de la historia y el misterio, el artista define su trabajo como una invitación a la reflexión, a la vez que toma distancia de la propuesta figurativa. “Es muy difícil pintar en acuarela, pues no hay margen para el error; sin embargo, la acuarela te permite transparencias, tonalidades que van mucho con lo que me gusta, es decir, con el misterio y un poco de historia que deja interrogantes”.

Pantigoso hace cuentas de todos los años que necesitó para perfeccionar su técnica con la acuarela y resume su aprendizaje con un toque de humildad: “No ha sido fácil, pero ya la domino”. La acuarela, además, se adapta a su estilo de vida, pues él no solo es abogado sino también historiador y, cada cierto tiempo, se embarca en expediciones de arqueología. Entre los temas que le apasionan destaca el período de la Guerra del Pacífico.

CHORRILLOS A COLOR
La exposición ‘Chorrillos: entre la historia y mitos’ es una alternativa para acercarnos a una lectura distinta del pasado, a través del color y el misticismo de la acuarela. “Por medio de imágenes y sensaciones podremos cuestionar lo que sucedió en ese momento”, acota Francisco Pantigoso. La muestra va desde hoy y hasta el 27 de abril en la galería de arte del Club Regatas Lima (Av. Chachi Dibós 1201, Chorrillos). Asistencia libre, entre las 10:00 y las 22:00 horas.
CERCA Y DISTANTE

Desde hoy y hasta el viernes 27 de abril, un grupo de acuarelas de Pantigoso estará a disposición del público en la muestra Chorrillos: entre la historia y mitos. Quienes han tenido oportunidad de apreciar estos trabajos, coinciden en su carácter de invitación intangible a la reflexión. El arte encuentra siempre un camino para colocar al ser humano entre la contemplación y la acción.

“He recreado algunas fotos antiguas de la parte histórica de Chorrillos, desde el famoso malecón, que era el más importante de Sudamérica en el siglo XIX y que es destruido por los chilenos en 1881, hasta la plaza San Pedro, antes llamada Plaza Matriz. He pintado, además, algunos mitos como el salto del fraile, el fantasma de La Herradura y, obviamente, la parte arquitectónica, como las callejas y el Regatas antiguo”.

A fuerza de evocación y color, Pantigoso propone avanzar un peldaño más en la construcción de la identidad nacional, un reconocimiento del lugar a través de la sensibilidad plasmada en el trazo subjetivo. “Pocos saben que la Batalla de Chorrillos fue una excusa de los chilenos para quemar el distrito. Estamos tan cerquita a Chorrillos y está tan olvidado –se lamenta el artista–. Pasamos por allí y solo vamos a La Herradura, sin conocer que cada esquina está cargada de historia”. Sí, Pantigoso viste como abogado, pero siente como artista: “No valoramos el hecho de que una persona haya dado su vida por la Patria, pero eso quizás sí pueda hacerlo la pintura”. Sería una forma de impartir justicia.