El Peruano

Año 107 // 3ª etapa // 543 // Viernes 20 de abril de 2018
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MIGRAR SIN MITOS

En el Perú, la inmigración venezolana es una realidad que da señales en cada esquina. Por eso es importante una mirada analítica y serena sobre este fenómeno, por encima de los mitos y leyendas que solo buscan la noticia fácil.
ESCRIBE: EDUARDO GARCÍA ZÚÑIGA
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Son variados los mitos y prejuicios que se tejen alrededor de la inmigración venezolana en el Perú, en parte porque esa es la manera inmediata que tienen las personas para aproximarse a lo desconocido. Y, por ahora, los venezolanos lo son.

Se calcula que hay, hasta la fecha, unos 190,000 venezolanos en el Perú, según datos de la Superintendencia Nacional de Migraciones. De todos ellos, más de 35,000 han recibido el permiso temporal de permanencia (PTP), lo que les permite trabajar en forma legal. Sin embargo, el resto se encuentra en calidad de ‘turista’, hasta regularizar su situación. La gran mayoría se dedica al comercio ambulatorio, por lo que se les puede ver en las esquinas y subiendo a los autobuses para ofrecer diversidad de productos.

Para conocer esta realidad, la revista estudiantil Económica (www.economica.pe) de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP) organizó el conversatorio “Impacto socioeconómico de la inmigración venezolana en el Perú”, que contó con la participación del politólogo venezolano Luis Nunes, el economista de Grade Miguel Jaramillo, el sociólogo Jerjes Loayza y la consultora Alessandra Enrico.

EN DEBATE

Precisamente para separararnos un tanto del aspecto laboral y remunerativo que domina el debate sobre los venezolanos en el Perú, Loayza centra su análisis en el impacto emocional que el contacto entre las dos colectividades ha generado en nuestro país.

¿Cómo reciben los peruanos a los migrantes venezolanos y cómo estos se adaptan a una realidad como la nuestra, que no conocen, en un contexto de mil necesidades?

Están en la incertidumbre porque su intención es regresar a su país. Por ahora, el Perú es un país de tránsito, no de llegada

Loayza dijo que lo primero que han hecho los peruanos es un proceso de ‘etiquetado’, una aproximación basada en las percepciones más que en el conocimiento, pero que resulta necesaria para enfrentarse a un fenómeno desconocido.

Y, hasta ahora, esa ‘etiqueta’, según el estudioso, es favorable: a los venezolanos se les considera personas amables, educadas, respetuosas, trabajadoras y honradas; pero esa opinión podría cambiar cuando aparezcan –como ya está sucediendo– noticias negativas sobre este colectivo, como asaltos, estafas y prostitución, lo que podría devenir en un riesgo de xenofobia.

En el otro lado del mostrador, el venezolano recién llegado tampoco la pasa bien, pues se mantiene en una fase de ‘secretismo cultural’, viviendo en círculos muy cerrados, con otros compatriotas en su condición como fuente de cariño y comprensión. Y sin ánimos aun de interactuar con los peruanos.

En simultáneo, sienten la necesidad de reafirmar su identidad, y por eso la gorra y la casaca venezolanas, la venta de sus productos originarios (arepas y bombitas), como una manera de sacar ventaja de su diferencia. Están en la incertidumbre porque su intención es regresar a su país, pero no saben cuándo. Por ahora, el Perú es un país de tránsito, no de llegada.

SUELDOS

Sin embargo, la pregunta que se repite en las calles es si los venezolanos están quitando trabajo a los peruanos; si esto deprime los sueldos; y si hay tantos ambulantes peruanos, ¿para qué queremos más?

A la primera pregunta, sobre si los venezolanos le están quitando trabajo a los peruanos, la respuesta es ‘No’. O por lo menos no hay evidencia de ello, lo cual no significa que no tenga que estudiarse el tema para evitar llegar a esa situación, como bien lo explicó el economista Miguel Jaramillo.

Desde su punto de vista, la PEA en el Perú es de unos 13 millones de trabajadores, así que el impacto de los venezolanos estaría en alrededor del 1% de ese universo, una muestra muy pequeña para generar una movilidad en la oferta de empleo y salarios.

Solo para tener una idea, el éxodo de Mariel, la migración masiva de cubanos (unos 140,000) a Estados Unidos, en 1980, generó un impacto del 8% en la PEA del estado de Florida. Nosotros estamos bastante lejos de ese cuadro.

En Estados Unidos, Canadá y Australia, países con grandes corrientes migratorias, no se han deprimido los salarios. Como bien dice Jaramillo, no hay que tenerle miedo a la inmigración porque constituye un enorme potencial como fuerza laboral, en tiempos en los que bajan los nacimientos y aumenta la población adulta mayor.

Un ejemplo de ello son los llamados dreamers, los hijos de inmigrantes ilegales nacidos en Estados Unidos, que en solo una generación han alcanzado al estadounidense promedio, e incluso con menores niveles delictivos. El tema sigue en estudio.