–Sí, gracias a Dios. El 2017 fue un año de mucha grabación, hicimos La comedia macabra, el documental La Herencia, el proyecto de La paisana Jacinta y No me digas solterona. Y no hubo tiempo para pensar que habíamos construido un estudio, que ya contábamos con un área de doblaje y que terminamos de equiparnos con cámaras, luces y sonido. Fue un año un poco loco que nos enseñó que hay que ir paso a paso.
“A veces el cineasta dice ‘Yo estreno mi película solo’ y no funciona así. Tampoco basta con que sea una película peruana”.
–El 2006 fue el inicio de todo esto, con la cinta Talk Show. Ahí me di cuenta de que lo menos complicado era hacer la película. Lo más difícil era llegar a las salas, porque eso no depende del cineasta. La decisión de un estreno depende de un negocio establecido y, muchas veces, quienes hacemos cine no lo tomamos en cuenta.
–Algo así. Y en el 2011 decidimos apostar por el filme El buen Pedro. Recuerdo que lo primero que hicimos, incluso antes de comenzar el rodaje, fue ir a una distribuidora a venderle la idea. Aprendimos cómo funcionan las distribuidoras aquí en el Perú: no es que estrenan y punto. Hay todo un proceso detrás, que incluye cosas básicas como un buen afiche, promoción, marketing. A veces el cineasta dice “Yo estreno mi película solo” y no funciona así. Tampoco basta con que sea una película peruana. Para ellos, es un negocio. Y salas a la mitad o con tres personas no te sostienen en cartelera. Ahí empecé a entender. Hemos aprendido a que nuestros gustos no sean “tan arriesgados” y, así, tratamos de darles un sustento de cara al público.
–Lo que pasa es que, para mí, todas las películas que llegan al cine son comerciales. Creo que hay mala información cuando se califica algo de ‘comercial’ y lo otro no. Ojo, no todas las películas de autor son buenas y muchas se caen. Y eso no tiene que ver con dinero, sino con estrategias. Eso hace que el exhibidor diga “Sí, se han preocupado”.
–Lo tienen que entender, los cineastas y los futuros cineastas. No sé si te ha pasado que vas al cine y ves el tráiler de las comedias norteamericanas y te matas de risa, pero luego ves la película y no valió la pena. Hay afiches lindos que son para exposición, pero no venden entradas.
–Desde La peor de mis bodas, empezamos a usar redes sociales como parte de la estrategia. Y ya con No me digas solterona, el 70% de la promoción fue por ese medio. Colgábamos ‘detrás de cámaras’, bloopers, videos de los actores invitando por Instagram. Y no solo somos nosotros, las grandes películas también lo hacen.
–Hacer cine es un negocio de alto riesgo en cualquier parte del mundo. Y más en el Perú.
–Tenemos más de 60 películas estrenadas en cine y casi todos los distribuidores peruanos trabajan con nosotros. Esto permite darle continuidad al trabajo de actores de doblaje que estudiaron afuera y que esperaban esto, así como una academia de doblaje peruana. Estamos en un buen nivel con cintas estrenadas en el extranjero y hasta en Netflix hay producción doblada por peruanos.
–Cuando decimos ‘bajo costo’, ojo, estamos hablando de cintas que tienen el mismo valor que cualquier película. Si en el caso de nosotros esos costos son ‘bajos’, es porque los equipos son propios y, si queremos, podemos extender los rodajes a más días, algo imposible cuando trabajas con un presupuesto marcado.
– Para mí, Big Bang Films debería convertirse, a corto plazo, en un estudio. Se viene para nosotros una versión de No me digas solterona en formato serie que ofreceremos a plataformas como Netflix, Amazon TV y Blin.